La ilusi¨®n de Victoria
C¨®mo es la cara de una ni?a que ve cumplido su sue?o? Aqu¨ª la tienen. "Lo que m¨¢s ilusi¨®n me hac¨ªa era tener una mu?eca gigante", dice Victoria Bodean mientras abraza a su enorme papusha. La consigui¨® el 29 de enero de 2009. Un merecido regalo de sus padres para celebrar su d¨¦cimo cumplea?os. El resto de cosas que Victoria logra cada d¨ªa no son ning¨²n obsequio, sino el fruto del esfuerzo. Como vencer el agarrotamiento de su cuerpo. Como seguir adelante, pasito a pasito, a pesar de las dificultades, para que sus m¨²sculos se muevan con soltura. En cuanto alguien trata de acercarle sus extra?as muletas con cuatro patas, o de ayudarle a agarrar el tacat¨¢ con el que camina a duras penas, ella no vacila un instante e insiste en que puede hacerlo sola. Siempre lo consigue. Desde que naci¨®.
Art¨ªculo 23 de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o
Los ni?os y ni?as mental o f¨ªsicamente discapacitados tienen
derecho a recibir cuidados, educaci¨®n y adiestramiento especiales, destinados a lograr su autosuficiencia e integraci¨®n activa en la sociedad.
Hace diez a?os, los m¨¦dicos dijeron a Mar¨ªa que el parto de Victoria hab¨ªa salido bien? salvo por un problema: la cabecita del beb¨¦ qued¨® afectada durante el prematuro alumbramiento. Victoria no pudo ejecutar ning¨²n movimiento aut¨®nomo durante sus tres primeros a?os de vida. Con tres a?os y medio, ya ni siquiera lograba mantener la mirada fija. Un estrabismo galopante le dificultaba la visi¨®n. Masticar era una haza?a. Mover un solo m¨²sculo de la boca supon¨ªa toda una aventura. Fue entonces cuando le diagnosticaron una par¨¢lisis cerebral. "Esto no tiene soluci¨®n. T¨² eres enfermera, podr¨¢s entenderlo", fue la respuesta al aluvi¨®n de preguntas de su madre. Ninguna esperanza. Nada. Mar¨ªa deber¨ªa aceptar que su hija permanecer¨ªa inm¨®vil para siempre. Eso fue lo que dijeron los m¨¦dicos. Ni Mar¨ªa ni Valent¨ªn quisieron creerles.
No en vano, la hija de ambos es fruto de un amor que derrot¨® muchas adversidades. Antes de conocer a Valent¨ªn, Mar¨ªa tuvo otro marido. Un tipo col¨¦rico y lamentable que la maltrataba. Consigui¨® deshacerse de ¨¦l y compartir su vida junto a un hombre bueno. La felicidad de Valent¨ªn y Mar¨ªa naci¨® con nombre de Victoria. Hoy luchan junto a ella para que las barreras que su hija encuentra nada m¨¢s salir de la puerta de su casa a ese camino empedrado de tierra blancuzca no se conviertan en un oc¨¦ano. "Aunque no puede ir al colegio, ni conocemos ning¨²n centro adaptado para personas con discapacidad, Victoria tiene una profesora particular y no ha perdido ning¨²n curso", dice Valent¨ªn. Gracias a su periplo como trabajador inmigrante en Grecia y Corea del Sur logr¨® pagar las operaciones con l¨¢ser que han incentivado el movimiento muscular de su hija. "Deber¨ªa ser intervenida cada a?o, pero no tenemos suficiente dinero", suspiran sus padres. "Lo que de verdad necesitamos es salud para cuidar de ella. Al menos recibimos ayuda econ¨®mica del Gobierno".
Abrazada a su papusha, Victoria no deja de sonre¨ªr en la cocinita de su casa en Straseni, a 30 kil¨®metros de Chisinau, la capital de Moldavia, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de Europa. "Otro de mis sue?os es poder correr alg¨²n d¨ªa". Cuando lo consiga, esa sonrisa no cabr¨¢ en esta cocina.
Discapacitados
En el mundo viven alrededor de 200 millones de ni?os discapacitados; el 80% de ellos, en pa¨ªses en desarrollo. Moldavia. En esta ex rep¨²blica sovi¨¦tica, un pa¨ªs con una poblaci¨®n en torno a los 3,5 millones de habitantes y uno de los niveles de vida m¨¢s bajos de Europa, casi 10.000 menores de 18 a?os presentan alg¨²n tipo de discapacidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.