Drama del soldado Galindo
Condenado por desertar, el Supremo absuelve a un militar por su terrible historia familiar
Jos¨¦ Antonio Galindo y su padre se enzarzaron de noche en una discusi¨®n que acab¨® a gritos. Casi llegan a las manos. Cabezones y muy orgullosos, no se dirigieron la palabra en los dos meses siguientes, como dos desconocidos que viven bajo el mismo techo por obligaci¨®n. Un d¨ªa, Jos¨¦ Antonio hizo la maleta en secreto y dej¨® Villafranco del Guadiana, un pueblo de Badajoz, para ingresar en el Ej¨¦rcito. Se fue de casa dando un portazo.
Galindo ten¨ªa que levantarse al amanecer en la Academia de Infanter¨ªa de Toledo, y eso le costaba horrores. Era 2003 y acababa de cumplir 18 a?os. No llevaba ni un mes en el cuartel cuando le llam¨® por tel¨¦fono un t¨ªo suyo: "A tu padre le dan un a?o de vida. Tiene c¨¢ncer de pulm¨®n". Le pidi¨® permiso al capit¨¢n para volver a casa y all¨ª se encontr¨® de nuevo con el padre, un agricultor de 56 a?os que fumaba un paquete de tabaco negro al d¨ªa. No dur¨® ni tres meses. Pero ah¨ª estuvo Galindo, a su lado, acompa?¨¢ndole, escuchando c¨®mo su padre dec¨ªa que no hab¨ªa que tenerle miedo a la muerte. Pasar juntos el poco tiempo que les quedaba fue la ¨²nica forma que encontraron para pedirse perd¨®n.
Tras la muerte del padre, la madre, con un trastorno bipolar, ten¨ªa que cuidar de un hijo deficiente ps¨ªquico
El chico volvi¨® al cuartel. Jur¨® bandera. Lo destinaron a la base de El Goloso, en Madrid. All¨ª era un novato, un pollo, como se les llama a los primerizos. Limpiaba suelos, cargaba trastos, hac¨ªa los recados a los dem¨¢s. En el pueblo hab¨ªa dejado a su madre, con un trastorno bipolar, y a un hermano mayor que sufr¨ªa una minusval¨ªa ps¨ªquica del 33%. Quer¨ªa hacer carrera en el Ejercito, pero la situaci¨®n de su familia le carcom¨ªa por dentro y, tras varios permisos, el soldado Galindo desert¨®. Ausente del cuartel durante 17 meses, un tribunal militar le conden¨® a un a?o de c¨¢rcel. El Tribunal Supremo le ha absuelto ahora porque entiende que la situaci¨®n familiar "justificaba su ausencia". La abogada Mar¨ªa de los ?ngeles Gonz¨¢lez considera que se ha hecho justicia.
Semanas antes de que muriese su padre, Galindo vio a su madre algo cambiada. Sab¨ªa que era propensa a sufrir depresiones, pero ahora la ve¨ªa comportarse de una forma extra?a. Como si no fuera ella. Le confesaron entonces que la mujer sufr¨ªa desde los 20 a?os un trastorno de personalidad maniaco depresivo. Hab¨ªa sido ingresada en estos a?os hasta 12 veces en un psiqui¨¢trico p¨²blico. Galindo, interesado por el tema, ley¨® muchos libros de psiquiatr¨ªa, algo que para ¨¦l era un misterio. Mientras tanto, el padre hab¨ªa perdido 20 kilos y su estado empeoraba. Le dijo una ma?ana en el hospital: "Tendr¨¢s que hacerte cargo de esta familia cuando yo falte".
Lo cuenta Galindo paseando por las calles de Madrid. Lleva una semana en la ciudad buscando un trabajo de teleoperador. Es lo que se le da bien. Recuerda aquellos d¨ªas como los m¨¢s duros de su vida. Noches enteras durmiendo en el hospital. El hermano, siete a?os mayor, se apa?aba como pod¨ªa: no cobraba nada por su minusval¨ªa porque prefer¨ªa tener un contrato recogiendo esp¨¢rragos en el campo. Sacaba m¨¢s dinero.
Tras la muerte del padre, el soldado Galindo volvi¨® a El Goloso. Era el a?o 2004, Irak estaba en llamas y en su unidad no paraban de hacer pr¨¢cticas de combate en poblaci¨®n. Hac¨ªan pruebas con granadas y balas de fogueo. "Sin piedad con los putos moros", gritaba el cabo se?alando al enemigo. Galindo destestaba ese tono: "No me volv¨ª racista, aunque yo era muy joven y pod¨ªa haberme cre¨ªdo lo que me dec¨ªan. A esa edad, los 18, tu cabeza es una patata y es muy moldeable". Aprovech¨® para sacarse el bachillerato, hizo un curso de sanitario y pidi¨® plaza para la unidad de seguridad, a la que pertenecen los que est¨¢n de centinela en la garita.
Unos t¨ªos del soldado se hicieron cargo de la madre, pero el estado de ella fue empeorando. Cobraba una pensi¨®n de viudedad de 393 euros. La cosecha tambi¨¦n vino mala ese a?o y el hermano estuvo mucho tiempo parado. El soldado Galindo no pod¨ªa pedir m¨¢s permisos para volver a casa y recurri¨® a una treta: dijo que su madre se hab¨ªa suicidado. "Necesitaba salir r¨¢pido, no vi otra opci¨®n", se justifica ahora. Cogi¨® su petate y volvi¨® al pueblo.
A la semana volvi¨® al cuartel. Dentro le estaban esperando el capit¨¢n y todos los compa?eros para darle el p¨¦same. Hicieron una misa en memoria de la madre. El soldado Galindo lloraba como una magdalena en primera fila. "En realidad, porque me sent¨ªa culpable, y si, adem¨¢s, se enteraban de la verdad, iba a acabar en la c¨¢rcel", dice. Pas¨® nada menos que un a?o en el cuartel representando el papel de hu¨¦rfano, tiempo en el que conoci¨® a una chica con la que comenz¨® una relaci¨®n. La joven, menor de edad, se qued¨® embarazada y el mundo, ya de por si complicado, se le vino encima.
No le qued¨® otra que contarle lo del embarazo a su madre. Ella se lo tom¨® fatal y recay¨® en la enfermedad. En la noche del 5 de mayo de 2006 Galindo dej¨® el cuartel para siempre. Se fue sin decir nada. Recogi¨® a la novia y se fueron a Villafranco del Guadiana. Los mandos de su unidad echaron de menos al soldado desertor. Llevaba poco tiempo en Badajoz cuando fue detenido por la Guardia Civil y trasladado al cuartelillo. Desde all¨ª telefone¨® al cuartel: "A la orden, mi capit¨¢n. Le doy mi palabra de honor de que ma?ana hago acto de presencia". Los guardias le dejaron libre al escuchar la promesa, pero ¨¦l, que ya no se sent¨ªa soldado, incumpli¨® su palabra.
Galindo, en los siguientes 17 meses, recogi¨® alcachofas, tomates, melones y sand¨ªas. Recibi¨® una ristra de notificaciones en el domicilio, pero las ignor¨®. Cuid¨® de su madre y de su hermano. Un aborto malogr¨® el hijo que esperaba con su novia. Una noche se fue a Badajoz a hacer un botell¨®n con unos amigos. Beb¨ªan whisky con Coca-Cola cuando un polic¨ªa municipal le pidi¨® la documentaci¨®n y, al comprobar su identidad, descubri¨® que Galindo era un pr¨®fugo. Detenido, lo trasladaron a la c¨¢rcel militar de Alcal¨¢-Meco, adonde tanto tem¨ªa ir. Estuvo preso 21 d¨ªas. Coincidi¨® con el teniente coronel Antonio Pe?afiel, condenado a 46 a?os por matar a dos guardias civiles en Albacete.
El tribunal militar, teniendo en cuenta los problemas familiares de Galindo, no le conden¨® por deserci¨®n, sino por abandono de destino. Le cay¨® un a?o de prisi¨®n. Durante el juicio, su mando se qued¨® de piedra cuando escuch¨® que la madre de Galindo segu¨ªa viva y que lo de la misa hab¨ªa sido una pantomima. Se puso furioso.
Un a?o despu¨¦s, el Supremo le ha dado la raz¨®n a Galindo. Ha quedado absuelto. "Se produjo una colisi¨®n de deberes, el de presencia (en el cuartel) y el de auxiliar a sus familiares. Cuidar a la madre y al hermano constituye para todos una obligaci¨®n ¨¦tica y jur¨ªdica", argumentan los jueces en su sentencia. "Lo normal es que con lo que he vivido estos a?os me hubiese vuelto loco. Pero me he tomado las cosas con filosof¨ªa", dice Galindo. Y se va calle arriba con un curr¨ªculo en la mano. A los 24 a?os, el ex soldado intenta empezar una nueva vida.
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