La pol¨ªtica clim¨¢tica del carb¨®n
En el Tratado de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clim¨¢tico de 1992, el mundo se comprometi¨® a "evitar interferencias antropoc¨¦ntricas peligrosas en el sistema clim¨¢tico". Con todo, desde entonces las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido aumentando significativamente.
Estados Unidos ha demostrado ser de los principales rezagados del mundo, tras negarse a firmar el Protocolo de Kioto de 1997 y negarse a adoptar cualquier control interno efectivo de emisiones. A medida que se acerca la cumbre global de Copenhague, en este mismo mes de diciembre, para negociar un instrumento sucesor del Protocolo de Kioto, Estados Unidos es, una vez m¨¢s, la principal preocupaci¨®n. Incluso ahora, la pol¨ªtica estadounidense sigue estando fuertemente dividida en cuanto al tema del cambio clim¨¢tico -aunque el presidente Barack Obama tiene nuevas oportunidades para desbloquear la situaci¨®n.
Hasta hace poco se cre¨ªa que China y la India ser¨ªan el obst¨¢culo en la negociaci¨®n sobre el cambio clim¨¢tico
La pol¨ªtica de EE UU sigue estando muy dividida, pero Obama tiene la oportunidad de desbloquear la situaci¨®n
Un a?o despu¨¦s del Tratado de 1992, el presidente Bill Clinton intent¨® introducir un impuesto a la energ¨ªa que habr¨ªa ayudado a Estados Unidos a empezar a reducir su dependencia de los combustibles f¨®siles. La propuesta no s¨®lo fracas¨®, sino que provoc¨® una reacci¨®n pol¨ªtica en contra. Cuando se adopt¨® el Protocolo de Kioto en 1997, Clinton ni siquiera lo env¨ªo al Senado estadounidense para su ratificaci¨®n, a sabiendas de que ser¨ªa rechazado.
El presidente George W. Bush desconoci¨® el Protocolo en 2001 y pr¨¢cticamente no hizo nada por el cambio clim¨¢tico durante su presidencia.
Hay diversas razones que explican la inacci¨®n de Estados Unidos -incluidas la ideolog¨ªa y la ignorancia cient¨ªfica-, pero mucho se reduce a una palabra: carb¨®n. Al menos 25 Estados producen carb¨®n, que no s¨®lo genera ingresos, empleos y recaudaci¨®n fiscal, sino tambi¨¦n contribuye con una parte desproporcionadamente elevada de su energ¨ªa.
Las emisiones per c¨¢pita de carbono en los Estados estadounidenses que producen mineral de carb¨®n tienden a ser mucho m¨¢s altas que la media nacional. Dado que cuando se aborda el cambio clim¨¢tico se enfoca principalmente la reducci¨®n de las emisiones del carb¨®n -el combustible con mayor intensidad en carbono de todos-, dichos Estados est¨¢n particularmente temerosos de las implicaciones econ¨®micas de cualquier control (aunque las industrias del autom¨®vil y el petr¨®leo no se quedan muy atr¨¢s).
El sistema pol¨ªtico de Estados Unidos tambi¨¦n plantea problemas especiales. Para ratificar un tratado se requiere el respaldo de 67 de los 100 miembros del Senado, un obst¨¢culo casi infranqueable. El Partido Republicano, con sus 40 esca?os, sencillamente tiene demasiados ide¨®logos -y, en efecto, demasiados senadores decididos a desbaratar cualquier iniciativa de Obama- como para conseguir el m¨ªnimo de 67 votos. Adem¨¢s, el Partido Democr¨¢tico incluye senadores de Estados que producen carb¨®n y petr¨®leo, lo cual hace improbable que respalden acciones en¨¦rgicas.
Esta vez, la idea es evitar la dependencia de los 67 votos, al menos al principio, concentr¨¢ndose en la legislaci¨®n interna y no en un tratado. Seg¨²n la Constituci¨®n de Estados Unidos, la legislaci¨®n interna (a diferencia de los tratados internacionales) requiere de una mayor¨ªa simple tanto en la C¨¢mara de Representantes como en el Senado para que pueda ser enviada al presidente para su firma. Es casi seguro que se conseguir¨¢n 50 votos para una ley de cambio clim¨¢tico (con el voto del vicepresidente, que romper¨ªa un eventual empate).
Sin embargo, los que se opongan a la legislaci¨®n pueden amenazar con una maniobra obstruccionista (mantener las conversaciones durante un periodo indefinido, paralizando as¨ª las actividades del Senado), que puede concluirse solamente si 60 senadores aprueban que la iniciativa se lleve a votaci¨®n. De otra manera, la iniciativa propuesta puede echarse abajo incluso si tiene el respaldo de una mayor¨ªa simple. Eso ser¨¢ ciertamente lo que suceder¨¢ con la iniciativa interna de cambio clim¨¢tico. Hay una cuesta muy empinada para llegar a asegurar 60 votos.
Los analistas pol¨ªticos saben que los votos depender¨¢n de la ideolog¨ªa de cada senador, de los patrones de voto de los Estados y de su dependencia del carb¨®n en relaci¨®n con otras fuentes de energ¨ªa. Seg¨²n un an¨¢lisis basado en estos factores, hay 50 votos a favor probables de los dem¨®cratas, 34 republicanos en contra y 16 por decidir. Diez de esos votos son dem¨®cratas, principalmente de Estados productores de carb¨®n; los otros seis son republicanos, que podr¨ªan aunar su voto al del presidente y la mayor¨ªa dem¨®crata.
Hasta hace poco, muchas personas cre¨ªan que China y la India ser¨ªan los verdaderos obst¨¢culos en las negociaciones sobre el cambio clim¨¢tico. No obstante, China ha anunciado un conjunto de iniciativas importantes -en tecnolog¨ªa solar, e¨®lica, nuclear y de captura de carbono- para reducir la intensidad en gases de efecto invernadero de su econom¨ªa.
La India, que durante mucho tiempo se pens¨® que podr¨ªa frenar los avances, ha declarado que est¨¢ dispuesta a adoptar un plan de acci¨®n nacional significativo con miras a tener una energ¨ªa sostenible. Estas acciones ejercen una presi¨®n creciente sobre Estados Unidos. Ahora que los pa¨ªses en desarrollo est¨¢n mostrando su voluntad de llegar a un acuerdo global, ?podr¨ªa el Senado de Estados Unidos realmente ser el ¨²ltimo obst¨¢culo para el mundo?
Obama tiene a su disposici¨®n herramientas para que Estados Unidos se una a la corriente mayoritaria global en materia de cambio clim¨¢tico. En primer lugar, est¨¢ negociando acuerdos independientes con los senadores que est¨¢n en contra para mitigar el impacto econ¨®mico sobre los Estados productores de carb¨®n e incrementar las inversiones estadounidenses en la investigaci¨®n, desarrollo y probable adopci¨®n de tecnolog¨ªas de carb¨®n limpio.
En segundo lugar, puede ordenar a la Agencia de Protecci¨®n Ambiental que imponga controles administrativos a las plantas de carb¨®n y los productores de autom¨®viles incluso si el Congreso no aprueba la nueva legislaci¨®n. La v¨ªa administrativa podr¨ªa resultar incluso m¨¢s importante que la v¨ªa legislativa.
La pol¨ªtica en el Senado estadounidense no debe ocultar un punto m¨¢s importante: Estados Unidos ha actuado de manera irresponsable desde que se firm¨® el tratado sobre el clima en 1992. Es el pa¨ªs m¨¢s grande y poderoso del mundo y el mayor causante del cambio clim¨¢tico hasta ahora, y se ha comportado sin el menor sentido de la responsabilidad -hacia sus propios ciudadanos, hacia el mundo y hacia las generaciones futuras.
Incluso los senadores de los Estados productores de carb¨®n deber¨ªan sentirse avergonzados. Es cierto que sus Estados necesitan ayuda adicional, pero no se debe permitir que los intereses locales pongan en peligro el futuro de nuestro planeta. Ya es tiempo de que Estados Unidos se reintegre a la familia global.
? Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducci¨®n de Kena Nequiz.
Jeffrey Sachs es profesor de Econom¨ªa y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia.
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