Noches de fr¨ªo en los huesos
El rechazo a los albergues habilitados para el invierno lleva a muchos indigentes a dormir en la calle con temperaturas por debajo de cero
Mientras las calles de Madrid se hielan, una media de 650 personas duermen a la intemperie. Unidades m¨®viles del Samur Social, 439 plazas extras en los albergues y alojamientos hoteleros son algunas de las medidas que el Ayuntamiento destina para que los sin techo sobrevivan en las mejores condiciones a las bajas temperaturas, que el s¨¢bado por la noche llegaron a los cuatro grados bajo cero. A muchos te¨®ricos usuarios el esfuerzo no les convence.
Gabriel es el ¨²nico hombre de pie en el quiosco de m¨²sica. Mientras sus compa?eros duermen, ¨¦l se pasea con las manos en los bolsillos. Se asoma a la baranda y respira la helada noche del parque de la Bombilla. Los term¨®metros est¨¢n a cuatro grados bajo cero, y m¨¢s de 600 personas como ¨¦l resisten a la intemperie.
Unas 600 personas resisten a la intemperie con hielo y nieve
"Lo peor son las peleas que se forman", afirma un mendigo
"Es cutre. En Italia ya habr¨ªan montado una tienda 'tocha", asegura El Duende
Muchos no quieren verse obligados a desmontar su ajuar de cajas y colchones
Cuando las temperaturas descienden a partir de noviembre, el Ayuntamiento activa el Plan Fr¨ªo, que permite aumentar a 1.806 plazas las plazas en albergues, y dispone unidades m¨®viles del Samur Social las 24 horas para atender a los sin techo que lo soliciten. Los centros se llenan, pero un grupo considerable de gente prefiere la calle. Desde el s¨¢bado se preparan para unos d¨ªas de fr¨ªo polar.
En el quiosco de Gabriel son diez, cargados de mantas y cartones. Y todo pese a que el albergue de San Isidro queda a unos metros. "Pero es que ah¨ª no hay sitio", explica Gabriel, de 39 a?os. "Yo estaba all¨ª fijo, pero me pusieron una sanci¨®n por una pelea y perd¨ª la vez. La ¨²nica opci¨®n que me dan para no helarme es ir a Mayorales, a la Casa de Campo, casi un invernadero. Para eso, duermo con los compa?eros".
Gabriel patrulla como un Romeo cerca del albergue de San Isidro mientras dentro duerme Carmen, su pareja. Como ¨¦l, cada habitante del quiosco tiene una raz¨®n para no recurrir a los servicios del Ayuntamiento. "A m¨ª no me dejan entrar con mi perrita Neca. Y sin ella no voy a ninguna parte", solloza la enferma Raquel desde su colch¨®n. Manuel, que llega saludando como un familiar que ha terminado la jornada en la oficina, no quiere ni o¨ªr hablar de albergues. "Menudo fr¨ªo, chicos" es lo ¨²nico que dice sobre el tema. Neca salta a su alrededor, y Raquel contesta al saludo habl¨¢ndole de un favor. "?Me vas a pedir dinero? Yo te iba a pedir pan", la corta Manuel.
Ninguno de ellos est¨¢ demasiado informado sobre las posibilidades de refugio que se les ofrecen. Por ejemplo, no saben que en Vallecas el centro del Pozo del T¨ªo Raimundo se ha reforzado con 130 plazas. "?D¨®nde en Vallecas? ?En la narcosala? Ah¨ª no voy", se confunde Gabriel.
P¨¦rdida de libertad, horarios muy estrictos o incomodidad son algunas de las razones que argumentan los indigentes para no acudir a un centro. Los irreductibles no admiten verse obligados a desmontar el ajuar de cajas, peri¨®dicos, colchones y ropa que les ha costado a veces meses levantar, y todo para pasar s¨®lo unos d¨ªas a resguardo. Otro inconveniente es lo apartado que quedan algunos de los albergues. El de Vallecas est¨¢ a kil¨®metros del centro, el lugar por el que m¨¢s le gusta vagar a los indigentes. Llegar sin dinero para el metro o el autob¨²s, en medio de una noche helada, es una aventura poco atractiva para alguien que lleva todo el d¨ªa con los huesos entumecidos. "Nosotros, como todo el mundo, tenemos planes", explica Manuel. Y luego, ni siquiera acudir a un centro concreto asegura que esa vaya a ser la ubicaci¨®n final. "Acogemos a todos, pero hay que repartirlos por otros centros, y no siempre hay unidades m¨®viles para hacerlo r¨¢pido", explica una trabajadora social de Vallecas asomando la nariz al fr¨ªo cortante. "Lo peor son las peleas que se forman a la puerta. A esos sitios van todo tipo de indeseables", explica en la puerta de la ?pera un hombre que no quiere dar su nombre. "Se ven botellazos, pinchazos... de todo", explica el mismo indigente mientras se toma un caf¨¦ de los que reparten los voluntarios de Acci¨®n en Red. El grupo no ha encontrado que disminuya la gente que duerme en la calle con la llegada de la campa?a contra el fr¨ªo. "Nosotros hemos atendido a m¨¢s de 30 personas esta noche. M¨¢s o menos lo de siempre", explica ??igo, mientras reparte leche caliente. "Tampoco es m¨¢s que el a?o pasado, a pesar de la avalancha que nos tem¨ªamos por la crisis". La cantidad de personas que no abandona nunca la calle, nieve o truene, est¨¢ inamovible en 600.
El Duende, como se hace llamar un trotamundos refugiado en la Plaza Mayor, ha visto ya muchos dispositivos de emergencia contra el fr¨ªo. "Esto de aqu¨ª es muy cutre. En cualquier pa¨ªs europeo lo hacen mejor. En Italia ya nos habr¨ªan montado una tienda tocha y repartido cosas calientes. Aqu¨ª te dicen que pueden venir los del Samur, y a correr. Los tiempos est¨¢n cambiando".
Al Duende le gusta ribetear el discurso con citas de canciones de rock. Lleva las u?as pintadas de negro y, en una servilleta, un poema inspirado en Lou Reed que escribe desde hace un rato. "Pasamos mucho fr¨ªo, pero al menos tenemos independencia".
En la puerta de M¨¦ndez ?lvaro un hombre de unos sesenta a?os masculla explicaciones confusas sobre por qu¨¦ duerme en la calle. No es un viajero, a pesar de que lleva una mochila y una esterilla. "Antes no cerraban la estaci¨®n; ahora s¨ª, y me dejan fuera". Divaga. "A m¨ª, que he sobrevivido a ocho guerras". Con una bufanda de lana se envuelve la cabeza. "No me han dicho nada de que pudiera ir a dormir bajo cubierto a otro sitio". Se calla, se enfada y r¨ªe.
A la ma?ana siguiente, el mismo hombre dormir¨¢ en un vag¨®n de metro en Carabanchel. Mucha gente viaja de pie, pero nadie ocupa el asiento libre a su lado. Ronca con fuerza, agarrado a una barra. Con la bufanda se cubre la cabeza, como si siguiera a la intemperie.
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