Desprop¨®sitos
No logro encontrar las declaraciones exactas que se hicieron hace veinte a?os a prop¨®sito de ese gran proyecto especulativo denominado Costa Do?ana y rebautizado despu¨¦s como Dunas de Almonte. Un alt¨ªsimo cargo del Gobierno dijo algo parecido a esto: "No entiendo la movilizaci¨®n contra esta urbanizaci¨®n; a fin de cuentas en esa zona no hay animales ni plantas" y se qued¨® tan pancho, exhibiendo sus verg¨¹enzas medioambientales con un toque de populismo ca?¨ª. O sea, que para ¨¦l, una zona costera excepcional, un sistema de dunas m¨®viles ¨²nicas y el propio entorno de Do?ana no se ver¨ªan afectados por una macrourbanizaci¨®n a pie de costa.
De esto hace veinte a?os, pero para algunos responsables auton¨®micos, veinte a?os no es nada y vuelven a repetir conceptos burdamente desarrollistas. Lo ha dicho la Consejera de Medio Ambiente -ay qu¨¦ dolor- en una entrevista publicada por este mismo peri¨®dico a prop¨®sito de El Algarrobico, esa mole infame en el coraz¨®n del Cabo de Gata: "El edificio en s¨ª no est¨¢ provocando ning¨²n da?o a ninguna especie. Ni de flora, ni de fauna. De manera que, si termina siendo autorizable dentro del Parque Natural de Cabo de Gata, no tendr¨ªa ning¨²n problema ninguna especie." Seg¨²n esta singular teor¨ªa, las construcciones "en s¨ª mismas" no producen ning¨²n da?o al medioambiente, a no ser que "molesten" a las plantas y los animales de la zona. A estas alturas todav¨ªa no han aprendido que las mayores agresiones medioambientales son la ocupaci¨®n del territorio, el transporte, el uso de la energ¨ªa y el consumo de recursos naturales, esencialmente el agua.
Pareci¨® que hab¨ªa un cambio de tercio en el Gobierno andaluz cuando el entonces presidente Manuel Chaves, junto a la consejera Fuensanta Coves, anunciaron a bombo y platillo la demolici¨®n de El Algarrobico con la acertada definici¨®n de que se trataba de todo un s¨ªmbolo de la destrucci¨®n del litoral andaluz. Sin embargo, las actuaciones posteriores del Ayuntamiento de Carboneras y de la propia consejer¨ªa han desmentido este nuevo discurso y nos han situado nuevamente en la cota cero en cuanto a comprensi¨®n de la sostenibilidad y de la ecolog¨ªa.
Y todo esto ocurre cuando el Gobierno de Zapatero intenta convertir la ley de Econom¨ªa Sostenible en su proyecto estelar. Tendr¨¢ que convencer para ello, en primer lugar, a su propia fuerza pol¨ªtica que, como Ariadna, no sabe salir del discurso del desarrollismo m¨¢s rampl¨®n.
Esta misma semana la consejera de Econom¨ªa y Hacienda, respecto al acuerdo con el gobierno central de la deuda hist¨®rica, proclamaba la bondad de comprar terreno barato y venderlo caro unos a?os despu¨¦s. Una operaci¨®n urban¨ªstica de alto valor especulativo para la Empresa P¨²blica del Suelo (EPSA) que deber¨ªa dedicarse a todo lo contrario: a hacer asequible y barata la vivienda en Andaluc¨ªa.
Y para finalizar, la declaraci¨®n de que en Andaluc¨ªa la nueva econom¨ªa sostenible ya est¨¢ escrita y dise?ada en el VII Acuerdo de Concertaci¨®n y que s¨®lo necesitamos algo de financiaci¨®n extraordinaria para llevarla a cabo. Es realmente sorprendente que Andaluc¨ªa -la comunidad que tiene mayores ataduras con una econom¨ªa dependiente del ladrillo y de la insostenibilidad-, ni siquiera necesite una nueva ley, unos compromisos concretos, unos objetivos y un gran debate sobre la modificaci¨®n del modelo econ¨®mico.
Los grandes cambios requieren grandes debates sociales. La comprensi¨®n de la sostenibilidad -como en su momento la igualdad de g¨¦nero o de etnias- demanda un compromiso real de las instituciones p¨²blicas y de la ciudadan¨ªa. Implica transformaciones profundas en el dise?o de las ciudades, en la movilidad, en el consumo energ¨¦tico, en la producci¨®n. Y necesita, como todo cambio, un nuevo discurso, una nueva pedagog¨ªa, una nueva gram¨¢tica que no balbucee ante el futuro ni justifique los errores del pasado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.