Chagall, la cigarra y la hormiga
Rescatadas en Italia las ilustraciones del pintor ruso para las f¨¢bulas de La Fontaine
Era un tesoro disperso, un bestiario colorista que estuvo perdido durante medio siglo. En los a?os veinte, mientras Bella Rosenfeld, la primera mujer de Marc Chagall, le¨ªa y rele¨ªa en voz alta las f¨¢bulas de La Fontaine, el pintor ruso aprend¨ªa franc¨¦s y, al tiempo, pintaba sus fant¨¢sticas visiones. "No s¨¦ de d¨®nde saca semejantes im¨¢genes, debe de tener un ¨¢ngel en la cabeza", dijo sobre ¨¦l Picasso.
El editor y galerista Ambroise Vollard le encarg¨® que ilustrase esas f¨¢bulas, pero el proyecto nunca vio la luz. Ahora, la editorial italiana Donzelli acaba de publicar aquella obra oculta que mezcla el universo m¨¢gico del artista ruso con la sabidur¨ªa y el ingenio del poeta franc¨¦s a lo largo de 43 textos en verso. Favole a colori (F¨¢bulas en color) es, adem¨¢s, el resultado de la b¨²squeda de un peque?o editor.
"?De d¨®nde saca esas im¨¢genes? Debe de tener un ¨¢ngel en la cabeza", dijo Picasso
Para muchos supuso la ruptura con las ilustraciones cl¨¢sicas de Dor¨¦
La idea naci¨® en el mes de marzo, cuando Carmine Donzelli descubri¨® "casi por azar" un cat¨¢logo de una exposici¨®n de Chagall. "Fue durante la ¨²ltima feria del libro de Par¨ªs", explica. "Entr¨¦ por casualidad en el stand de la Reuni¨®n de los Museos Franceses". All¨ª descubri¨® los gouaches que Chagall hab¨ªa pintado para ilustrar las f¨¢bulas escritas por La Fontaine entre 1668 y 1694 y que durante generaciones han servido para mostrar el comportamiento humano a trav¨¦s de animales que encarnan vicios y virtudes. El descubrimiento le empuj¨® a recuperar un viejo proyecto nacido en Par¨ªs en la segunda mitad de los a?os veinte. Por aquel entonces, Chagall (Vitebsk, Bielorrusia, 1887-Saint Paul de Vence, 1985) vivi¨® su segundo periodo en la capital francesa, despu¨¦s de una primera estancia de cuatro a?os, entre 1910 y 1914, a la que le empuj¨® su fascinaci¨®n por C¨¦zanne y Matisse.
En esa etapa, Chagall conoci¨® a Vollard, el prestigioso galerista que, precisamente, hab¨ªa conseguido lanzar a C¨¦zanne y a Matisse, adem¨¢s de a Gauguin y a Picasso. El encargo de ilustrar las f¨¢bulas despert¨® m¨¢s de una reacci¨®n en contra: muchos vieron en la iniciativa un intento de romper con la tradici¨®n de las cl¨¢sicas ilustraciones de Dor¨¦ y Grandville.
El hecho de que Chagall fuera de origen ruso y de religi¨®n jud¨ªa aument¨® las suspicacias. Parec¨ªa dif¨ªcil que un extranjero pudiera dar vida a uno de los m¨¢s ilustres poetas franceses. La visi¨®n de Vollard era justo la contraria: "Elijo a Chagall porque su est¨¦tica es muy cercana, incluso est¨¢ emparentada, con la de La Fontaine, densa y sutil, realista y fant¨¢stica". Tambi¨¦n le encargar¨ªa ilustrar la Biblia.
Chagall aprendi¨® franc¨¦s con la cigarra y la hormiga de las f¨¢bulas, rele¨ªdas una y otra vez por su mujer mientras ¨¦l recreaba ese universo repleto de color. Fue entonces cuando abandon¨® los tonos apagados de su infancia en Rusia para zambullirse en un torbellino de colores brillantes, alegres, a veces violentos, descubiertos con la luz del Mediterr¨¢neo. "En un espacio que no es m¨¢s que un cielo en el que todas las formas retozan completamente libres y gr¨¢ciles como si fuesen peque?as criaturas, emana un color tan fuerte y hermoso que parece sobrenatural", escribi¨® Chagall.
Esa percepci¨®n y su voluntad de desordenar el mundo en busca de la fantas¨ªa inspiraron al artista para realizar m¨¢s de cien ilustraciones destinadas a un libro que nunca se public¨®. Las razones no est¨¢n claras. Hay quien dice que a Vollard no le gustaron las pruebas de color.
En cualquier caso, las obras, pintadas entre 1926 y 1927, se expusieron en Par¨ªs y viajaron a Bruselas y Berl¨ªn, donde obtuvieron un ¨¦xito inmediato. Muchas fueron a parar a manos privadas y desaparecieron del mercado. Durante la II Guerra Mundial, Chagall huy¨® a Nueva York para evitar los campos de concentraci¨®n. All¨ª le lleg¨® el reconocimiento internacional. Desde entonces se han recuperado m¨¢s de 40 de las m¨ªticas ilustraciones.
La edici¨®n de Donzelli ha renovado tambi¨¦n el lenguaje del cl¨¢sico franc¨¦s. La ¨²ltima traducci¨®n de La Fontaine al italiano se remontaba a 1867 y presentaba, seg¨²n el editor, problemas de "legibilidad" para los lectores m¨¢s j¨®venes. "Si un pintor contempor¨¢neo y no franc¨¦s de nacimiento fue capaz de crear esa maravilla, pensamos que era l¨®gico arriesgarse", explica Donzelli. Esta versi¨®n, a cargo de Maria Vidale, es, por supuesto, en verso. Para el editor, "un La Fontaine sin versos es como un Chagall sin color".
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