El Romanticismo llega al siglo XXI
EL PA?S entra en el nuevo museo decimon¨®nico, que abrir¨¢ sus puertas despu¨¦s de nueve a?os de reformas
Tras nueve a?os cerrado a canto y lodo, en apenas unos d¨ªas ser¨¢ posible en Madrid visitar un palacete lleno de encanto y sentarse despu¨¦s de recorrerlo en un sof¨¢ reluciente situado frente a una chimenea francesa. Y en un sal¨®n de paredes enteladas con tersos rasos, paladear suavemente un t¨¦ para contemplar, mientras tanto, un magnolio centenario en el jard¨ªn recoleto de un c¨¦ntrico, veterano y confortable caser¨®n. El aroma de toda una ¨¦poca, la misma que impregnara la entra?a m¨¢s creativa del siglo XIX, permanece all¨ª encapsulado en 26 magn¨ªficas salas, ahora reformadas y pulidas como jaspes. Ese aroma est¨¢ listo para ser aspirado con delectaci¨®n por los futuros visitantes del Museo Nacional del Romanticismo, heredero del Museo Rom¨¢ntico, que reabre al p¨²blico sus puertas en la calle de San Mateo 13 el 3 de diciembre, a tres euros la entrada.
Las 26 salas del palacio recrean la atm¨®sfera de la ¨¦poca
La visita al caser¨®n permitir¨¢ ver el sal¨®n de t¨¦ y los jardines
Ha permanecido cerrado a las visitas durante casi una d¨¦cada. Una reforma de siete millones de euros lo ha puesto a punto, en aplicaci¨®n de un plan museol¨®gico ideado, ya en el a?o 2000, por Bego?a Torres, historiadora del Arte, arque¨®loga y directora de este centro madrile?o cuya reapertura va a permitir a la ciudad reencontrarse con uno de los fragmentos m¨¢s bellos, apasionados y cosmopolitas de su pasado.
"La idea central de la reforma ha consistido en renovar el museo ampliando su ¨¢mbito expresivo desde el meramente literario hasta el hist¨®rico, pol¨ªtico, art¨ªstico y decorativo, para dar una visi¨®n de conjunto de tan rica etapa de la vida espa?ola", explica Bego?a Torres, que ha contado con el arquitecto Gin¨¦s S¨¢nchez Hevia como responsable de la decoraci¨®n, la iluminaci¨®n y el ornato con propuestas que resuelven de modo elegante el abigarramiento de objetos propio de las casas de la ¨¦poca.
El Romanticismo, corriente ideol¨®gica noreuropea con hondo anclaje literario y que por primera vez en la historia confiri¨® el protagonismo a la juventud, arraig¨® con fuerza en Espa?a y sembr¨® Madrid de su esp¨ªritu transgresor y atribulado. El mismo que caracterizara al precursor del movimiento, el periodista y escritor emblema de su tiempo Mariano Jos¨¦ de Larra, cuyo par de pistolines cachorros, uno de los cuales le caus¨® la muerte, el museo exhibe con devoci¨®n en una sala a ¨¦l dedicada.
Seg¨²n Santiago Palomero, subdirector de Museos del Ministerio de Cultura, "la reforma acometida ha consistido en reubicar los ricos ajuares que el museo almacena con un relato riguroso y cient¨ªfico", que se expresa en una nueva circulaci¨®n interior m¨¢s descriptiva de la que le atribuy¨® su fundador, el marqu¨¦s de Vega Incl¨¢n.
Este emprendedor pr¨®cer, signado por la audacia y considerado pionero del turismo en Espa?a, decidi¨® en 1920 recrear el universo rom¨¢ntico en el viejo palacio del marqu¨¦s de Matallana. Se trata de un caser¨®n edificado en 1776, cuya traza se debi¨® al arquitecto Manuel Mart¨ªn Rodr¨ªguez. De planta noble y dos alturas, con nueve ventanales y un amplio port¨®n para carruajes adintelado con piedra, el visitante se adentra por ¨¦l hacia un zagu¨¢n donde una escalera de majestuoso tempo le conduce a las salas de la morada, que reciben al visitante con la figura esculpida y pintada de Isabel II, la mujer que vertebra el relato e impregna buena parte de la iconograf¨ªa del museo. Salones enfilados adentran la mirada al interior de sus estancias, que van descubriendo entelados en tonos dorados, rosas y verdes, revestidos de suntuosos lienzos de Francisco de Goya, o retratos de Federico de Madrazo y Vicente L¨®pez, espejos de la burgues¨ªa rom¨¢ntica; obras de Valeriano B¨¦cquer, con su c¨¢lido costumbrismo; pinturas de Leonardo Alenza o Antonio Esquivel, que reflejan la otra cara del Madrid de entonces, con sus escenarios s¨®rdidos de j¨®venes t¨ªsicos o suicidas inmolados por el ideal rom¨¢ntico.
En una de las antesalas que preludian el magn¨ªfico sal¨®n de baile luce el piano Pleyel de la reina Isabel, que dialoga con un pianoforte y otro de los denominados de jirafa en gabinetes cercanos; la sala de billar se ve jalonada por una galer¨ªa de retratos femeninos que describe la evoluci¨®n de los peinados de la ¨¦poca; el masculino fumoir, cuajado de ornamentaci¨®n orientalista; un coqueto boudoir femenino; un comedor de magn¨ªfica vajilla; el dormitorio de los moradores del palacio con dosel y mullidos almohadones; el cuarto de los ni?os repleto de mu?ecas, hoy morbosas a nuestra mirada... Todo lo expuesto reconstruye fielmente aquella atm¨®sfera llena de car¨¢cter y viveza, que invita a recrearse en su evocaci¨®n saboreando una taza de t¨¦, frente a la chimenea, al amor de la lectura de un poema de Gustavo Adolfo B¨¦cquer, ante un ventanal con cortinas damasco azul oscuro...
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