El Estado de la Obesidad
No voy a hablar del ni?o m¨®rbido pero su caso me servir¨¢ para hilar a pie de obra una fabulilla sobre la comida basura que indudablemente est¨¢ engordando hasta extremos inauditos la barriga de este Estado llamado del Bienestar por muchos, pero que yo sostengo que es un Estado de la Obesidad.
La ¨²ltima crisis detectada hace tres a?os por los analistas y que ha sacudido el mundo como una gelatina ten¨ªa ya un comportamiento parecido al de la hamburguesa XXL, mataba el hambre de los necesitados pero obstru¨ªa las arterias del aparato circulatorio hasta extremos que se han tornado pr¨®ximos al infarto.
La met¨¢fora de Fanny Mae y las subprime, de Martinsa y sus replicantes de por ac¨¢ se puede explicar cl¨ªnicamente como un exceso de hipercolesterolemia, una panza tan llena de residuos, tan opulenta desde fuera y que sin embargo estaba plagada de peligros para cualquier observador atento a la salud del paciente. Ahora bien, los Estados siguieron jugando su partida sin ver que los agudos endocrinos de las finanzas estaban suministrando un veneno de dif¨ªcil medicaci¨®n. Esa b¨¢sicamente es la cruel historia de amor del capitalismo reciente.
La crisis se produjo por una hamburguesa XXL: mataba el hambre pero obstru¨ªa las arterias
El adelgazamiento propugnado por las pasarelas internacionales del neoliberalismo estaba en entredicho: sus modelos anor¨¦xicos hab¨ªan engordado tanto y sin raz¨®n aparente que todo el mundo se preguntaba ad¨®nde hab¨ªan ido a parar las sacrosantas razones de la no intervenci¨®n en los mercados, es decir, de la correcta alimentaci¨®n del paciente. Y no es que al neoliberalismo le importe un bledo el hambre en el mundo, que no le importa, sino que hac¨ªa la vista gorda a una nueva receta que, ah¨ªta de ganancias y dinero f¨¢cil, dejaba ver el plumero, es decir, el pan para hoy hambre para ma?ana estaba a la vuelta de la esquina.
Ni el hambre le importaba ni la sostenibilidad tampoco, palabra ¨¦sta que parece llenar hoy el est¨®mago de la utop¨ªa, pues al parecer la consigna desde Wall Street y otras cocinas del infierno era la de engordar como cerdos y navegar por los cielos como globos aerost¨¢ticos.
Pero el globo pinch¨® y he ah¨ª que el denostado Estado del Bienestar tuvo que tomar cartas en el asunto y ocuparse de que el ni?o no siguiera engordando porque con ¨¦l reventar¨ªa tambi¨¦n la probabilidad de que la dieta neoliberal reventara las ca?er¨ªas donde el flujo sangu¨ªneo y el flujo monetario se mezclan en el mismo torrente.
La crisis, y sigo con la met¨¢fora, tiene unas propiedades muy curativas para el sistema: la primera es el adelgazamiento, la segunda una oportunidad para introducir otras dietas. Sin embargo, hete ah¨ª, que la mayor¨ªa del grupo diet¨¦tico del G-20 ha echado una mano a los mismos dispensadores de comida basura: los bancos. Y estos han hecho una cosa: reponer fuerzas sin dar un duro a las familias necesitadas, es decir siguen ceb¨¢ndose sin arrojar el hueso.
Contada de este modo la f¨¢bula, acostumbrados a a?os de bonanza alimenticia, no nos sorprende que los fam¨¦licos de una y otra condici¨®n llamen a las puertas del Estado para dilucidar las nuevas situaciones de desnutrici¨®n tales como la de los marineros del Alakrana, la de la activista saharaui en huelga de hambre, la del timo de la estampita de Afinsa y, por supuesto, la del ni?o obeso que sus pobres padres han engordado tan a conciencia que la Xunta le tiene que poner a dieta.
El dilema de los omn¨ªvoros, en estos d¨ªas que a lo largo del pa¨ªs se sacrifican cerdos por doquier cebados hasta la saciedad, es preocupante: el planeta se va degradando cada vez m¨¢s por nuestro ancestral comportamiento carn¨ªvoro, aunque si convenimos que los animales tienen derechos, ?qu¨¦ demonios hacemos comi¨¦ndolos?
Otra premonici¨®n resulta de las fusiones altas en calor¨ªas: est¨¢ de moda pensar que las finanzas cuanto m¨¢s rellenitas mejor y ah¨ª est¨¢ Feij¨®o como Hamlet tratando de fusionar el cerdito de los coru?eses con los vigueses. No sabemos si el cocinero saldr¨¢ airoso de este caldo gordo. Desde aqu¨ª le proponemos que adem¨¢s de respetar el derecho de los animales piense tambi¨¦n en el precio de la cebada. Respecto del ni?o algunos pensar¨¢n que puede seguir comiendo gusanitos tranquilamente aunque seg¨²n el derecho universal, por dif¨ªcil que sea entenderlo, alguien tiene que decirle que tambi¨¦n existen los grelos.
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