Tuaregs de colores canarios
La banda Tinariwen y la 'soulera' Laura Vane asombran en el escenario del Womad en su 15? cumplea?os
En el macrofestival Womad, ese encuentro de ritmos ¨¦tnicos apadrinado (bendito sea) por Peter Gabriel, siempre predominaron las latitudes c¨¢lidas y las pieles tostadas. La madrugada del viernes, en cambio, esta norma general encontr¨® una flagrante excepci¨®n en la persona de Laura Vane, una chica rubia, blanqu¨ªsima y vergonzosilla de Southampton que se gradu¨® en soul, funk y acid-jazz ante las m¨¢s de 5.000 personas que segu¨ªan sus evoluciones, casi sin parpadear, en el Parque de Santa Catalina. "Claramente, soy una mujer que naci¨® en un cuerpo equivocado", se carcajeaba la vocalista brit¨¢nica tras el concierto, paladeando un chupito de whisky que le sab¨ªa a gloria. "La m¨²sica, afortunadamente, no sabe de discriminaciones. Por eso a la m¨²sica negra no le importa que mis ojos sean azules".
Vane encarna la irrupci¨®n m¨¢s reciente en esa asombrosa n¨®mina de nuevas voces del soul que proliferan desde que descubrimos c¨®mo se pintaba Amy Winehouse la raya del ojo. Su banda, los brit¨¢nico-holandeses The Vipertones, la lleva escoltando desde hace poco m¨¢s de medio a?o, pero en Las Palmas son¨® abrasiva y voluptuosa. A Laura, pese a todo, le atenazaba una terrible responsabilidad familiar. "Desde que publicamos nuestro primer disco hemos tocado por media Europa, en clubes y garitos de 200 o 300 personas. Cuando llame a mi madre y le explique lo que acaba de suceder aqu¨ª, le puede dar un vuelco el coraz¨®n...".
Son las cosas del Womad, fiesta vitalista y bullanguera como pocas, que en su cita grancanaria alcanza ya su decimoquinta entrega y sigue poniendo patas arriba la isla entera. Tanto da si en el escenario le corresponde el turno a la melosa, sosegada y sensual Chiwoniso, la m¨¢s prometedora nueva voz de Zimbaue; o si toca sacar a relucir el orgullo insular con los lanzarote?os ?scartienealas, un cuarteto de rock esp¨ªdico y lenguaraz (escuchen Electroperras y esbocen una sonrisa). Su l¨ªder, el pelirrojo ?scar Cabrera, atesora furia, melodrama y temperamento, aunque se le caen tanto los pantalones que alg¨²n d¨ªa se ver¨¢ inmerso en una situaci¨®n engorrosa en escena.
Para incomodidades sobre las tablas, el apag¨®n de luces que sufrieron durante m¨¢s de diez minutos, pasadas ya las dos de la madrugada, los integrantes de Tinariwen en el escenario principal. Les dio lo mismo: estos ocho tuaregs del sur saharaui siguieron desplegando, sin inmutarse, ese poderos¨ªsimo blues del desierto que entrelazan con hasta tres guitarras el¨¦ctricas gimiendo y retorci¨¦ndose simult¨¢neamente.
Les llueven los premios y los piropos de gente ilustre (The Edge, Robert Plant), pero Ibrahim Ag Alhabib, el sosias de Keith Richards en tierra africana, sigue tocando con esa melancol¨ªa inmensa que le impregna la mirada. Y eso que las primeras filas se convirtieron en un enjambre de grandes banderas azules, verdes y amarillas, la insignia bereber norteafricana. "Es un s¨ªmbolo que tambi¨¦n nos representa a nosotros, los canarios", apostillaba con orgullo un muchacho de mirada azul. Es lo bueno de sitios como el Womad: gente de todos los colores a la que lo que piense el vecino siempre le parecer¨¢ bien.
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