Alakrana como s¨ªntoma
El largo secuestro ha puesto de relieve la degradaci¨®n del debate p¨²blico en Espa?a
El secuestro del Alakrana se ha convertido en s¨ªntoma de la degradaci¨®n del debate p¨²blico en Espa?a, habida cuenta de las reacciones que ha generado: irresponsables mientras hab¨ªa 36 marineros en peligro, demag¨®gicas cuando finalmente fueron liberados. No deja de ser una sorprendente paradoja que los ¨²nicos que han quedado a salvo de los exabruptos cruzados durante los ¨²ltimos d¨ªas hayan sido, precisamente, los piratas. En medio del esc¨¢ndalo no ha habido una sola palabra de condena para quienes practican una lucrativa actividad criminal a costa de la libertad y la vida ajenas, como si su presencia en el ?ndico fuera un fen¨®meno de la naturaleza que, como los escollos o las tempestades, dificultase la navegaci¨®n. La realidad es, sin embargo, exactamente la contraria: tras los desarrapados que asaltan los barcos y aterrorizan a las tripulaciones con sus alardes de violencia existe una extensa red de beneficiarios, que desborda con mucho las fronteras de un Estado fallido como Somalia.
Cuando un Estado es sometido a un chantaje como el del Alakrana, con 36 vidas en juego, los dilemas pol¨ªticos, jur¨ªdicos y morales planteados exigen rigor y sobriedad en los discursos, no la grosera frivolidad con la que cada cual, seg¨²n el caso, ha tratado de obtener beneficios del espect¨¢culo o eludir responsabilidades. Ejemplos de ello son la imp¨²dica disputa p¨²blica a cuenta de qui¨¦n decidi¨® traer a Espa?a a los dos piratas capturados, librada entre la Audiencia Nacional y el Gobierno, y los impertinentes roces entre los ministerios concernidos. Pero tambi¨¦n la conducta de aquellos medios de comunicaci¨®n que, bajo el escudo del derecho a informar, se han plegado a la manipulaci¨®n de los corsarios. Aunque quiz¨¢ en este ¨²ltimo cap¨ªtulo el mayor escarnio est¨¦ por llegar. Nada justificar¨ªa que, tras 47 d¨ªas con vidas en peligro y la dignidad institucional en jaque, la televisi¨®n basura explotara el morbo y el sensacionalismo con la muy rentable coartada de mostrar el lado humano de la noticia.
Acuciado por el chantaje, el Estado se ha avenido a negociar con delincuentes, al igual que est¨¢n haciendo otros Estados en las mismas circunstancias. Tan problem¨¢tico es apoyar esta decisi¨®n como censurarla, porque lo que est¨¢ en juego es, en resumidas cuentas, si se antepone la vida a los principios y las leyes. Pero con un decisivo matiz, que aproxima este dilema a la apor¨ªa y obliga, cuando menos, a una actitud respetuosa: quienes reclaman la superioridad de los principios y las leyes no arriesgan su propia vida, sino la de otros. Si el debate p¨²blico en Espa?a no llevara tanto tiempo chapoteando en el cenagal del sectarismo y los gestos grandilocuentes, la preocupaci¨®n mayor ser¨ªa c¨®mo evitar que otras tripulaciones queden en peligro y que el Estado se vuelva a enfrentar un desaf¨ªo semejante. Colocar vigilantes privados armados en los barcos que faenan en el ?ndico, o que simplemente transitan por una de las rutas m¨¢s importantes de la navegaci¨®n internacional, es un remedio de urgencia, no una soluci¨®n. La soluci¨®n pasa por desmantelar la red de intereses que se ha creado en torno a la pirater¨ªa, adem¨¢s de seguir reforzando la seguridad en la zona. Ambas estrategias requieren un compromiso internacional m¨¢s firme que el existente.
Como v¨ªctima de la pirater¨ªa, nuestro pa¨ªs tiene sobradas razones para promover ese compromiso en los foros multilaterales y a trav¨¦s de iniciativas espec¨ªficas. Pero su posici¨®n se ir¨¢ debilitando si el secuestro del Alakrana sigue trat¨¢ndose como un espect¨¢culo del que extraer beneficios de cualquier naturaleza. La condici¨®n para abrir el debate p¨²blico se ha cumplido, porque los 36 marineros est¨¢n libres y en casa. Pero eso no significa que sea ni ¨²til ni aceptable cualquier forma de conducirlo.
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