La estrategia del esc¨¢ndalo
Si, por una parte, ya somos mayores como para asombrarnos, no deja de ser asombroso que los pol¨ªticos se esp¨ªen tanto entre s¨ª. La explicaci¨®n parece, sin embargo, sencilla.
Manuel Castells (Comunicaci¨®n y poder. Alianza, 2009) establece una ecuaci¨®n o secuencia que aclara las cosas. 1) La pol¨ªtica ya no se basa en ideolog¨ªas sino en ofertas program¨¢ticas recicladas de los sondeos que averiguan aquello que desean los ciudadanos. 2) Puesto que los partidos rivales suelen emplear las mismas firmas de sondeo y en las mismas temporadas, las propuestas tienden a ser iguales. 3) La distinci¨®n entre una u otra viene a ser de matices y, lo importante, ser¨¢ la buena o mala percepci¨®n del l¨ªder. 4) Desprestigiadas todas las instituciones -partidos incluidos- lo m¨¢s determinante ser¨¢n las buenas o malas vibraciones que suscite la persona.
La gente elige por corazonadas, y s¨®lo despu¨¦s las reviste de raz¨®n
De follones vive y se salva la pol¨ªtica; la pol¨ªtica del espect¨¢culo
La gente -como dice la neuro-ciencia- elige por corazonadas, golpes de vista (blinks) y s¨®lo m¨¢s tarde envuelve con argumentos razonables el impulso desnudo. De este modo, la vibraci¨®n emocional de una cosa o una persona hoy, en el capitalismo de ficci¨®n y de consumo, orienta la compra y el voto. A¨²n quedan reminiscencias de izquierdas y derechas propias del viejo capitalismo de producci¨®n pero la ascendencia del marketing ha erosionando sus perfiles.
Los modelos de sanidad, la educaci¨®n, el urbanismo, la justicia o la ecolog¨ªa discurren entre promesas, mentiras, errores y decepciones de un extremo a otro. El recelo se halla grabado en la sociedad civil y el ¨²nico asidero en medio de tanta mendacidad viene a ser la confianza inmediata que despierte el l¨ªder. El l¨ªder puede no tener carisma alguno, basta que se le vea como una persona honrada. Gente de fiar en medio de la infidelidad general, un tipo legal en medio de la ilegalidad rampante, una mente sensata entre los variados cantama?anas que le rodean.
En s¨ªntesis, personalizada la pol¨ªtica, el espionaje de sus l¨ªderes se vuelve una estrategia decisiva. Espionaje en busca de informaci¨®n que mine la confianza en un nombre ascendente, espionaje que erosione la estampa que atrae el voto.
Todos, pues, son espiados y siendo el espionaje tan importante su mercado crece. Los esp¨ªas escudri?an indiscriminadamente a la derecha o a la izquierda y, como los traficantes de armas, venden sus pesquisas a unos y otros. M¨¢s a¨²n: puede pensarse que esto del espionaje dentro del mismo partido no es otra cosa que el ejercicio de profesionales recabando informaci¨®n para venderla en cualquier mercado con el objetivo ¨²ltimo de provocar esc¨¢ndalos. El esc¨¢ndalo como arma pol¨ªtica o incluso el esc¨¢ndalo como nueva forma pol¨ªtica, desde la Levinsky a las velinas, desde los trajes a los solares, desde la pederastia al Palau. De esc¨¢ndalo en esc¨¢ndalo -como los programas S¨¢lvame de Telecinco- vive o se salva la pol¨ªtica: la pol¨ªtica del espect¨¢culo. Porque, ya sin asombros, ?c¨®mo podr¨ªa ser de otro modo en una sociedad medi¨¢tica, sensacionalista, basada en el infotainment y el rasante mundo del coraz¨®n?
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