El legado de la libertad
John Lynch, bi¨®grafo de Sim¨®n Bol¨ªvar y de Jos¨¦ de San Mart¨ªn, reivindica la figura de los dos grandes h¨¦roes de la independencia. "Ejercieron un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos fueron mod¨¦licos"
Una legi¨®n de ordenanzas, desde la ciudad de Panam¨¢ hasta Tierra del Fuego, se afana en sacarle brillo a los miles de retratos de Sim¨®n Bol¨ªvar y Jos¨¦ Francisco de San Mart¨ªn que presiden las aulas, cuarteles y ministerios desde hace casi dos siglos. Son los rostros mitificados de los dos m¨¢ximos libertadores de Am¨¦rica del Sur que suelen compartir pared con Jesucristo crucificado. Son los h¨¦roes intocables. Aunque el legado de ambos se ha utilizado como al gobernante de turno le viniera mejor, sus vidas han estado por encima de todo, como si hubiesen sido sobrehumanos.
Ning¨²n latinoamericano gusta de asumir que ambos libertadores acabaron su obra apesadumbrados. Los dos empezaron su lucha como aut¨¦nticos republicanos y la terminaron coqueteando con la monarqu¨ªa. Bol¨ªvar lleg¨® incluso a redactar una Constituci¨®n vitalicia y con derecho a elegir sucesor. San Mart¨ªn abandon¨® su Argentina natal y muri¨® en el exilio en Francia, mientras que su par venezolano falleci¨® enfermo en Colombia, poco despu¨¦s de que su sue?o de una Am¨¦rica unida se hubiera roto para siempre.
"El descontento que gener¨® el movimiento independentista fue una reacci¨®n a la pol¨ªtica de los Borbones hacia la regi¨®n"
"San Mart¨ªn y Bol¨ªvar no fueron caudillos". "Ambos primaron los intereses americanos frente a los de sus pa¨ªses y los suyos propios"
"Las dictaduras no constituyen toda la historia de Latinoam¨¦rica. Pero aun en los reg¨ªmenes constitucionales quedaron rastros del pasado"
"San Mart¨ªn y Bol¨ªvar pueden describirse como herederos del absolutismo ilustrado, ambos cre¨ªan que la mejor forma de servir a la independencia era a trav¨¦s de gobiernos fuertes que impusieran el cambio social contra los intereses de los terratenientes", explica el prestigioso hispanoamericanista John Lynch. Para este profesor, "criticar a ambos por haber acabado sus vidas siendo absolutistas conservadores en vez de dem¨®cratas liberales es sacar las cosas de quicio. Ninguno de los dos pod¨ªa satisfacer todos los intereses y no eran tan idealistas como para llevar a sus pa¨ªses hacia la destrucci¨®n en una vaga b¨²squeda de la igualdad. Tuvieron dudas leg¨ªtimas sobre cu¨¢l era el nivel de libertad apropiado y hasta d¨®nde los diferentes grupos opuestos pod¨ªan actuar sin poner en peligro la propia existencia de los nuevos Estados. Respecto al ejercicio de un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos libertadores fueron mod¨¦licos".
El profesor Lynch, de 82 a?os, declin¨® la oferta de hacer una entrevista en Londres por problemas de salud y prefiri¨® hablar sobre las independencias hispanoamericanas desde su ordenador. A trav¨¦s del ciberespacio, el director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres -hoy Instituto de las Am¨¦ricas- desde 1974 a 1987 reflexiona sobre los acontecimientos de hace 200 a?os y c¨®mo ¨¦stos a¨²n marcan la vida de los hispanoamericanos. Es un ir y venir de preguntas que podr¨ªa prolongarse infinitamente.
Lynch conoce la vida de los libertadores como pocos. En 2006 public¨® la biograf¨ªa de Bol¨ªvar y hace s¨®lo unos meses la de San Mart¨ªn (Yapey¨², 1778-Francia, 1850), las dos en la editorial Cr¨ªtica. No s¨®lo relata sus vidas, sino que contextualiza minuciosamente sus decisiones. Desde la grandeza hasta las intrigas y la rivalidad que pudo haber entre los dos... Todo est¨¢ en esos textos. En las biograf¨ªas aprovecha para poner en primer plano y con lujo de detalles la sociedad hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX. Son el complemento de otros dos textos clave de Lynch para entender la construcci¨®n de los nuevos Estados: Las revoluciones hispanoamericanas, 1808- 1826 (Ariel, 1989) y Caudillos en Hispanoam¨¦rica, 1800-1850 (Mapfre, 1993).
Bol¨ªvar, nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, era hijo de un terrateniente y comerciante criollo de buena posici¨®n. La familia lleg¨® a solicitar un t¨ªtulo nobiliario cuya tramitaci¨®n nunca se concret¨®. El joven Sim¨®n se educ¨® en su tierra natal, pero su fortuna le permiti¨®, siendo a¨²n adolescente, viajar a Europa. Contrajo matrimonio a los 19 a?os con Mar¨ªa Teresa Rodr¨ªguez del Toro en Madrid. Ella muri¨® menos de dos a?os despu¨¦s de fiebre amarilla y ¨¦l nunca volvi¨® a casarse. Dedic¨® su vida a conjugar la pol¨ªtica, la diplomacia y la guerra.
El 25 de febrero de 1778 naci¨® San Mart¨ªn en Yapey¨², hoy provincia de Corrientes, Argentina. All¨ª estaba destinado su padre, un militar palentino, para administrar los bienes que hab¨ªan dejado los jesuitas tras su expulsi¨®n. A los siete a?os regres¨® a Espa?a y con apenas 11 se enrol¨® en el Regimiento de Murcia. Combati¨® en Melilla y Or¨¢n y contra los franceses en Bail¨¦n. Renunci¨® al Ej¨¦rcito espa?ol en 1811.
Por entonces, tanto Bol¨ªvar como San Mart¨ªn supieron advertir la debilidad de Espa?a como potencia imperial y la importancia de Gran Breta?a como aliado. Bol¨ªvar, asegura, Lynch, valor¨® que Londres "proporcionaba a Hispanoam¨¦rica la protecci¨®n que ¨¦sta necesitaba: la Marina brit¨¢nica, en pos de los intereses brit¨¢nicos [sobre todo comerciales], impedir¨ªa cualquier agresi¨®n europea en las Am¨¦ricas".
"Las crecientes demandas econ¨®micas de las colonias espa?olas son un aspecto importante de la independencia y San Mart¨ªn y Bol¨ªvar fueron conscientes de ello. Sin embargo, ¨¦sta no es la explicaci¨®n fundamental de la crisis. El Gobierno de los Borbones cambi¨® el car¨¢cter del Estado colonial y el ejercicio del poder en Am¨¦rica. Carlos III y sus ministros sab¨ªan menos de la Am¨¦rica espa?ola que los historiadores modernos. Los datos los ten¨ªan. Los informes de las capitales virreinales ya hab¨ªan empezado a registrarse en el Archivo de Indias. Pero nadie los le¨ªa o, si lo hac¨ªan, no los entend¨ªan. El pasado fue ignorado, hasta repudiado. El reinado de los Habsburgo se hab¨ªa relacionado con sus colonias a trav¨¦s del consenso y, desde 1650 hasta 1750, hab¨ªa permitido a los criollos tener acceso a la burocracia y los negocios. Los americanos desarrollaron un mercado interior pujante", explica el historiador.
"Pero, a partir de 1750, los Borbones decidieron poner fin a esta anomal¨ªa y volver a los tiempos en que se degradaba a los criollos. El objetivo era restaurar la grandeza imperial de Espa?a, y al hacerlo, alienar a la ¨¦lite criolla que vio c¨®mo el Gobierno y la econom¨ªa de Am¨¦rica pasaba a manos exclusivas de los espa?oles peninsulares", recuerda el hispanoamericanista. "Esta deconstrucci¨®n del Estado criollo, este proceso de desamericanizaci¨®n de Am¨¦rica, fue el disparador de las revoluciones por la independencia. Fue este absolutismo colonial el que gener¨® los movimientos de resistencia que acabaron dirigiendo San Mart¨ªn y Bol¨ªvar".
Los libertadores estuvieron a punto de encontrarse a finales de 1811 en Londres, pero San Mart¨ªn lleg¨® poco despu¨¦s de que Bol¨ªvar y otro venezolano, Francisco de Miranda, marcharan a Am¨¦rica a impulsar el movimiento independentista. Miranda, considerado por muchos historiadores el padre de la emancipaci¨®n americana, fue m¨¢s tarde acusado por Bol¨ªvar de traidor a la causa y entregado por ¨¦ste al Ej¨¦rcito espa?ol. El militar, que hab¨ªa luchado en la Revoluci¨®n Francesa y la independencia de Estados Unidos, muri¨® enfermo en una prisi¨®n de C¨¢diz en 1816. M¨¢s de un estudioso ha interpretado que Bol¨ªvar traicion¨® a Miranda para ser la ¨²nica cabeza del movimiento revolucionario.
En 1822 en Guayaquil, tras el ¨²nico encuentro que mantuvieron los dos libertadores, San Mart¨ªn tambi¨¦n se march¨® con la sospecha de que Bol¨ªvar le hab¨ªa negado el apoyo militar necesario para acabar en Per¨² la guerra contra Espa?a con el fin de convertirse en el ¨²nico h¨¦roe de la gesta. "San Mart¨ªn nunca pudo explicarse a s¨ª mismo o a otros las razones de la negativa. Es plausible creer que Bol¨ªvar quiso quedarse con toda la gloria", reconoce Lynch. Dos a?os m¨¢s tarde, el mariscal Antonio Jos¨¦ de Sucre, el oficial favorito de Bol¨ªvar, libr¨® en Ayacucho la ¨²ltima batalla por la independencia.
Mucho antes de la victoria final sobre el Ej¨¦rcito espa?ol, San Mart¨ªn y Bol¨ªvar se hab¨ªan dado cuenta de que las luchas intestinas por el poder en Am¨¦rica del Sur iban a ser un peligro mucho mayor que la Corona. El general argentino arm¨® el Ej¨¦rcito de los Andes, cruz¨® la cordillera para emancipar Chile con escasa ayuda de Buenos Aires y se embarc¨® para liberar Per¨² desobedeciendo ¨®rdenes del Gobierno porte?o, mientras que el venezolano vio cuestionada su autoridad por los dirigentes locales en varias ocasiones. Lleg¨® a sofocar sin piedad una revuelta de los mestizos encabezada por Manuel Piar, un general muy cercano al libertador.
"El caudillismo es la forma primitiva de la dictadura moderna y no deriva del colonialismo espa?ol. Espa?a gobernaba Am¨¦rica Latina a trav¨¦s de las instituciones tradicionales de la propia monarqu¨ªa -virreyes, gobernadores, audiencias-, no a trav¨¦s de los caudillos. Pero el derrumbe de los Borbones en 1808 dej¨® un vac¨ªo de poder en Am¨¦rica que los l¨ªderes locales se apresuraron a llenar", reflexiona Lynch. "El caudillismo es, pues, un producto de las guerras de independencia, cuando los l¨ªderes regionales pudieron reunir los hombres y los recursos y, a trav¨¦s de ellos, ejercer el poder y el clientelismo pol¨ªtico. Tras la independencia el caudillismo continu¨® desarroll¨¢ndose, aunque no de forma ininterrumpida. La dictadura de Rosas en Argentina y m¨¢s tarde el Gobierno de Per¨®n ten¨ªan sus se?as: absolutismo, exclusivismo y abuso del patronazgo. Estadistas como San Mart¨ªn y Bol¨ªvar no fueron caudillos. Ellos no tuvieron una base econ¨®mica personal o de fortaleza social para alzarse como tales".
A menudo, cuenta el profesor, se le pregunta si Hugo Ch¨¢vez, que ha cambiado el nombre de su pa¨ªs por el de Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela, puede invocar a Bol¨ªvar como modelo. "Para responder menciono tres cuestiones: en primer lugar, se llama a s¨ª mismo un "revolucionario bolivariano" y habla de establecer un Estado socialista. Bol¨ªvar nunca promovi¨® una revoluci¨®n social ni pretendi¨® hacerlo. La redistribuci¨®n de la tierra, la igualdad racial, la abolici¨®n de la esclavitud, los decretos a favor de los indios eran las pol¨ªticas de un reformista, no de un revolucionario. Bol¨ªvar era demasiado realista para creer que pod¨ªa cambiar la estructura de la sociedad de Am¨¦rica del Sur por la imposici¨®n de leyes o pol¨ªticas inaceptables para los principales grupos de inter¨¦s. La segunda cuesti¨®n se refiere a las relaciones internacionales. Bol¨ªvar cultiv¨® el apoyo de las grandes potencias, no de los pa¨ªses marginales. Mantuvo cierto recelo hacia Estados Unidos pero admiraba c¨®mo este pa¨ªs hab¨ªa encarnado los ideales de igualdad y libertad. Fue deferente hacia el poder imperial de Gran Breta?a. El comercio y las inversiones brit¨¢nicas los vio como un beneficio, no como una amenaza. La tercera cuesti¨®n es tal vez la ¨²nica que le da la raz¨®n a Ch¨¢vez. Una de las ideas m¨¢s controvertidas de Bol¨ªvar era que los presidentes deb¨ªan servir de por vida y tener el poder de nombrar a su sucesor. Y el historial de Ch¨¢vez muestra que ¨¦l siempre est¨¢ hambriento de poder".
El argentino Juan Manuel de Rosas, el venezolano Jos¨¦ Antonio P¨¢ez, el mexicano Antonio L¨®pez de Santa Anna o el guatemalteco Rafael Carrera, entre otros, fueron los precursores de un modelo de gobierno que ha perdurado en Am¨¦rica Latina, un sistema personalista sustentado en la relaci¨®n patr¨®n-cliente. "La figura del caudillo, que normalmente proced¨ªa de una base de poder regional, supuso uno de los mayores obst¨¢culos para el desarrollo de las naciones. La soberan¨ªa personal destru¨ªa las constituciones. El caudillo se convirti¨® en el Estado y el Estado en propiedad del caudillo. Parad¨®jicamente, los caudillos tambi¨¦n pudieron actuar como defensores de los intereses nacionales contra las incursiones territoriales, las presiones econ¨®micas y otras amenazas externas, fomentando, asimismo, la unidad de sus pueblos y elevando el grado de conciencia nacional. Los caudillos eran representantes y a la vez enemigos del Estado-naci¨®n", aclara Lynch. "La historia de las dictaduras no constituye toda la historia de Latinoam¨¦rica. Pero aun en los reg¨ªmenes constitucionales quedaron rastros del pasado. Desde el caudillismo primitivo, pasando por la dictadura olig¨¢rquica, hasta los l¨ªderes populistas, la tradici¨®n del caudillo fue dejando huella en el proceso pol¨ªtico. Quiz¨¢s la cualidad m¨¢s importante de los caudillos, que les sirvi¨® para sobrevivir a los avatares de la historia, haya sido el personalismo, descrito por un historiador como la sustituci¨®n de las ideolog¨ªas por el prestigio personal del jefe".
Los libertadores fueron capaces de advertir muchos de los males que azotar¨ªan a la regi¨®n en los a?os venideros. En su carta de despedida del pueblo peruano, San Mart¨ªn alert¨® sobre el peligro de los golpes de Estado: "Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra est¨¢n cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elecci¨®n de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado por m¨¢s desprendimiento que tenga es temible a los Estados que de nuevo se constituyen...", escribi¨® el 30 de septiembre de 1822. Esa misma noche se embarc¨® rumbo al exilio.
Sim¨®n Bol¨ªvar plasm¨® su decepci¨®n en noviembre de 1830 en una carta al general Flores, el primer presidente del flamante Ecuador: "Usted sabe que he mandado 20 a?os y de ellos no he sacado m¨¢s que pocos resultados ciertos: 1. La Am¨¦rica es ingobernable para nosotros. 2. El que sirve a una revoluci¨®n ara en el mar. 3. La ¨²nica cosa que se puede hacer en Am¨¦rica es emigrar. 4. Este pa¨ªs caer¨¢ infaliblemente en manos de una multitud desenfrenada, para despu¨¦s pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas...".
A pesar del desencanto, John Lynch acaba las dos biograf¨ªas convencido de que ambos libertadores fueron hombres tenaces que llevaron sus ideales hasta las ¨²ltimas consecuencias. Tal vez acabaron sus vidas con cierto sabor amargo, pero convencidos de su obra. Ambos primaron los intereses americanos frente a los de sus pa¨ªses y los suyos propios. San Mart¨ªn nunca pretendi¨® una uni¨®n regional. No ignor¨® las diferencias entre Argentina, Chile y Per¨²; y las asumi¨® con el mayor pragmatismo. Bol¨ªvar s¨ª mantuvo durante 12 a?os su sue?o de la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panam¨¢ y Ecuador juntos). Y aun quebrado su proyecto, preserv¨® la ilusi¨®n de una Am¨¦rica libre e igualitaria hasta el ¨²ltimo aliento.
"En la v¨ªspera de los bicentenarios de las independencias", reflexiona Lynch, "Espa?a puede argumentar que su imperio en Am¨¦rica no fue malvado. Hay muchas cosas de las cuales puede enorgullecerse: la organizaci¨®n de las instituciones, el desarrollo econ¨®mico y la educaci¨®n de los pueblos, entre otras cosas. El descontento de los criollos que gener¨® el movimiento independentista no fue el resultado de tres siglos de opresi¨®n despiadada, sino una reacci¨®n a la pol¨ªtica de los Borbones hacia la regi¨®n y a los acontecimientos de 1808".
San Mart¨ªn. Soldado argentino, h¨¦roe americano. John Lynch. Traducci¨®n de Alejandra Chaparro. Cr¨ªtica. Barcelona, 2009. 416 p¨¢ginas. 28 euros.
Gritos de independencia
El primer levantamiento independentista se produce en Charcas, hoy Sucre, en Bolivia el 25 de mayo de 1809. A su vez en todo el continente, para evitar una confrontaci¨®n militar, los patriotas hispanoamericanos propusieron una f¨®rmula de transici¨®n basada en traspasar la autoridad pol¨ªtica a los cabildos capitalinos transformados en Cabildos Abiertos, y ¨¦stos en Juntas de Gobierno regionales, elegidas por el pueblo, y consideradas como la m¨¢xima autoridad. Uno de los primeros en poner en marcha estos cabildos autogestionados fue M¨¦xico (que proclam¨® la independencia en 1813). La instauraci¨®n de estos Cabildos, primer paso para la independencia, fue la siguiente: Caracas el 18 de abril de 1810 (con la independencia sellada tras una batalla el 24 de mayo de 1821), virreinato de R¨ªo de la Plata con el cabildo de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 (independencia definitiva en 1816), virreinato de la Nueva Granada con el cabildo de Santaf¨¦ de Bogot¨¢ el 20 de julio de 1810 (independencia definitiva de Colombia en 1819), Capitan¨ªa General de Chile con el cabildo de Santiago de Chile el 18 de septiembre de 1810 (independencia definitiva 1818) y Quito el 19 de septiembre de 1810 (Guayaquil proclama la independencia en 1820 y Quito en 1822). -
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