La met¨¢fora del autob¨²s
La izquierda abertzale ilegalizada est¨¢ perpleja. Si nos ponemos en su piel, su desconcierto resulta explicable. Hace apenas tres o cuatro a?os, el pronunciamiento que realiz¨® el pasado s¨¢bado simult¨¢neamente en Alsasua y Venecia en pro de un "proceso pac¨ªfico y democr¨¢tico" habr¨ªa causado una conmoci¨®n general y puesto a los partidos en estado de ebullici¨®n. El recuerdo de la Declaraci¨®n de Anoeta cinco a?os antes, en cuyo aniversario se ha pretendido dar este nuevo golpe de efecto, puede servir de referencia. La nueva escenificaci¨®n, en cambio, y pese a los avances terminol¨®gicos que incorpora respecto a aqu¨¦lla, ha sido acogido en nuestro pa¨ªs con una ins¨®lita indiferencia. No ya del Gobierno, el PSE o el PP; es que ni siquiera el PNV -con los matices que siempre se dan en esta materia entre Egibar y Urkullu- o partidos como EA o EB, dispuestos siempre a echar una mano, han concedido demasiada atenci¨®n y credibilidad a la propuesta.
Batasuna quiere salir del atolladero con un m¨¦todo que ha quedado superado
No hace falta hacer grandes esfuerzos para imaginar la agitaci¨®n que en otros momentos habr¨ªa producido la confluencia de la declaraci¨®n unida al equ¨ªvoco silencio que mantiene ETA desde agosto. Esta vez, sin embargo, ha encontrado un muro de apat¨ªa e incredulidad. Son las consecuencias de actuar en contra del tiempo o, m¨¢s precisamente, fuera de ¨¦l y de la realidad. A Arnaldo Otegi y los suyos los siete puntos del documento pueden parecerles un importante gesto por parte de la izquierda abertzale. As¨ª se lo ha parecido tambi¨¦n al coro internacional de mediadores, expertos y eurodiputados amigos de los conflictos. Sin embargo, al resto de la sociedad vasca le ha dejado indiferente. Y no s¨®lo porque no vaya acompa?ada del pronunciamiento que de verdad interesa, el de ETA anunciando el fin incondicional e irreversible de la lucha armada, sino porque emite adem¨¢s en una longitud de onda ya superada.
El documento pretende presentar una izquierda abertzale din¨¢mica y con iniciativa, cuando sus ¨²ltimos movimientos est¨¢n dominados por las urgencias. La sentencia de junio del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ratificada tres d¨ªas antes de la aparici¨®n de Alsasua-Venecia, ha arrasado las esperanzas de Batasuna de poder recobrar la legalidad perdida mediante la desautorizaci¨®n de la Ley de Partidos. Se comprende as¨ª que Otegi calificara de "desastre" el fallo un¨¢nime de los magistrados de Estrasburgo que, lejos de considerarlas incompatibles con el Convenio de Derechos Humanos, ponder¨® las ilegalizaciones como una "necesidad social imperiosa". Mientras tanto, el reloj sigue corriendo y se acercan las elecciones municipales y forales de 2011; y con ellas el riesgo cierto de que la desaparici¨®n de la presencia institucional de la izquierda abertzale que no condena a ETA, reducida ahora a los municipios y cargos de ANV, se convierta en absoluta. Los dirigentes de Batasuna saben que, por muy resistente que sea su militancia, un ciclo de casi diez a?os en el limbo institucional resulta demoledor para un proyecto pol¨ªtico con pretensiones. Su problema consiste en que pretenden salir del atolladero con unos procedimientos desfasados.
La izquierda abertzale y ETA no quieren darse cuenta de que el modelo de soluci¨®n del "conflicto" vigente hasta finales de los noventa qued¨® tocado con la ruptura de la tregua de Lizarra y definitivamente inservible con el atentado de la T-4 de Barajas en diciembre de 2006. El camino de un proceso de paz hecho de concesiones pol¨ªticas mediante las cuales se termine de convencer a ETA de que ponga fin a su actividad est¨¢ cerrado porque no lo van a transitar ni los gobiernos, ni los partidos, ni la sociedad vasca y espa?ola. Si se consigue la paz, ser¨¢ sin proceso, como punto de partida irreversible para poder abordar las otras cuestiones que arrastran tres d¨¦cadas de violencia injustificada.
Sin embargo, el documento contin¨²a aferrado al viejo paradigma de preparar el camino para el final de ETA por el procedimiento de darle la raz¨®n hist¨®rica en su decisi¨®n de combatir la democracia y la autonom¨ªa, y de reclamar para su apaciguamiento las aspiraciones pol¨ªticas que no ha logrado imponer con las armas. Da la impresi¨®n de que la izquierda abertzale sigue pensando que se le puede dar marcha atr¨¢s al reloj de la historia y volver otra vez a 1977, para que el pueblo vasco vuelva a decidir otra vez de cero, seg¨²n sus criterios pol¨ªticos. No quiere darse cuenta de que el autob¨²s de la democracia y del autogobierno que tom¨® la gran mayor¨ªa de la sociedad no va (no puede) volver a la estaci¨®n de salida, y que su ¨²nica opci¨®n es subirse a ¨¦l y, una vez a bordo, tratar de convencer a sus ocupantes -ahora s¨ª "pac¨ªfica y democr¨¢ticamente"- de que la direcci¨®n que propone tomar es la m¨¢s convenciente.
En el camino que debe recorrer Batasuna, las referencias a Sur¨¢frica e Irlanda extrav¨ªan m¨¢s que orientan. Y la referencia a los "principios del senador Mitchell" aplicados en el Ulster, que en otros tiempos quiz¨¢ hubiera suscitado expectativas como se?al de la supuesta voluntad de ETA, suena ex¨®tica aqu¨ª y ahora. El silencio incr¨¦dulo con que ha acogido la propuesta una sociedad vasca que tiene a la violencia en el noveno lugar de sus preocupaciones personales (Soci¨®metro vasco de noviembre) quiz¨¢ sea el mejor favor que se le puede hacer a la izquierda abertzale para que no siga gastando el tiempo y las oportunidades. La salida al "conflicto" no pasa por Belfast o Johannesburgo, sino porque convenza a ETA de que deje las armas o, en caso contrario, rompa con ella. Utilizando el t¨ªtulo del su documento, ¨¦se es el "primer paso" para volver a las instituciones. Y lo tiene que dar en solitario, sin proceso de acompa?amiento.
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