Sistema electoral: ?soluci¨®n o b¨¢lsamo?
Es de agradecer que, aunque tarde y de manera remolona, los dirigentes pol¨ªticos de este pa¨ªs se hayan dado cuenta de que renovar el sistema electoral no era algo imposible. Hace 30 a?os decidieron que no iban a decidir sobre qu¨¦ sistema electoral conven¨ªa a Catalu?a, y simplemente plasmaron en la Disposici¨®n Transitoria Cuarta del Estatuto de Autonom¨ªa de 1979 que, de momento, las elecciones se har¨ªan como se hab¨ªa decidido que fueran las elecciones a las Cortes Generales, con peque?as correcciones sobre distribuci¨®n territorial de esca?os que acabaron primando a algunos partidos por encima de otros. Hace tres a?os, el largo debate sobre el nuevo Estatuto acab¨® con una Disposici¨®n Transitoria Segunda que dec¨ªa que la anterior transitoriedad segu¨ªa estando transitoriamente en vigor. Y justo ahora, medio noqueados por el impacto conjunto de los casos Millet y Pretoria y en medio de una crisis econ¨®mica que vamos detectando que de pasajera no tiene nada, descubren que es el momento de hacer la ley electoral pendiente. Justo cuando nos quedan apenas siete meses de vida parlamentaria.
Interesa m¨¢s reforzar las posibilidades de control social en el d¨ªa a d¨ªa, y no s¨®lo en el momento de las elecciones
Uno no acaba de ver la conexi¨®n. Si la respuesta es hacer urgentemente una ley electoral, ?podr¨ªa alguien recordarme cu¨¢l era la pregunta? Que quede claro que estoy a favor que se haga una ley electoral propia. Que quede claro que creo que debe hacerse cuanto antes. Que quede claro que lo que tenemos puede mejorarse notablemente. Y que quede claro tambi¨¦n que, tanto la soluci¨®n aportada por los expertos convocados por la Generalitat previo acuerdo con los partidos, como la propuesta de Iniciativa Legislativa Popular presentada por Ciutadans pel Canvi, o la alternativa que ofrece el modelo alem¨¢n, me parecen, con matices, mejores todas ellas de lo que ahora est¨¢ "transitoriamente" en vigor. Mi problema no es de contenido, es de oportunidad. Y es ah¨ª donde la cosa obliga a pensar en la imagen del efecto bals¨¢mico que la combinaci¨®n de medidas destinadas a controlar mejor el gasto p¨²blico y sus derivadas, y la propuesta de renovaci¨®n del sistema pol¨ªtico v¨ªa una nueva legislaci¨®n electoral, pretenden conseguir.
Los problemas del sistema electoral con el que ahora estamos obligados a funcionar genera algunos problemas b¨¢sicos: falta de adecuaci¨®n entre composici¨®n de listas e inserci¨®n y vinculaci¨®n personal y efectiva de los distintos candidatos a la circunscripci¨®n en la que se presentan; incapacidad de los ciudadanos para ejercer una posibilidad de elecci¨®n significativa a partir de la lista proporcionada por los distintos partidos pol¨ªticos; problemas derivados de la irregularidad de inserci¨®n de la poblaci¨®n catalana en el conjunto del territorio. Estos temas, junto con otros menores, pueden solucionarse mejor o peor con las f¨®rmulas propuestas en las distintas alternativas presentes actualmente y antes mencionadas.
La impresi¨®n es que en menos de un a?o, con la que est¨¢ cayendo y con las dudas considerables que aquejan a cada formaci¨®n pol¨ªtica sobre su futuro, el cambio tiene pocas posibilidades de producirse. Bienvenido si se hace y felicidades a quien lo consiga, pero no basta. Interesar¨ªa m¨¢s que se trabajara para reforzar las posibilidades de control social en el d¨ªa a d¨ªa, y no s¨®lo en el preciso momento de las elecciones. Los problemas que tenemos no derivan (s¨®lo ni principalmente) de que las listas sean cerradas y bloqueadas. Ni tampoco de que la gente no conozca directamente a su diputado de distrito. Ello ayudar¨ªa a que los pol¨ªticos se acerquen m¨¢s a la ciudadan¨ªa, pero no resuelven los problemas que nos acongojan estos d¨ªas. Es preciso reforzar la capacidad de vigilancia democr¨¢tica de los ciudadanos, de las entidades, de cualquier persona o grupo interesado por los asuntos p¨²blicos. La desconfianza de la gente no es negativa. Es el resultado de un proceso de aprendizaje de 30 a?os sobre las promesas de la democracia y sus incumplimientos. Y la fuerza transformadora de esa desconfianza no debe desde?arse. Si aprovechamos los canales que los instrumentos de informaci¨®n y comunicaci¨®n ofrecen hoy d¨ªa, podemos hacer m¨¢s transparente la pol¨ªtica, con m¨¢s capacidad de control cr¨ªtico y constructivo, obligando as¨ª a que la labor de intermediaci¨®n de los pol¨ªticos tenga m¨¢s valor, y no sea vista como obsoleta y redundante.
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