Un barrio levantado entre vecinos
Las familias del PAU de Canillas participaron en la construcci¨®n de sus casas
"Construir esto fue un triunfo; ten¨ªamos cuatro perras, la gente las estaba pasando canutas, se iban en masa a Alemania". Antonio Garc¨ªa Burgos pasea orgulloso por el barrio que vio nacer a sus tres hijos y que ¨¦l mismo dibuj¨® hace m¨¢s de 50 a?os. Fue el delineante ("jefe, porque era el ¨²nico") de Luis Cubillo, arquitecto del Poblado Dirigido de Canillas.
Los PAU no son un concepto nuevo. Con el lenguaje alambicado del r¨¦gimen, Luis Valero, director general del Instituto Nacional de Vivienda escribi¨® en 1956 que hab¨ªa que "agudizar el ingenio
para resolver a la espa?ola el enorme af¨¢n de la patria para dar hogar digno y alegre a todos los compatriotas que de ¨¦l carecen". La situaci¨®n era insostenible, los inmigrantes del campo no cab¨ªan en la ciudad. La gente se hacinaba en infraviviendas. La soluci¨®n: nuevos barrios subvencionados en los que los propios vecinos participaban en la construcci¨®n a cambio de una rebaja en la entrada. Les llamaban las "cuadrillas de domingueros". "No hab¨ªan visto una pala en su vida, pero pon¨ªan empe?o", dice Antonio.
Cubillo se inspir¨® en los dise?os de arquitectos escandinavos
"Fue el proyecto del que m¨¢s disfrut¨® mi padre", explica Luis Cubillo, hijo del arquitecto. "Se sab¨ªa la vida de todos, cu¨¢ntos hijos ten¨ªan, si se pon¨ªan enfermos...". Lo que m¨¢s valoraba era el agradecimiento de aquella gente que hac¨ªa verbenas cada vez que acababan una obra. "Si alguien se mor¨ªa o le ocurr¨ªa algo, los dem¨¢s segu¨ªan con su vivienda y le daban la casa a la familia. Hab¨ªa unos lazos de solidaridad que no se dieron en otros poblados", explic¨® Cubillo padre en una entrevista. "Cuando la prestaci¨®n personal se hace con viviendas unifamiliares es hasta cierto punto comprensible, pero es que yo me lanc¨¦ a hacer viviendas de cuatro plantas, y hubo que echarle mucho valor. Todos los d¨ªas pensaba en la que se iba a armar". Al final no se arm¨® nada. Salvo un barrio. Y un futuro para 1.500 familias. Y una peque?a revoluci¨®n arquitect¨®nica.
Los poblados fueron una grieta por donde se col¨® la arquitectura moderna en la Espa?a franquista. Se los encargaron a un grupo de arquitectos j¨®venes que miraban hacia Europa. Cubillo adoraba el neoplasticismo (inspirado por los cuadros de Mondrian) y a su coet¨¢neo dan¨¦s Arno Jacobsen. Elimin¨® todo lo superfluo ("le pon¨ªan nervioso los aleros", dice su hijo), busc¨® la pureza geom¨¦trica y la belleza abstracta. Las hileras de casitas (entonces "hoteles", ahora, "adosados") repet¨ªan patrones en la cer¨¢mica de sus fachadas; las torres jugaban con los claros y las sombras. Incluso la caseta de obra era modern¨ªsima y estaba hecha con tablones finlandeses.
Hoy queda muy poco del barrio n¨®rdico que so?¨® Cubillo. "Cada vecino ha personalizado su casa; el resultado no es nada escandinavo", ironiza el hijo del arquitecto frente al pastiche est¨¦tico. Un adosado tiene un toldo a rayas, otro una entrada tirolesa, el de m¨¢s all¨¢ ha cerrado el jard¨ªn para ampliar el sal¨®n. Un vecino incluso ha construido un tercer piso al que se accede por una escalera de caracol externa. El proyecto original era hermoso, pero no tan funcional. Las cubiertas invertidas (como una uve) dejaban escapar la calefacci¨®n y la mayor¨ªa ha colocado encima tejados a dos aguas. En las torres, la expresiva fachada de madera no aguant¨® el paso de los a?os y fue sustituida por otra de chapa.
S¨®lo permanece pr¨¢cticamente igual la exquisita parroquia de Nuestra Se?ora del Tr¨¢nsito. Es el triunfo de la abstracci¨®n geo-m¨¦trica: un tri¨¢ngulo. Por dentro, sin embargo, es territorio Kiko y le han colocado sobre el altar un cuadro con muchos dorados del mism¨ªsimo Arg¨¹ello y una piscina de m¨¢rmol donde se bautiza por inmersi¨®n. Originalmente era un templo austero con una pila de piedra.
Cuesta imaginar una iglesia tan vanguardista en un barrio donde la basura se recog¨ªa en carro y en un pa¨ªs que cerraba los ojos a lo que pasaba fuera. Cuenta Antonio que cuando se inaugur¨® la iglesia vino a visitarla Franco. El barrio se visti¨® de gala, pero el coche oficial pas¨® de largo sin que el general¨ªsimo se bajase. Como en Bienvenido, Mister Marshall. Est¨¢bamos a¨²n muy lejos de ser Escandinavia.
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