Gram¨¢tica en su mundo
El cuidado del lenguaje es tan necesario y vital como el de la naturaleza que nos rodea, como el del aire o el agua, como el de aquellos otros seres que nos acompa?an en la vida. La Nueva gram¨¢tica de la lengua espa?ola, que acaba de editar la RAE, es un compendio de sabidur¨ªa, pero tambi¨¦n una apuesta por el entendimiento y la comunicaci¨®n.
Nueva gram¨¢tica
de la lengua espa?ola
Real Academia Espa?ola y
Asociaci¨®n de Academias de
la Lengua Espa?ola. Ignacio
Bosque, acad¨¦mico ponente
Espasa. Madrid, 2009
Dos vol¨²menes (3.885 p¨¢ginas)
120 euros
El lenguaje es algo tan propio de los seres humanos que hemos olvidado el privilegio de esa conquista por la que somos una especie distinta entre los animales. Somos cuerpo, organismo f¨ªsico, igual casi al de muchos otros mam¨ªferos. Tenemos pulmones y boca como ellos, pero esos pulmones y esa boca son capaces de emitir un "aire sem¨¢ntico" que articula nuestra lengua, originando un mundo vivo tambi¨¦n como el de la naturaleza, y funda comunidad, sociedad, cultura. "La voz que significaba cosas reales e ideales" inventaba ya el universo humano, inventaba el convivir.
Un soplo sem¨¢ntico, indicativo -que podemos se?alar, "indicar" con el ¨ªndice de nuestras manos-: ¨¢rbol, r¨ªo, sol, casa, vaso, libro, calle, flor, y que es capaz de decir, tambi¨¦n, lo que no podemos se?alar tan inequ¨ªvocamente: bondad, justicia, belleza, verdad, amor, maldad, envidia, emoci¨®n, pol¨ªtica, ciencia. "El ¨²nico animal que tiene logos, que tiene palabra", dijo Arist¨®teles, con esa maravillosa sencillez y claridad que adorna muchos de sus escritos. El contacto con la vida, con lo que ve¨ªan los ojos, le hizo recoger la sentencia de un viejo presocr¨¢tico: "El hombre piensa porque tiene manos", y en otro pasaje inolvidable afirm¨® que "el alma es como la mano, todas las cosas".
Ese asombroso personaje "analiz¨®" el estallido de un universo de nombres, de verbos, de conjunciones y disyunciones, de proximidades y distancias, de ahoras y siempres, para decir el mundo y para decirnos a nosotros mismos, nacidos en una lengua que alimenta y protege y que se llamar¨ªa "lengua materna". Seres de lenguaje donde se encierra la posibilidad de entender, de sentir, de interpretar. Tambi¨¦n, entre otros descubrimientos, adivin¨® la ¨¦tica y defini¨® los rasgos que hab¨ªan de adornar al hombre justo, al hombre "decente", al ciudadano que quer¨ªa saber la verdad de cada cosa y ser ¨¦l mismo verdad.
Es tan "natural" ese nacimiento en la cultura, que lo usamos como si fuera nuestro, que lo es; como si fu¨¦ramos nosotros, que lo somos. Llegamos a estar tan familiarizados con su uso, que olvidamos el aliento de su existencia, y apenas recordamos, como dec¨ªa Goethe, esa uni¨®n con que fraternizan y se hermanan los ojos con el sol.
Precisamente por la responsabilidad que implica esa "humana" tarea, el cuidado del lenguaje es tan necesario y vital como el de la naturaleza que nos rodea, como el del aire o el agua, como el de aquellos otros seres que nos acompa?an en la vida. El lenguaje es ya un universo cuyas constelaciones, cuyo ritmo y movimiento, se ha transformado en el ser que somos, en las manos con que amasamos el mundo de las relaciones humanas, de las verdades y mentiras que podr¨ªamos fabricar con ¨¦l: un inmenso espacio intermedio entre cada individuo, entre el mundo de la consciencia y el mundo de las cosas.
Es tal el poder de ese "estar en el mundo" como lenguaje, ese "ser lenguaje", que ha empezado, de alguna forma a dominarnos, a articular el soplo sonoro del tiempo en el que hablamos, del tiempo de la originaria oralidad, o a dejarse mirar en la escritura con la que creemos detenerlo. Una mirada que pretende someter las palabras al siempre sorprendente juego de sus formas, de sus indicativos y subjuntivos, de sus pasados y futuros, de sus adjetivos y sus met¨¢foras, de sus cadencias y sus reglas. Y como es resultado de la mente, de esas manos de aire que dicen las cosas y miran las ideas -las "ideas" que son, en realidad, "miradas"-, nos deja tambi¨¦n la peque?a libertad de nuestro capricho, de la ignorancia o el talento para que, sin "perder las formas", lo variemos, lo modulemos, lo manipulemos, lo acariciemos incluso.
Un organismo, pues, m¨¢s complejo a¨²n que el de nuestro cuerpo, porque se ha forjado con la inacabable, infinita, creatividad del cerebro, independiz¨¢ndose de ¨¦l y ya, como mente humana, ha aprendido a decir las cosas del mundo porque ten¨ªa que, al se?alarlas, compartirlas. El lenguaje, en la voz de sus hablantes, de sus escritores, ha ido construyendo el inacabable edificio del alma y, por eso, es "todas las cosas", dice todas las cosas, lucha por expresar todo lo que sentimos y acaba dici¨¦ndonos d¨®nde estamos, qu¨¦ somos.
Esa construcci¨®n que se sostiene desde la firme espontaneidad y familiaridad de sus hablantes ofrece, en el entendimiento e interpretaci¨®n del mundo, la multiplicidad de sus miradas, la inmensa variedad de sus perspectivas que, en el largo paso del tiempo, es un edificio com¨²n que todos habitamos, sea cual sea la lengua sobre la que el puro azar nos haya hecho nacer.
El edificio o, mejor dicho, el fecundo territorio de la lengua espa?ola, es lo que ha querido mostrarnos, en los interminables senderos que lo forman, y que durante once a?os ha recorrido el talento de Ignacio Bosque bajo el c¨¢lido espacio de la Academia, y la sabidur¨ªa que desde 1713 anida en esa instituci¨®n, a pesar de dificultades y tropiezos. En buena parte de esos senderos ha estado acompa?ado del saber de otras Academias y de j¨®venes e inteligentes rastreadores.
Un saludo de complicidad y compa?erismo le env¨ªa, sin duda, a m¨¢s de veinte siglos de distancia, Dionisio de Tracia, el primer gram¨¢tico de la ¨¦poca helen¨ªstica, que siguiendo en la tradici¨®n de los sofistas -aquellos profesores ambulantes que quer¨ªan despertar a la gente ense?¨¢ndoles a preguntar a las palabras, a dudar de los significados impuestos- y en la tradici¨®n aristot¨¦lica que analiz¨® la racionalidad del lenguaje, pens¨® que hab¨ªa que descubrir y describir el artificio de esas manos et¨¦reas con las que tocamos el mundo, con las que estamos obligados, verdaderamente, a entendernos.
Tradici¨®n y novedad
Las 22 academias de la lengua han trabajado en el proyecto ling¨¹¨ªstico m¨¢s importante del castellano despu¨¦s del diccionario de la RAE: la Nueva gram¨¢tica de la lengua espa?ola. Una idea que naci¨® en 1973, con el objetivo de actualizar el libro existente desde 1931 (pero que era pr¨¢cticamente el mismo de 1917), cuyas labores en firme empezaron hace once a?os bajo la coordinaci¨®n y ponencia del acad¨¦mico Ignacio Bosque, catedr¨¢tico de Filolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid. Es una obra consensuada que recoge la riqueza y variantes de un idioma hablado en 19 pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, en Filipinas, parte de Norteam¨¦rica y Espa?a. Los dos tomos que se acaban de publicar est¨¢n dedicados a la morfolog¨ªa y la sintaxis, y el pr¨®ximo a?o aparecer¨¢ el de fon¨¦tica y fonolog¨ªa. Un trabajo de investigaci¨®n de muchos a?os que ha involucrado a docenas de especialistas y miles de consultas (4.000 obras, peri¨®dicos y revistas), que ofrece m¨¢s de 40.000 ejemplos. La Nueva gram¨¢tica "acent¨²a los diversos factores pertinentes en la descripci¨®n" y busca conjugar tradici¨®n y novedad para un idioma hablado por 400 millones de personas y que ya se ha convertido, despu¨¦s del ingl¨¦s, en la segunda global.
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