'Alakrana': lo que cuenta es el futuro
Todos nos sentimos aliviados cuando se anunci¨® oficialmente que los secuestrados del Alakrana estaban en libertad (que no liberados). El subsiguiente debate pol¨ªtico comenz¨® inmediatamente y cada uno trata de llevar el ascua a su sardina; las cosas son como son. La verdad es que materia para la controversia "hayla".
Es momento para comenzar a aportar algunas reflexiones m¨¢s t¨¦cnicas, para colaborar en lo que en argot militar son las "lecciones aprendidas". No es tarea f¨¢cil; hay demasiadas oscuridades, contradicciones, informaciones parciales y omisiones notables. Aclararlas ayudar¨ªa a saber lo que fue y lo que no deber¨ªa haber sido.
Se extiende una percepci¨®n de humillaci¨®n al Estado. La Armada espa?ola no parece haber salido muy prestigiada en todo este asunto; y esto no es justo. Durante la "crisis" ha habido demasiado ruido y mucha confusi¨®n. En los de fuera eran esperables, en los de dentro no tanto. Demasiados portavoces, primero militares, despu¨¦s pol¨ªticos y finalmente militares (estos, mayormente, cuando hay problemas o malas noticias que anunciar o reconocer).
Nunca debe descartarse el recurso a la fuerza en defensa de los intereses del Estado
No es muy concebible que una acci¨®n de tan grandes repercusiones potenciales como la detenci¨®n de dos piratas fuera decidida motu proprio y sobre la marcha por el comandante de la fragata Canarias.
Habiendo tiempo, parece m¨¢s razonable que la informaci¨®n sobre esa posibilidad se pasase desde el barco a la autoridad -militar por supuesto-, en Madrid. Si, adem¨¢s, exist¨ªa un informe del Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas desaconsejando la detenci¨®n, lo l¨®gico es que tal autoridad asesora recabara el pl¨¢cet pol¨ªtico antes de ordenarla.
Si la cadena se rompi¨® y el asunto se present¨® a la c¨¦lula de crisis como fait accompli, eso es otra grave historia. No cabe duda de que la detenci¨®n primero y el traslado de los detenidos a Espa?a despu¨¦s complicaron much¨ªsimo el escenario, lo que no deja de ser algo un poco perverso -dicho sea con todo respeto-, porque lo que se haga deber¨ªa ser para facilitar la consecuci¨®n del objetivo final (liberar a los secuestrados) y no para obstaculizarlo.
Tampoco hay que pasarse en las "decisiones por unanimidad", porque cuando se re¨²ne eventualmente un grupo de personas entre las que hay relaciones jer¨¢rquicas y de subordinaci¨®n laboral, lo que sale de las reuniones son decisiones de quien dirige. Los dem¨¢s son asesores. Estos, en otro caso, sobrar¨ªan (?Ay, esos asesoramientos!).
Nuestros atuneros tienen derecho a sentirse arropados y razonablemente protegidos por el Estado al que pertenecen, el espa?ol. La Ley Org¨¢nica de la Defensa Nacional prev¨¦ las operaciones que "consistan en actividades destinadas a proteger la vida de su poblaci¨®n y sus intereses".
Localiz¨¢ndose la amenaza en una zona concreta, grande pero limitada, y trat¨¢ndose la pesca de un sector estrat¨¦gico para Espa?a, por producci¨®n y por consumo, no se ven las tremendas razones que impedir¨ªan emplear a nuestra infanter¨ªa de marina para la protecci¨®n inmediata de estos intereses lo que, adem¨¢s podr¨ªa a?adir otros potenciales dividendos en t¨¦rminos de Estado.
Las reglas son para todos. Salirse alegremente de la zona protegida presentando tan f¨¢cil objetivo a los piratas es algo que no debi¨® hacerse en ning¨²n caso.
El momento posterior a la finalizaci¨®n del secuestro ha sido decepcionante. Muchos acusan a nuestra Armada de incapacidad para detener el bote con los ¨²ltimos piratas cuando se dirig¨ªan a tierra.
El argumento no es malo: en el escenario se encontraban dos de las mejores fragatas que surcan los mares, portando sendos helic¨®pteros SH-60 Lamps Seahawk de lucha anti-superficie. La luz demanda un an¨¢lisis m¨¢s profundo puesto que, adem¨¢s, la calidad profesional y aeron¨¢utica de nuestros marinos de guerra est¨¢ en la vanguardia mundial.
El relato de los hechos parece incompleto. Los elementos esenciales para el an¨¢lisis son dos: las reglas de enfrentamiento (ROE,s) y los tiempos. Estos ¨²ltimos son f¨¢ciles de analizar. Combinando la distancia del Alakrana a la orilla, la velocidad del bote o esquife en el que hu¨ªan los secuestradores, la distancia de los helic¨®pteros al atunero y la propia velocidad del helic¨®ptero, se puede concluir que el tiempo m¨¢ximo en que dur¨® la posibilidad de detenerlos ser¨ªa no mucho m¨¢s de dos minutos.
Y aqu¨ª entra en juego el aspecto clave, las ROE,s, es decir, qu¨¦ tipo de ¨®rdenes se le dieron al piloto: ?se le orden¨® la detenci¨®n de los piratas a toda costa, incluyendo el empleo de todo el armamento disponible en el helic¨®ptero? ?Se le dijo que tratara de detenerlos por mera intimidaci¨®n? ?Se le orden¨® que evitase a toda costa muertos o heridos entre los piratas? Si este ¨²ltimo fuera el caso, entonces lo mejor hubiera sido externalizar la operaci¨®n contratando a Superm¨¢n.
Un Estado moderno no puede estar a merced del pirata de turno. Nunca debe descartar el recurso a su fuerza en defensa de sus leg¨ªtimos intereses. El pasado, pasado est¨¢. Me preocupa el futuro.
Pedro Pitarch es teniente general en la reserva.
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