No s¨®lo en el D¨ªa Mundial contra el Sida

Es indudable que las personas infectadas con el VIH siguen sufriendo discriminaci¨®n: la sociedad es hostil y poco comprensiva ante la enfermedad, y ve en los enfermos culpables o estigmatizados m¨¢s que v¨ªctimas. A pesar de todas las campa?as habidas hasta el momento a¨²n no hemos conseguido que la colectividad vea en el VIH y el sida lo que son: una infecci¨®n y una enfermedad, cr¨®nicas y m¨¢s graves que muchas otras, desde luego, pero una enfermedad m¨¢s.

Demasiado pesan todav¨ªa los estigmas del homosexual, el drogadicto o la prostituta que muchas veces poco tienen que ver con el enfermo y que, desde luego, nada pueden decirnos sobre su sufrimiento. A la lucha -a menudo dura- contra el virus se une aquella que los enfermos libran la mayor¨ªa de las veces en silencio contra los prejuicios, la intolerancia y la soledad en la que forzosamente viven. Su mal cambia la percepci¨®n que de ellos tienen quienes les rodean, muchas veces tambi¨¦n la de los seres m¨¢s queridos: amigos, familiares o la pareja.

Si la calidad de vida de los seropositivos ha mejorado es, sobre todo, por los medicamentos y s¨®lo en menor medida porque el clima social les acompa?e.

No s¨®lo en el D¨ªa Mundial contra el Sida, sino todos los d¨ªas del a?o, los enfermos de VIH necesitan nuestra complicidad, pero tambi¨¦n nuestra comprensi¨®n y nuestro cari?o. Bastante pesa ya la amenaza del deterioro o incluso la muerte f¨ªsica como para que encima a este lastre haya que sumar el de una marginaci¨®n social.