La d¨¦cada perdida
Dos a?os y medio despu¨¦s de que empezase la crisis que asola al conjunto del planeta, hay s¨ªntomas de que las ca?er¨ªas de la econom¨ªa empiezan a bombear un poco de agua. Pero ese crecimiento, adem¨¢s de ser an¨¦mico, impide ver con precisi¨®n las secuelas de lo que deja en el mundo el
tsunami financiero: p¨¦rdida de bienestar, desempleo, empobrecimiento de las clases medias y un gigantesco aumento de la deuda. Las secuelas de la crisis durar¨¢n al menos una d¨¦cada. Tras la Gran Recesi¨®n llega la d¨¦cada perdida. Les presentamos 10 tendencias que marcar¨¢n el futuro.
1 La crisis econ¨®mica ser¨¢ el acontecimiento central de nuestra ¨¦poca.
En la historia tendr¨¢ parecida significaci¨®n que la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo pasado o, m¨¢s cerca, que la revoluci¨®n conservadora en los ochenta, la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en los noventa, o los atentados terroristas del 11-S, al principio del nuevo milenio. Por las huellas que dejar¨¢, por el temor y la inseguridad que ha proyectado en los ciudadanos, por su potencial da?ino, por su duraci¨®n y profundidad, y por su car¨¢cter multidisciplinar: ya no es una crisis econ¨®mica sino que afecta a casi todo lo p¨²blico, entre ello, a la pol¨ªtica o la cultura.
Ya no se trata de una crisis econ¨®mica. Afecta a casi todo lo p¨²blico, pol¨ªtica y cultura incluidas
2 En el periodo que ha transcurrido desde que comenzaron las dificultades (todo se inici¨® como un asunto inmobiliario que parec¨ªa afectar s¨®lo a unos cuantos bancos norteamericanos) se puede considerar que ha habido tres etapas muy diferentes.
La primera, que dura aproximadamente un a?o (de agosto de 2007 a agosto de 2008), sirve para tomar lenta conciencia de la que se viene encima y permite so?ar a los pa¨ªses pobres que esta vez ellos no van a ser los paganos de los errores; pronto se demostrar¨ªa que era una enso?aci¨®n y que en una sociedad globalizada nadie puede quedarse al margen.
La segunda etapa dura desde septiembre de 2008 a abril o mayo de 2009; arranca con la quiebra de un importante banco de inversi¨®n, Lehman Brothers, que lleva al p¨¢nico a los ahorradores y a los inversores. Hubo algunos d¨ªas de septiembre de 2008 en los que parec¨ªa "que el capitalismo pod¨ªa desaparecer", en palabras de alg¨²n analista. La tormenta perfecta alcanz¨® su punto m¨¢ximo a finales de 2008 y principios de 2009. Fue el trimestre del diablo, cuando la econom¨ªa primero se detiene y luego retrocede con estr¨¦pito, sin que nadie supiese entonces d¨®nde estaba el fondo.
La tercera fase empieza en abril de 2009 y dura hasta ahora. El escenario catastr¨®fico de una implosi¨®n financiera pr¨¢cticamente se desecha. Estamos mal (en una Gran Recesi¨®n), pero ya no bajo el peso de un mundo que se termina. Emerge la teor¨ªa de los brotes verdes: lo peor ha pasado aunque continuamos mal. La situaci¨®n, cuando arranca la segunda d¨¦cada del siglo XXI, es la siguiente: se vislumbra el tr¨¢nsito desde la recesi¨®n a una econom¨ªa del crecimiento, con una peculiaridad: no se crean puestos de trabajo. ?El crecimiento sin empleo puede denominarse recuperaci¨®n? Adem¨¢s de dar trabajo a los que se han quedado sin ¨¦l y a los que antes de la crisis no lo ten¨ªan, hay que contemplar que cada a?o se incorporan al mercado laboral mundial unos 45 millones de personas, la mayor¨ªa j¨®venes.
3?Por qu¨¦ casi nadie previ¨® lo que iba a pasar?
Treinta meses de crisis dan distancia suficiente para intentar contestar a esa pregunta. La econom¨ªa, que seguramente es la ciencia social matem¨¢ticamente m¨¢s avanzada, es una ciencia social humanamente atrasada. Se abstrae muchas veces de las condiciones sociales, hist¨®ricas, psicol¨®gicas de los ciudadanos, que son inseparables de las actividades mercantiles. A finales de 1989, el semanario Time public¨® en su portada un reportaje en el que ped¨ªa la dimisi¨®n de los polit¨®logos de todo el mundo por haber sido incapaces de pronosticar la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. Veinte a?os despu¨¦s, ?no habr¨ªa que exigir lo mismo de los economistas? Un ciudadano ilustrado escrib¨ªa en una carta al director de una publicaci¨®n que del mismo modo que la guerra es un asunto demasiado importante para que la dirijan los militares, la econom¨ªa es demasiado importante para dej¨¢rsela a los economistas.
4 ?Qu¨¦ es lo que han pretendido los representantes de los ciudadanos implantando una serie de medidas -el sentido com¨²n de nuestra ¨¦poca- de pol¨ªtica econ¨®mica?
B¨¢sicamente, dos cosas: primero, que la Gran Recesi¨®n no se convirtiese en una Gran Depresi¨®n; la diferencia de ambos conceptos est¨¢ en el grado: una depresi¨®n es una recesi¨®n m¨¢s profunda y duradera. Segundo, que la crisis econ¨®mica no deviniese en una crisis social primero, y m¨¢s adelante en una crisis pol¨ªtica, como ocurri¨® entre los a?os 1919 y 1939, de tan infausta memoria. En aquel tiempo, el pesimismo ambiental y el estancamiento econ¨®mico fueron el primer paso para el desencanto social, las dudas sobre la eficacia de la democracia y los conflictos pol¨ªticos: dos guerras mundiales.
5 Para arreglar estos problemas ha habido un conflicto entre legitimidad y eficacia.
Un dilema. La legitimidad se?alaba que el lugar donde los gobernantes de todo el mundo se deb¨ªan reunir para dar soluciones a la crisis era la Organizaci¨®n de Naciones Unidas (ONU). Pero la ONU no estaba en forma, padec¨ªa una inmensa burocracia, y se inventaron las formaciones G; primero, el G-8; luego, el G-20. Las formaciones G son instituciones inorg¨¢nicas, representativas por la fuerza de los hechos, en las que unos pa¨ªses cooptan a otros y dejan fuera a los dem¨¢s, pero que son m¨¢s ¨¢giles en la resoluci¨®n de conflictos econ¨®micos. El G-20 se ha reunido tres veces en medio de la crisis, con un espectacular seguimiento medi¨¢tico. La ONU celebr¨® un pleno el pasado mes de julio sobre la crisis econ¨®mica, pr¨¢cticamente clandestino; en su convocatoria se pretend¨ªa una reuni¨®n "al m¨¢s alto nivel", pero apenas asisti¨® una veintena de jefes de Estado o de Gobierno de pa¨ªses perif¨¦ricos (ni los de EE UU, Alemania, Jap¨®n...). Y, sin embargo, de ese pleno de la ONU sali¨® uno de los documentos m¨¢s imaginativos sobre los efectos de la crisis, el informe Stiglitz (por el nombre del Premio Nobel de Econom¨ªa que lo present¨®), en el que se vinculaba la profundidad de las dificultades econ¨®micas con la calidad de la democracia. Stiglitz dec¨ªa que la crisis econ¨®mica ha hecho m¨¢s da?o a los valores fundamentales de la democracia "que cualquier r¨¦gimen totalitario en tiempos recientes".
6 Al pasar del G-8 al G-20 hay un nuevo club de pa¨ªses que han tomado carta de naturaleza: los pa¨ªses BRIC (acr¨®nimo de Brasil, Rusia, India y China), los m¨¢s importantes Estados emergentes.
Estos son sus poderes: representan a casi la mitad de la poblaci¨®n mundial, un cuarto del Producto Interior Bruto mundial, el 40% de toda la superficie y el 65% de todo el crecimiento econ¨®mico en los ¨²ltimos a?os. Su presencia en las formaciones G supone un desplazamiento del poder hacia otras realidades alternativas y un reequilibrio del dominio de EE UU. Existe una coincidencia general en que la salida a los problemas econ¨®micos no puede hacerse sin Estados Unidos, pero que EE UU solo no la conseguir¨¢.
7 Cuando el dem¨®crata Obama llega a la Casa Blanca reelige como presidente de la Reserva Federal (instituci¨®n que decide los tipos de inter¨¦s, es decir, quien pone precio al dinero) al republicano Ben Bernanke.
El conservador Nicolas Sarkozy salpica su Gobierno de ministros socialistas o ex socialistas. La democristiana Angela Merkel gobierna en coalici¨®n, antes con los socialdem¨®cratas y ahora con los liberales; ni se le ocurre un Gabinete en minor¨ªa, en tiempos de turbaci¨®n. Las pol¨ªticas econ¨®micas son transversales, fruto de pactos. Se intenta una especie de New Deal (en reconocimiento de la pol¨ªtica del presidente Roosevelt, que sac¨® a EEUU de la Gran Depresi¨®n), con consensos a todos los niveles: globales, regionales y nacionales. Menos en Espa?a.
8 Existe el riesgo de que las urgencias y las necesidades dejen en segundo plano otra estrategia central de nuestra ¨¦poca: la lucha contra el cambio clim¨¢tico.
El futuro del clima como l¨ªmite al modelo de crecimiento. La reuni¨®n del G-20 de Londres llam¨® "a construir una recuperaci¨®n inclusiva, ecol¨®gica y sostenible". Se ha establecido una relaci¨®n directa entre el desarrollo y el cambio clim¨¢tico, en sentido inverso. Mientras que la disminuci¨®n de la pobreza en el mundo sigue siendo la gran prioridad (al menos te¨®rica), dado que una cuarta parte de la humanidad contin¨²a viviendo con menos de 1,25 d¨®lares al d¨ªa, que 1.000 millones de personas carecen de agua potable, o que 3.000 millones de ciudadanos no tienen servicios de saneamiento adecuados, el cambio clim¨¢tico no tiene fronteras: amenaza al mundo entero.
9 Desde hace 30 meses, el mundo ha vivido una burbuja inmobiliaria, una burbuja financiera y una recesi¨®n (adem¨¢s de una burbuja del conocimiento, como vimos en el punto 3).
Para solucionarlas, las autoridades volvieron al keynesianismo: cuando las velas de la econom¨ªa se deshinchan hay que insuflarlas aire con el dinero p¨²blico. Lo que John Maynard Keynes, el gran triunfador intelectual de la crisis, llamaba "cebar la bomba". Ello ha provocado la nueva burbuja de la deuda. Los Estados se han endeudado y alguien tiene que pagar esos pr¨¦stamos. Esta nueva burbuja afectar¨¢ a m¨¢s de una generaci¨®n. Sab¨ªamos que cuando las empresas no pagan sus obligaciones, quiebran. ?Pueden quebrar las naciones en el marco de la globalizaci¨®n, cuando todas las econom¨ªas son tan interdependientes? El estallido de un pa¨ªs, ?generar¨¢ un efecto domin¨®?
10 En definitiva, hay dos escuelas sobre la crisis.
La primera cree que ¨¦sta ha sido un "cisne negro" (en la terminolog¨ªa de Nassim Taleb): un acontecimiento inesperado que ha ocasionado enormes impactos; una tormenta imprevista, que se ha abatido sobre un mundo que pensaba y actuaba dando por supuesto que tales acontecimientos extremos eran cosas del pasado. La segunda escuela es la de Casandra; Casandra era una sacerdotisa del dios Apolo, a la que ¨¦ste, que la amaba, concedi¨® el don de la profec¨ªa. Casandra, que era muy casquivana, enga?¨® a Apolo, y ¨¦ste convirti¨® el don en una pesadilla: atinar¨ªa con lo que iba a ocurrir pero nadie la creer¨ªa. Algunos cient¨ªficos sociales pronosticaron lo que iba a suceder con la crisis econ¨®mica, pero casi nadie les hizo caso.
Como dijo Schumpeter, otro gran economista, la historia es un compendio de "efectos", la gran mayor¨ªa de los cuales nadie ten¨ªa intenci¨®n de producir.
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