Las armas secretas de Mussolini en Espa?a
La investigaci¨®n de un periodista italiano da cuenta de que el fascismo desarroll¨® un letal y ambicioso programa de armas cargadas con virus y que lo ensay¨® contra los republicanos
El libro se titula Veleni di Stato (Venenos de Estado), ha sido escrito por el periodista Gianluca de Feo, redactor jefe de la revista italiana L'Espresso, y reconstruye una historia terrible y sistem¨¢ticamente silenciada por varias generaciones de pol¨ªticos, historiadores y militares de las grandes potencias. Entre 1935 y 1945, el laboratorio microbiol¨®gico de Celio, situado en un s¨®tano de apariencia inocente a dos pasos del Coliseo, experiment¨® y produjo a gran escala armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas de efectos letales. De Feo revela que Benito Mussolini puso en marcha un plan genocida y plane¨® construir 46 plantas qu¨ªmicas y destilar 30.000 toneladas de gas anuales.
Cotejando decenas de documentos in¨¦ditos depositados en el National Archive de Londres -informes de inteligencia, papeles diplom¨¢ticos, actas de reuniones de gobierno, intervenciones privadas de Winston Churchill-, el periodista ha calculado que el r¨¦gimen fascista produjo entre 12.500 y 23.500 toneladas de gas letal cada a?o durante la II Guerra Mundial.
De Feo recuerda que en la zona republicana el t¨¦tano lleg¨® a representar una verdadera emergencia
El documento hallado apunta lo que podr¨ªa ser el ¨²nico acto de guerra bacteriol¨®gica registrado en Europa
Venenos de Estado aporta los primeros rastros documentales y testimonios que prueban que el r¨¦gimen fascista (1922-1942) experiment¨® y produjo adem¨¢s armas todav¨ªa m¨¢s infames y monstruosas: bacteriol¨®gicas. Virus y bacterias transformadas en bombas. Un grupo selecto de cient¨ªficos, guiado por un veterinario llamado Morselli y apodado El Doctor Germen, incub¨® decenas de virus raros y de eficacia alt¨ªsima en el laboratorio militar romano. Un horror concebido con una ¨²nica misi¨®n, explica De Feo: "Diezmar las poblaciones de las ciudades enemigas con pestilencias de todo tipo, ¨¢ntrax, tifus, peste amarilla, aviaria y otras enfermedades que todav¨ªa hoy siguen en el centro de los secretos inconfesables de las grandes potencias".
En sus declaraciones a un grupo de m¨¦dicos y polic¨ªas aliados, llegados a Roma en 1944 para intentar conocer los planes finales de Adolf Hitler, Morselli ofrece la lista de los virus y pat¨®genos en los que se hab¨ªa concentrado el laboratorio secreto del Duce: la peste bub¨®nica ("muy letal y aplicable por nebulizador, ratas y p¨¢jaros"), la brucelosis humana ("no mortal, pero f¨¢cilmente transmisible por los animales ovinos y bovinos"), el bacilo de Whitmore ("elevada virulencia, f¨¢cil de cultivar, alt¨ªsima mortalidad humana"), y varias formas de ultravirus "dif¨ªciles de producir en gran cantidad, como la fiebre de los papagallos, el afta epizo¨®tica, o el tifus, que es posible esparcir a trav¨¦s de par¨¢sitos lanz¨¢ndolo con aviones o difundi¨¦ndolo con saboteadores".
Entre los documentos hallados por De Feo, hay uno muy novedoso que se refiere a Espa?a. Se trata de un escrito a m¨¢quina fechado el 3 de agosto de 1944, y muestra de que Mussolini no se conform¨® con hacer experimentos te¨®ricos, ni con mandar 50.000 soldados en apoyo de Franco junto a cientos de aviones, ametralladoras y morteros, sino que prob¨® sus armas bacteriol¨®gicas en la Guerra Civil.
El secreto fue revelado por un c¨¦lebre m¨¦dico y cient¨ªfico, Ugo Cassinis, a un peque?o grupo de investigadores estadounidenses enviado a Italia para interrogar a los italianos que colaboraron con el Reich alem¨¢n en la invenci¨®n de las armas finales de Hitler.
En su casa de Roma, Cassinis, m¨¢ximo responsable del Hospital Militar de Celio y de los laboratorios secretos de Mussolini entre 1939 y 1942, confiesa que el Ej¨¦rcito italiano hab¨ªa llevado a cabo ese ambicioso y macabro programa de armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas y que hab¨ªa lanzado esporas del virus del t¨¦tano contra la poblaci¨®n republicana.
En su declaraci¨®n, el profesor no facilit¨® detalles ni indicaciones precisas de lugar o fecha. Su menci¨®n se?ala que las bacterias se "extendieron sobre el terreno para intentar contagiar el t¨¦tano al enemigo", y a?ade que cree que "los resultados no fueron alentadores -encouraging-, pero admite que no tuvo "un conocimiento definitivo" sobre eso. Adem¨¢s, afirma que las tropas italianas hab¨ªan sido "inmunizadas contra el t¨¦tano".
Aparte de citar el bacilo utilizado, Cassinis aport¨® otros datos. Habl¨® de "esporas mezcladas con glass particle, part¨ªculas de cristal: un m¨¦todo utilizado todav¨ªa hoy, se?ala De Feo, "para alargar la vida de g¨¦rmenes y vacunas, que es la aproximaci¨®n ideal para construir una bomba bacteriol¨®gica experimental".
El testimonio de Cassinis confirmar¨ªa el ¨²nico acto de guerra bacteriol¨®gica registrado nunca en Europa, y sumar¨ªa puntos tanto a la barbarie insaciable de Mussolini como al car¨¢cter de laboratorio y campo de pruebas del conflicto b¨¦lico espa?ol.
El coronel Morselli neg¨® con rotundidad ante los aliados que hubieran usado el t¨¦tano y defini¨® las afirmaciones de Cassinis como "rid¨ªculas". Ten¨ªa sus razones, explica De Feo: "El Doctor Germen no era ning¨²n ingenuo; se hab¨ªa adherido a la Rep¨²blica de Sal¨® y era prisionero de los aliados. Sab¨ªa perfectamente que las armas bacteriol¨®gicas estaban vetadas por las convenciones internacionales: experimentar con ellas no era un crimen, usarlas para contaminar a los espa?oles, s¨ª: un motivo m¨¢s para mentir".
Diversos historiadores italianos y espa?oles consultados por este diario coinciden en dar verosimilitud tanto al documento in¨¦dito como al contexto y la interpretaci¨®n que traza Gianluca De Feo. "Ser¨ªa una novedad absoluta, pero no me extra?ar¨ªa nada que fuese verdad", afirma Lucio Ceva, historiador de la Universidad de Pav¨ªa. "Los fascistas eran capaces de cualquier aberraci¨®n. Era una banda de delincuentes, s¨®lo mitigada por la desorganizaci¨®n, de intenciones muy p¨¦rfidas. Ya hab¨ªan usado antes gases t¨®xicos, en Etiop¨ªa por ejemplo", recuerda. "Los bombardeos de Barcelona fueron los m¨¢s feroces de la Guerra Civil, y sabemos adem¨¢s que Mussolini envi¨® tambi¨¦n a Espa?a armamento qu¨ªmico, aunque parece que finalmente no fue usado".
Juli¨¢n Casanova, catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza, piensa que el hallazgo del documento secreto en el archivo londinense es "importante y novedoso, y debe ser completado con investigaciones que analicen, por ejemplo, la incidencia del t¨¦tano en los lugares donde hubo tropas italianas".
El autor de Venenos de Estado apunta que "las ojivas llenas de esporas debieron ser lanzadas con artiller¨ªa ligera". Y recuerda que en la zona republicana el t¨¦tano lleg¨® a representar una verdadera emergencia. "Hubo incluso recogidas de fondos para comprar sueros protectores organizadas por los sindicatos en Irlanda y en Francia".
Gabriel Cardona, especialista en historia militar, explica desde Barcelona que el episodio "tendr¨ªa much¨ªsima relevancia" porque apoyar¨ªa "una tesis bien documentada: Mussolini quer¨ªa acabar la Guerra Civil ¨¦l mismo y lo antes posible, ya que el coste pol¨ªtico era cada vez m¨¢s alto y ve¨ªa que Franco no ten¨ªa prisa". Tras el desastre de Guadalajara, Franco le gast¨® "varias jugarretas", recuerda Cardona, y ambos se despreciaban sin disimulo. "De hecho, Mussolini hab¨ªa mandado los primeros aviones a Mola a Marruecos y un enorme contingente de tropas en trasatl¨¢ntico hasta C¨¢diz sin que Franco lo supiera".
El fantasma de la guerra qu¨ªmica y bacteriol¨®gica agit¨® el miedo de mucha gente en los a?os veinte y treinta. Jos¨¦ Andr¨¦s Rojo, autor de la biograf¨ªa del general Rojo y nieto suyo, recuerda haber visto en los archivos de su abuelo papeles sobre armas qu¨ªmicas. El libro de De Feo menciona a su vez algunos ataques qu¨ªmicos en la guerra espa?ola.
El historiador ingl¨¦s Kim Coleman, en su Historia de la guerra qu¨ªmica, cit¨® una ofensiva republicana en Guadarrama, agosto de 1936, con granadas lacrim¨®genas y una posterior represalia franquista sobre Madrid con proyectiles asfixiantes.
Jan Medema, experto holand¨¦s en armas qu¨ªmicas, prob¨® que Italia entreg¨® a los nacionales municiones con cabezas cargadas de gas, extremo que confirm¨® en los a?os noventa el propio Alto Estado Mayor italiano (Alberto Rovighi e Filippo Stefani, La partecipazione italiana alla Guerra civile spagnola, Ufficio storico dello Stato maggiore dell'Esercito, 1992). Aquel libro dio car¨¢cter oficial a la presencia de diversas compa?¨ªas qu¨ªmicas entre la masiva expedici¨®n de los tres ej¨¦rcitos y camisas negras (30.000 de ellos voluntarios) enviada por Mussolini a Espa?a.
El testimonio de Ugo Cassinis parece en todo caso fiable por distintas razones. Principalmente, porque era un reputado m¨¦dico y fisi¨®logo. Antes y despu¨¦s del fascismo. El galeno sent¨® las bases de la medicina deportiva italiana y fue el impulsor del riguroso m¨¦todo antidopaje que todav¨ªa hoy utiliza el Comit¨¦ Ol¨ªmpico de su pa¨ªs (CONI). Como tantos j¨®venes italianos de esa ¨¦poca, Cassinis se alist¨® al fascio en 1925 y, escribe de Feo: "Fue un oficial muy bien valorado por los jerarcas hasta 1942, a?o en que fue apartado del cargo de director del Hospital de Celio por ser", seg¨²n declar¨® ¨¦l mismo a los norteamericanos, "demasiado liberal a la hora de conceder bajas m¨¦dicas a los oficiales destinados al frente". Una forma de resistencia humanitaria que le honra, apunta De Feo, porque supon¨ªa salvar las vidas de los que deb¨ªan ir a morir a las trincheras de ?frica, Grecia o Rusia.
Quiz¨¢ por eso, a los aliados, Cassinis les pareci¨® una fuente digna de cr¨¦dito. "Adem¨¢s de m¨¦dico y docente, hab¨ªa sido el n¨²mero uno de las estructuras del Celio, nunca tuvo palabras de cr¨ªtica hacia Mussolini y no hab¨ªa motivo de sospechar de su fidelidad al Duce. El laboratorio secreto hab¨ªa dependido formalmente de ¨¦l, y no suena probable que alguien le hubiera mentido sobre el ataque en Espa?a dando tantos detalles, incluso de su supuesto fracaso".
El t¨¦tano, dice De Feo, fue uno de los primeros virus explotado con fines b¨¦licos. Gran parte de los experimentos realizados en esos a?os partieron de ese microorganismo. "Los japoneses lo utilizaron con prisioneros chinos y estadounidenses. Tiene caracter¨ªsticas que hacen f¨¢cil su conservaci¨®n y el empleo y, adem¨¢s, es mim¨¦tico: la enfermedad puede ser atribuida a las heridas que a menudo la difunden de modo natural", apunta De Feo.
La acusaci¨®n de Cassinis fue rebatida ante los investigadores norteamericanos por los dem¨¢s responsables del laboratorio secreto; seg¨²n De Feo, todos tem¨ªan a esas alturas repercusiones internacionales porque se trataba de armas prohibidas.
El peque?o equipo de detectives que entrevist¨® a los cient¨ªficos fascistas hab¨ªa llegado a Roma mezclado con las columnas festivas del ej¨¦rcito que el 4 de junio de 1944 liber¨® la capital ocupada por los nazis durante diez meses, "Portaban el encargo de frenar el Apocalipsis anunciado por Hitler en sus proclamas gritadas", cuenta De Feo. "Su misi¨®n era clara: buscar respuestas en Roma, en los laboratorios de la armada que hab¨ªa usado por ¨²ltima vez el gas en una batalla bombardeando Etiop¨ªa, que hab¨ªa colaborado con el Reich facilitando informaciones decisivas sobre las cobayas humanas, y que ten¨ªa la primac¨ªa indiscutible de la qu¨ªmica".
Un a?o antes, en mayo de 1943, en Berl¨ªn, "antes de la ca¨ªda del r¨¦gimen littorio, los cient¨ªficos de Mussolini intercambiaron pareceres en una cumbre con sus colegas alemanes sobre la represalia que deber¨ªa revertir el conflicto y salvar al Eje de la imparable ofensiva de los sovi¨¦ticos y los angloamericanos".
"El equipo estadounidense recib¨ªa ¨®rdenes directamente de la inteligencia de Washington, y se coordinaba con sus colegas brit¨¢nicos", escribe De Feo. Eran un pu?ado de oficiales m¨¦dicos y ex polic¨ªas al mando del coronel William S. Moore, "con plenos poderes y una lista de nombres a encontrar a toda costa". En lo alto del elenco hab¨ªa cinco personas, considerados art¨ªfices del programa de las armas secretas fascistas. Ugo Reitano, el profesor que desde 1932 dirigi¨® la estrategia de guerra bacteriol¨®gica llamada Operaci¨®n Epidemia; el citado coronel Giuseppe Morselli, conocido como El Doctor Germen, que desde 1934 hab¨ªa guiado los experimentos sobre el terreno en ?frica; Fausto Vaccaro, el oficial que construy¨® la maquinaria para esparcir los virus; el general retirado Loreto Mazzetti, antiguo n¨²mero uno del hospital del Celio donde se hac¨ªan las investigaciones; y el general Ingravalle, cuyo nombre no se conoce".
Por suerte, el delirio qu¨ªmico de los a?os treinta acab¨®. Lleg¨® la paz, y todo el mundo intent¨® deshacerse de sus arsenales venenosos sin dejar huellas. De Feo revela que todos los mares de Italia est¨¢n llenos de bombas qu¨ªmicas: italianas, alemanas y americanas. Una planta en Civitavecchia guarda todav¨ªa miles de cilindros de cemento con veneno dentro. Esperando un ata¨²d definitivo.
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