?Y si la recuperaci¨®n estuviera s¨®lo en su cabeza?
M¨¢s all¨¢ de los est¨ªmulos fiscales y de los planes de rescate de los Gobiernos, la recuperaci¨®n econ¨®mica en curso podr¨ªa basarse nada m¨¢s que en una profec¨ªa que acaba haci¨¦ndose realidad.
Plant¨¦ense esta posibilidad: despu¨¦s de todos estos meses, la gente empieza a pensar que ya es hora de que acabe la recesi¨®n. Ese mismo pensamiento comienza a renovar la confianza y algunos empiezan a gastar de nuevo, lo que genera a su vez signos visibles de recuperaci¨®n. Esto puede parecer absurdo y rara vez se menciona para explicar el comportamiento de las masas al final de una recesi¨®n, pero dicha posibilidad ha fascinado durante mucho tiempo a los te¨®ricos de la econom¨ªa.
La idea no es tan descabellada como parece. Como todos sabemos, las recesiones, por lo general, no duran m¨¢s de un par de a?os. La recesi¨®n actual empez¨® en diciembre de 2007, seg¨²n la Oficina Nacional de Investigaci¨®n Econ¨®mica, por lo que ya se cumplen casi dos a?os. A tenor del calendario establecido, nos acercamos a la recuperaci¨®n. Teniendo en cuenta estos conocimientos, el simple paso del tiempo podr¨ªa estimular nuestra confianza, si bien ning¨²n an¨¢lisis estad¨ªstico formal puede probarlo.
Por ahora, parece que nuestros esfuerzos para reforzar la confianza est¨¢n dando fruto
Desde luego, la gente no siempre ha cre¨ªdo que exista un "ciclo econ¨®mico" regular que empieza y finaliza siguiendo una pauta definida. La idea comenz¨® a extenderse en la conciencia popular en los a?os veinte y alcanz¨® su apogeo en los a?os treinta, con una complicaci¨®n importante, la Gran Depresi¨®n, que debi¨® su nombre al t¨ªtulo de un libro escrito en 1934 por Lionel Robbins.
"Han existido muchas depresiones en la historia econ¨®mica moderna, pero se puede afirmar sin g¨¦nero de duda que jam¨¢s ha existido algo comparable a esto", escribi¨® Robbins. En su obra, la Gran Depresi¨®n era un acontecimiento extremo, en comparaci¨®n con las "depresiones" normales.
El t¨¦rmino "recesi¨®n", m¨¢s dulce y amable, empez¨® a usarse durante la contracci¨®n de los a?os 1937 y 1938 para referirse a una desaceleraci¨®n normal en el ciclo econ¨®mico. En enero de 1938, The Chicago Daily Tribune propuso una ir¨®nica definici¨®n de la recesi¨®n, a la que llam¨® "una nueva palabra para decir depresi¨®n, acu?ada por aquellos a los que no les gusta admitir que seguimos en una".
A la gente le hizo tanta gracia el eufemismo que el presidente Franklin D. Roosevelt dijo en 1938: "Me da igual que la llamen recesi¨®n o depresi¨®n".
La proliferaci¨®n de la idea de un ciclo econ¨®mico m¨¢s o menos predecible coincidi¨® con el creciente inter¨¦s p¨²blico por la psicolog¨ªa. La elecci¨®n de las palabras puede tener mucha importancia para aquellos que son psicol¨®gicamente conscientes y la nueva palabra "recesi¨®n" sonaba mucho m¨¢s suave que su predecesora. Las recesiones, como empezaron a denominarse, llevaban aparejadas una agenda que indicaba su final previsto. Pronunciar la palabra no implica arriesgarse a da?ar la confianza, al menos no de una manera fundamental. A un diagn¨®stico de recesi¨®n se le puede quitar importancia por tratarse de algo que se puede superar, como si el m¨¦dico acabara de diagnosticar que la enfermedad que tenemos es un catarro normal y corriente. La depresi¨®n lleg¨® a ser otro asunto completamente distinto.
All¨¢ por 1931, por ejemplo, The New York Times atribuy¨® el naciente cataclismo econ¨®mico a un "ambiente de pesimismo que hab¨ªa llegado a unos extremos grotescos". En 1932, compar¨® los rumores temerarios sobre la "depresi¨®n" con gritar "fuego" en un teatro abarrotado.
El presidente Franklin D. Roosevelt es muy recordado por decir, en 1933, que "la ¨²nica cosa de la que tenemos que tener miedo es del propio miedo". Pero s¨®lo repet¨ªa un mensaje manido.
No fue hasta 1948 cuando el soci¨®logo de la Universidad de Columbia Robert K. Merton escribi¨® un art¨ªculo en The Antioch Review titulado 'The Self-Fulfilling Prophecy' [la profec¨ªa que acaba haci¨¦ndose realidad], en el que usaba la Gran Depresi¨®n como primer ejemplo. A menudo se le atribuye el m¨¦rito de haber acu?ado la frase de la "profec¨ªa que acaba haci¨¦ndose realidad", pero en los a?os treinta la idea ya era tan habitual como la tostada del desayuno hecha con los tostadores modernos. (Es curioso que este mismo Robert Merton documentara la tendencia a atribuir falsamente las ideas importantes a las personas famosas).
De hecho, en 1937, Think and Grow Rich [piensen y h¨¢ganse ricos], un libro de Napole¨®n Hill, incitaba a los lectores a adoptar una actitud mental positiva y a canalizar el poder del subconsciente de la mente a fin de alcanzar la riqueza. Se convirti¨® en un clamoroso best seller. Ya hab¨ªa surgido un inter¨¦s pasajero no s¨®lo por la teor¨ªa de Freud sobre el inconsciente, sino tambi¨¦n por las teor¨ªas del psic¨®logo ?mile Coue, quien animaba a la gente a repetir "cada d¨ªa y en todos los sentidos, me siento cada vez mejor". Afirmaba que esta "autosugesti¨®n" reafirmaba el yo inconsciente.
En diversos sentidos importantes, seguimos utilizando ese patr¨®n de pensamiento de los a?os treinta. Las conversaciones temerarias sobre las depresiones siguen produci¨¦ndonos un temor instintivo e intentamos ayudarnos unos a otros a mantener la confianza. Nos complace la idea de que la econom¨ªa cient¨ªfica moderna parezca evidenciar que todas las recesiones terminan en su debido momento.
Por ahora, parece que nuestros esfuerzos para reforzar la confianza est¨¢n dando fruto en cierta manera. Pero la econom¨ªa todav¨ªa no se ha recuperado, ni mucho menos.
En general, el coueismo ha quedado desacreditado, al igual que ha sucedido con gran parte de la vieja teor¨ªa del ciclo econ¨®mico, pero permanecen en el ideario popular sobre las recesiones. Confiemos en que el recurso al eufemismo y la creencia en los calendarios de las recuperaciones de los ciclos econ¨®micos funcionen mejor para recuperar la confianza de lo que lo hicieron en los a?os treinta.
El problema se podr¨ªa plantear as¨ª: existe todav¨ªa la persistente duda de que los acontecimientos actuales s¨®lo sean otro ejemplo m¨¢s en esta larga secuencia de recesiones. ?A qu¨¦ categor¨ªa mental pertenece la actual contracci¨®n, a la recesi¨®n o a la depresi¨®n? Es posible que todav¨ªa nos encontremos en un punto de inflexi¨®n. En el supuesto de que la teor¨ªa de la profec¨ªa que acaba haci¨¦ndose realidad sea correcta, hay argumentos para ejercer una vigilancia constante, a fin de garantizar que los acontecimientos adversos no fomentan la propagaci¨®n de los rumores sobre la segunda categor¨ªa.
Robert J. Shiller es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Finanzas en Yale y cofundador y economista jefe de MacroMarkets LLC. Traducci¨®n de News Clips. (c) 2009 New York Times News Service.
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