Fregonas y maletas de ruedas
Hubo alguien que invent¨® la fregona para, en el tiempo del machismo recalcitrante, poner a la mujer de pie en lugar de rodillas a la hora de fregar el suelo, y tambi¨¦n existi¨® alguien que invent¨® la maleta de dos ruedas que hoy usa casi todo aquel que se decide a emprender un viaje para evitar un sobreesfuerzo en su traslado. Ambos inventos vinieron precedidos de otras cuatro genialidades: algunos inventaron el palo, otros el trapo, otros la rueda y otros la maleta. La ocurrencia del de la fregona y del de la maleta de ruedas consisti¨® en unir en un mismo artefacto el palo y el trapo por una parte, y las ruedas y la maleta por otra. Ante esto cabe preguntarse razonablemente: ?le corresponde alg¨²n tipo de propiedad intelectual al inventor de la fregona y al inventor de la maleta de ruedas? Sus creaciones no surgieron de la nada, puesto que unieron dos cosas que ya exist¨ªan y que, antes que ellos, alguien invent¨®. Y siguiendo el razonamiento, seguro que antes del de la rueda o del de la maleta, del trapo o del palo, ya hubo alguien que invent¨® algo que sirvi¨® para que esos artilugios pudieran mezclarse.
Chirr¨ªa escuchar a algunos creadores hablar de su propiedad da?ada por la pirater¨ªa inform¨¢tica
?Cu¨¢nto tardar¨ªan en surgir mil p¨¢ginas en Internet por cada una que se cerrara?
Eso que acabo de describir y que permite discutir, cuando no negar, la propiedad intelectual, no ocurre s¨®lo con esos inventos, sino que es la forma que tiene la humanidad de acercarse al proceso de creaci¨®n. Por eso, resulta chirriante escuchar a algunos creadores musicales y cinematogr¨¢ficos espa?oles cuando hablan, hasta la n¨¢usea, de sus creaciones y de su propiedad intelectual, da?ada, seg¨²n ellos y la SGAE, por la pirater¨ªa inform¨¢tica. ?Acaso cuando alguien compone una balada, de cuya autor¨ªa reclama la propiedad intelectual, no est¨¢ creando algo sobre creaciones anteriores o contempor¨¢neas a ¨¦l? ?No hubo antes que ¨¦l alguien que escribi¨® la primera balada de la historia? Es imposible imaginar que una creaci¨®n de ese tipo se sostiene sobre la nada o sobre el vac¨ªo. Cuando alguien compone una melod¨ªa del tipo que sea, ?no est¨¢ influido por todo lo que ha escuchado, le¨ªdo y visto a lo largo de su vida? ?Es que la creaci¨®n cultural no es acaso la forma recurrente que tenemos de hacer las cosas? ?Alguien puede decir que lo que ha creado no es el producto de sus influencias? Una pel¨ªcula de cine, ?no es la consecuencia de las miles de pel¨ªculas de cine que se han creado a lo largo de la historia? ?De qu¨¦ propiedad intelectual nos est¨¢n hablando los que hablan de esa forma? Lo que yo estoy escribiendo en este momento, ?no es la consecuencia de lo que hablan y razonan millones de personas? ?Cu¨¢les son los derechos que me corresponden como autor de un escrito que es la consecuencia de la influencia de miles de escritos y reflexiones? ?Entrecu¨¢ntos tendr¨ªa que repartir mis derechos de autor?
Lo que escribo en este instante lo estoy haciendo en un banco de un parque que ha sido dise?ado por un arquitecto. Quienes se dedican al ejercicio de la arquitectura tambi¨¦n tienen reconocida la propiedad intelectual. Enfrente de donde estoy sentado, miro y observo una escultura, propiedad intelectual de un escultor que se la vendi¨® al Ayuntamiento de la ciudad en la que vivo. Escribiendo en el parque y mirando la escultura me he acordado de las cosas que dijeron algunos creadores, hace unas semanas, a las puertas del Ministerio del Cultura del Gobierno de Espa?a y he pensado que, siguiendo sus razonamientos sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual, alguien deber¨ªa venir a cobrarme unos euros por estar disfrutando del espacio que un arquitecto cre¨® y por mirar la escultura que un escultor ide¨® y model¨®. No dir¨¦ cu¨¢ntas veces he mirado la escultura, no vaya a ser que la SGAE me denuncie por haber mirado m¨¢s veces de las que podr¨ªa ser entendido e interpretado como un acto de pirater¨ªa visual. ?Por qu¨¦ los arquitectos y los escultores no cobran sus derechos de autor cuando usamos o miramos los espacios y las esculturas por ellos creados y s¨ª hay que pagar por usar o mirar las canciones o las pel¨ªculas realizadas por otro tipo de creadores?
He dejado este escrito para ma?ana y me he pasado por una fruter¨ªa a comprar dos kilos de naranjas; el frutero s¨®lo me ha cobrado por lo que he pedido y no ha tenido la ocurrencia de pretender venderme dos kilos de melones, un kilo de limones y tres kilos de manzanas, aunque yo s¨¦ que el frutero tiene un huerto en el que cultiva todos esos productos. Me ha servido lo que le he pedido y he pagado religiosamente. A continuaci¨®n, he pasado por una tienda de discos y he pedido que me vendieran la canci¨®n de Joaqu¨ªn Sabina, Tiramis¨² de lim¨®n, pero, a diferencia del frutero, el dependiente ha pretendido que le comprara 13 canciones m¨¢s que, por lo visto, es toda la producci¨®n del huerto musical de Sabina en la temporada del a?o 2009. Y no s¨®lo lo pretend¨ªa, sino que adem¨¢s quer¨ªa cobrarme algo m¨¢s de veinte euros por un estuche de pl¨¢stico con un disco dentro. Me he negado a llevarme toda la producci¨®n del maestro, porque a m¨ª s¨®lo me gusta Tiramis¨² de lim¨®n. El dependiente no entend¨ªa lo que yo le dec¨ªa y yo no entend¨ªa lo que me dec¨ªa ¨¦l; debe de ser que yo emigr¨¦ a la sociedad virtual, que no necesita formato para disfrutar de un hecho cultural, y ¨¦l sigue en territorio anal¨®gico, donde la realidad es s¨®lo f¨ªsica. ?Vamos, que si le digo que le voy a enviar un correo, seguir¨¢ pensando que en una semana recibir¨¢ una carta m¨ªa envuelta en un sobre de papel, con un sello postal y un matasellos!
Si la propiedad intelectual es discutible e incluso se puede negar desde una concepci¨®n de izquierdas, no niego que, por juntar palabras que no son nuestras o por unir im¨¢genes que tampoco lo son, se tenga derecho a recibir alg¨²n tipo de remuneraci¨®n en forma de lo que se conoce como derecho de autor, y para ello mi propuesta es la siguiente: 1. Tomar como punto de referencia el importe de ingresos por compensaci¨®n por copia privada que se ha recaudado con la legislaci¨®n vigente en los ¨²ltimos tres a?os. 2. Que esa cantidad, con las sucesivas actualizaciones, sea garantizada por el Estado para la industria cultural nacional. 3. Que esa cantidad sea repartida entre los creadores de forma transparente, es decir, que se haga en funci¨®n de los ingresos declarados por venta de sus obras en las respectivas declaraciones de la renta. 4. Que en la declaraci¨®n de la renta de todos los ciudadanos figure una casilla para destinar una parte de los impuestos a compensar la copia privada.
Los creadores de la SGAE no deben tener miedo a que en cuatro o cinco a?os se acabe la creaci¨®n art¨ªstica. Nunca ha habido una ¨¦poca en la historia de la humanidad donde la creaci¨®n haya sido tan prolija como en la actualidad. Lo que ocurre es que, en la actualidad, la realidad es f¨ªsica y virtual; cuanto antes se entienda, mejor. En una sociedad en la que un chico de quince a?os es capaz de introducirse en los archivos del Pent¨¢gono norteamericano con su ordenador, ?cu¨¢nto tiempo calcula la Ministra de Cultura que iban a tardar en aparecer mil p¨¢ginas en Internet por cada una que cerrara una comisi¨®n ministerial o un juez?
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra es ex presidente de la Junta de Extremadura.
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