Activar la demanda pol¨ªtica
El discurso de fin de a?o del presidente Montilla bien puede considerarse el toque de corneta que marca el inicio de la campa?a electoral. La menci¨®n de Montilla a las elecciones -acentos partidistas incluidos- debe servir de recordatorio y advertencia a los ciudadanos. Recordatorio de su responsabilidad, pero advertencia de que entramos en un a?o en que cualquier gesto, detalle o palabra ser¨¢ interpretada por el complejo pol¨ªtico-medi¨¢tico en t¨¦rminos electorales, es decir, se les supondr¨¢ un plus de inter¨¦s partidario, todav¨ªa mayor del que acostumbra a tener lo que hacen y dicen. Que los ciudadanos hagan acopio de escepticismo y paciencia en un a?o en que todos ir¨¢n a por ellos sin miramiento alguno, porque en la campa?a electoral se cumple m¨¢s que en cualquier momento el principio de Harry Frankfurt de que la verdad no es referente del discurso pol¨ªtico.
La ciudadan¨ªa deber¨ªa incidir en la campa?a. Y forzar a los partidos a dejar los eufemismos 'atr¨¢palo todo'
A los l¨ªderes de los pa¨ªses m¨¢s avanzados cada d¨ªa les resulta m¨¢s dif¨ªcil empatizar con la ciudadan¨ªa. No porque sean peores que los de antes, sino porque la sociedad ha cambiado a un ritmo acelerado y las instituciones pol¨ªticas son las mismas desde el siglo XIX. La din¨¢mica de la nueva sociedad cada vez reclama decisiones m¨¢s r¨¢pidas, las instituciones siguen sometidas a lent¨ªsimos procedimientos que hacen que, a menudo, las respuestas lleguen cuando ya es tarde. Este a?o habr¨¢ elecciones. Los ciudadanos podremos tomar la actitud resignada de escoger entre los productos en oferta en el mercado electoral, que esta vez puede convertirse en un verdadero mercadillo, sin entusiasmo especial, como corresponde a una sociedad de un cierto grado de desarrollo educativo. Pero tambi¨¦n podr¨ªamos hacer otra cosa: dar mayor intensidad a la demanda.
Que los entusiasmos del inicio de la transici¨®n derivaran en desencanto formaba parte del gui¨®n. La realidad democr¨¢tica cotidiana, afortunadamente, nunca est¨¢ a la altura de los sue?os de los que salen de una dictadura, porque como todo el mundo sabe no hay mayor cat¨¢strofe pol¨ªtica que la pretensi¨®n idealista de imponer los sue?os a la realidad. Pero lo que quiz¨¢ ya no era necesario era que la frustraci¨®n -o dicho de otro modo, la cristalizaci¨®n de las relaciones de fuerzas despu¨¦s de la catarsis- derivara hacia un sistema m¨¢s bien amorfo, de demanda d¨¦bil, con escasa incidencia ciudadana en la conformaci¨®n de la oferta pol¨ªtica. Y, de hecho, fueron Felipe Gonz¨¢lez y Jordi Pujol, hoy objetos de tanta melancol¨ªa, los que tuvieron el m¨¦rito de consolidar la normalidad, pero tambi¨¦n el dem¨¦rito de que se les fuera la mano bajando la temperatura hasta llevarla muy por debajo de la zona templada, hacia una democracia g¨¦lida. En Catalu?a, con la alternancia, el proceso de reforma estatutaria cre¨® cierto deshielo. Las frustraciones por un proceso mal iniciado y peor conducido han marcado la segunda legislatura del tripartito con dos catalizadores pol¨ªticos importantes: la agudizaci¨®n de las contradicciones entre Catalu?a y Espa?a y la consolidaci¨®n de la independencia como proyecto pol¨ªtico real. Dicho de otro modo, ha habido, por fin, una activaci¨®n real de la demanda. La presi¨®n pol¨ªtica desde abajo hacia arriba se est¨¢ haciendo o¨ªr en mayor manera que durante los a?os en que el orden natural imperaba en Catalu?a y los roles estaban perfectamente asignados.
De modo que, ante las pr¨®ximas elecciones, antes de que los actores monopolicen el espacio p¨²blico con sus ofertas, ser¨ªa bueno que se dejara sentir la voz de la ciudadan¨ªa, aprovechando que los medios de la sociedad de la informaci¨®n tienen capacidad para sustituir la debilidad de las instituciones intermedias (o intermediarias) y la falta de permeabilidad de los partidos pol¨ªticos. La ciudadan¨ªa deber¨ªa incidir en la agenda de la campa?a. Y forzar a los partidos a abandonar el territorio de los eufemismos y de las ambig¨¹edades atr¨¢palo todo. Los que est¨¦n por la independencia tienen que explicar c¨®mo se llega a ella. Los que quieran seguir en Espa?a, tienen que decir c¨®mo y de qu¨¦ manera. Los que afirman que hay que plantear un cambio de las relaciones con Espa?a tienen que decir en qu¨¦ t¨¦rminos. Los que prometan bajar impuestos -casi todos-, explicar c¨®mo salvar¨¢n los d¨¦ficits de la crisis, y no actuar con la impunidad de saber que van a desdecirse ya en el poder. Y los que tengan la honestidad de anunciar que los subir¨¢n -si los hay- que digan qu¨¦ servicios dar¨¢n a cambio. Y as¨ª sucesivamente. La primera fuerza de la demanda es la capacidad de obligar a la clarificaci¨®n de la oferta.
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