Soy el hijo del jefe maya
En lengua kekch¨ª, mono se dice b'atz'; pez se dice kar; tigre, hix; mariposa, peepem. Lo cuenta Evan Cal, el ni?o de la caracola, que es maya mopan (lengua que tambi¨¦n domina) y del sur de Belice. Es un pa¨ªs estrat¨¦gico en el Caribe, 280.000 habitantes, un territorio m¨¢s peque?o que B¨¦lgica (que tiene diez millones), pero en ¨¦l conviven varias etnias, por orden y cantidad: mestizos, criollos, gar¨ªfunas, mayas, indiopaquistan¨ªes? Este coctail (al que hay que sumar los occidentales viajeros, misioneros, menonitas, miembros de ONG, peacecorps americanos, investigadores y, dicen, agentes infiltrados de frontera) le da un color especial a sus calles, que hay que a?adir al de su mar y sus monta?as, a su luz. Un para¨ªso del submarinismo, de santuarios de flora y fauna, de islas y ruinas mayas. Y es precisamente eso, la tonalidad de la mezcla de pieles y lenguas (ingl¨¦s, espa?ol, kekch¨ª, mayamopan) lo que distrae del calor asfixiante, el peligro (habitual) de huracanes y (posible) de terremotos, y de otros males, menos naturales, como la corrupci¨®n (por vez primera el pa¨ªs tiene desde 2008 un primer ministro negro, el saliente dej¨® un gran agujero en las cuentas del Estado), la miseria y las deficiencias en acceso a educaci¨®n y sanidad.
Art¨ªculo 30 de la Convenci¨®n sobre los Derechos del ni?o
En los Estados con minor¨ªas ¨¦tnicas, religiosas o ling¨¹¨ªsticas o personas de origen ind¨ªgena no se negar¨¢ a un ni?o que pertenezca a tales minor¨ªas o que sea ind¨ªgena el derecho que le corresponde a tener su propia vida cultural, a profesar o practicar su religi¨®n o a emplear su propio idioma.
Si en Belice entero un 39% de los ni?os vive bajo el umbral de la pobreza, en el sur, la tasa alcanza el 89%. Especialmente en el distrito de Toledo. Y es aqu¨ª donde se agrupa gran parte de los aproximadamente 15.000 ind¨ªgenas maya del pa¨ªs (con 25 siglos de historia detr¨¢s, son unos seis millones entre M¨¦xico, Guatemala, Belice y Honduras). Y es en la aldea de San Jos¨¦ -a apenas seis kil¨®metros de la frontera de Guatemala en l¨ªnea recta-, donde viven Evan Cal, Shakira Cavala y Arcela Wook, que son los que nos interesan porque parecen sacados de un cuento donde todos carecen de maldad y van a salir volando en cualquier momento (como las peepem, mariposa en kekch¨ª ?recuerdan?). En San Jos¨¦ trabaja la joven maya Ernesta Cal, delgada como un palo, seria, de esas mujeres que hacen kil¨®metros sin respirar y toda la fuerza se les ve en los ojos y las piernas. Va de casa dispersa en casa dispersa (¨¦se es uno de los problemas para implantar proyectos de ayuda, la lejan¨ªa) con el programa de estimulaci¨®n temprana impulsado por el Gobierno y Unicef para ni?os sin acceso a la escuela infantil. Y colina arriba, colina abajo, con el mismo apoyo, se empe?a el director del colegio de San Jos¨¦, Felipe Ical, en la educaci¨®n biling¨¹e de sus alumnos para que perdure su cultura maya escrita y hablada. "?ste es el lugar donde vivo. Yo soy el hijo del jefe, como Shakira es la hija del profesor y Arcela, la del agricultor", dice Evan antes de interesarse en si es verdad que "desde el aire del avi¨®n se ve de Belice el verde monta?a y el transparente del agua azul". Pues s¨ª. Y tiene su explicaci¨®n: aqu¨ª el agua es verde y oscura, de r¨ªo. En ella se ba?an como locos.
Nunca ha salido de aqu¨ª Evan y le gustar¨ªa. Tambi¨¦n a su padre, Marciano, de 32 a?os, elegido como gu¨ªa por su comunidad y por su sabidur¨ªa, que es mucha. Se queja ¨¦l: "La energ¨ªa es nuestro gran problema. No s¨®lo por lo que significa para las casas, sino para la educaci¨®n de nuestros hijos". Y comenta sobre esa carretera que hace a?os se proyecta desde Guatemala: "Ser¨ªa nuestro fin y convertir¨ªa a Belice en un puro tr¨¢nsito de emigrantes hacia M¨¦xico y EE UU". Otras infraestructuras y v¨ªas dentro del pa¨ªs interesan m¨¢s, afirma. Dicen, le digo, que hay mucha violencia de g¨¦nero en la zona, mucha depresi¨®n entre las mujeres, mucha enfermedad de transmisi¨®n sexual, mucho sida, poca representaci¨®n femenina y nuevos deseos en los j¨®venes. Marciano dice: "Todo cambia". ?l es mediador en este San Jos¨¦ bell¨ªsimo, selva pura, con algunos claros quemados para cultivar ma¨ªz y subsistir; el poco excedente que tienen se vende en el mercado de Punta Gorda, la capital del distrito. La pobreza aqu¨ª no es de estercolero. Todo est¨¢ impecable. Evan no lo sabe, pero no muy lejos, bajando a Punta Gorda ciudad, la cara de la miseria es otra muy distinta. Hay casas destartaladas alzadas del suelo como h¨®rreos para sortear riadas. Zonas deterioradas donde se hacinan gar¨ªfunas como Tyrel, que como los mayas son etnia de supervivientes. Esclavos forzados por los ingleses a emigrar tras la abolici¨®n hacia las costas de Belice, Guatemala, Honduras? Mantienen sus costumbres, su religi¨®n, creen que sus antepasados se comunican con ellos y practican rituales que refuerzan las relaciones m¨¢s all¨¢ del espacio y del tiempo? Un pueblo que por su lucha ha sido honrado por la Unesco.
Mortalidad infantil
Hay datos para la esperanza. La tasa de mortalidad de los ni?os menores de cinco a?os en el mundo pas¨® del 9,3% en 1990 al 7,2% en 2006. Am¨¦rica Latina y Caribe fue una de las zonas con m¨¢s avances: pas¨® del 5,5% en 1996 al 2,7% en 2006. Belice. Es el pa¨ªs con mayor tasa de infectados de VIH de todo el Caribe. Adem¨¢s, las comunidades aisladas de poblaciones ind¨ªgenas carecen de luz y no tienen acceso a la sanidad.
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