Miami recluye a los pederastas bajo un puente
Desde la isla debajo del puente, los leprosos ven en el horizonte las mansiones y los yates de los ricos. Se sienten enfermos, apestados, marginados. A las seis de la tarde llega un agente de la condicional y pasa lista, para asegurarse de que pasan la noche aqu¨ª. En esta colonia viven unas 70 personas condenadas por agresi¨®n sexual, violaci¨®n, exhibicionismo y pederastia. Su deuda con la sociedad es grande. Y nunca la acabar¨¢n de pagar del todo.
Desde 2005, en el condado de Miami-Dade impera una ordenanza que obliga a las personas con antecedentes por delitos sexuales a vivir a no menos de 762 metros de lugares en los que se re¨²nan ni?os. En Miami, esta megal¨®polis de vastas extensiones urbanizadas frente al agua, las autoridades encontraron un solo lugar apropiado: una diminuta isla en la que se hunden los cimientos del puente de Julia Tuttle, en plena bah¨ªa Vizca¨ªna.
La isla huele a heces y or¨ªn. Hay tiendas de campa?a por doquier. Los m¨¢s veteranos viven en chabolas de madera y han podido instalarse incluso camas y ba?eras. Sienten que no hay forma de escapar de la isla. A H¨¦ctor Gonz¨¢lez, de 51 a?os, se le conden¨® en 1997 por ense?arles los genitales a unos ni?os. Cumpli¨® un a?o de libertad condicional. Cuando se aprob¨® la ordenanza tuvo que dejar su casa y acostumbrarse a la idea de que el puente ser¨ªa desde entonces su hogar.
"Cuando vinieron a por m¨ª no pude mirar a mis familiares a la cara, mis nietos me miraban como a un monstruo", explica, mientras muestra su casa, una estrecha chabola en la que tiene un hornillo y una cama en la que no se han cambiado las s¨¢banas desde hace tiempo. "Se nos ha expulsado de la sociedad".
Su vecino, Armando Mart¨ªnez, se?ala a un punto indefinido del agua: "Ah¨ª en Guant¨¢namo se trata mejor a los terroristas. Por lo menos les dan comida y ropa". Este hombre de 50 a?os, de apariencia afable, es un "depredador", seg¨²n la base de datos de delitos sexuales del Estado de Florida. Fue condenado en 1999 por intentar violar a una menor, su hijastra.
En las paredes de este campamento hay todo tipo de mensajes. "No somos monstruos", "nos tratan como a mierda" y "bienvenidos a Bookville". Este ¨²ltimo nombre, Bookville, es el que sus residentes le dan a la isla, en honor del hombre que la hizo posible: Ron Book, un lobista que ha vivido la peor pesadilla de cualquier padre.
Un d¨ªa, en 2002, el psiquiatra de su hija Lauren, de 17 a?os, le llam¨® para contarle que Waldina Flores, su ni?era, estaba abusando sexualmente de ella. Lauren sufri¨® durante a?os en silencio, temerosa de manchar el honor de su familia. Hasta que confes¨® en su terapia semanal.
Indignado, su padre se jur¨® acabar con la lacra del abuso sexual contra los menores. Primero, sac¨® a Flores de su casa. La polic¨ªa la encontr¨® un mes despu¨¦s en Oklahoma, entrenando a un equipo de f¨²tbol infantil femenino. Ahora cumple una condena de 25 a?os de c¨¢rcel. Book recorri¨® el Estado de Florida con su hija, present¨¢ndosela a todos los pol¨ªticos que conoc¨ªa, exigi¨¦ndoles medidas urgentes. Al final de su ofensiva, unos 60 condados hab¨ªan aprobado duras ordenanzas que limitan estrictamente d¨®nde pueden residir los agresores sexuales.
A diferencia de en Espa?a, en EE UU se puede incluir el nombre de los condenados por delitos sexuales en bases de datos de Internet, al alcance de cualquiera, con fotos, descripciones f¨ªsicas y direcciones de residencia. Muchos condados aplican ordenanzas sobre la distancia a la que pueden vivir los pederastas de colegios y dem¨¢s centros educativos. Las leyes deMiami son de las m¨¢s duras del pa¨ªs.
"Jam¨¢s he defendido que se prive a nadie de un hogar", explica Book. "El problema aqu¨ª lo ha creado el Estado de Florida, que, cuando pone a un preso en libertad, le dice que si va a Miami, s¨®lo puede vivir en ese puente".
Aun as¨ª, hoy ve razonable que se reduzca el l¨ªmite de 762 a 500 metros, algo que ofrecer¨ªa muchas m¨¢s libertad de movimiento a los residentes de la colonia. De momento, desde su puesto de presidente de la Fundaci¨®n de Ayuda a los Sin Techo del condado de Miami-Dade, ha encontrado nuevos hogares para m¨¢s de 40 residentes del puente.
No siente arrepentimiento. "Esa gente es responsable de sus propios cr¨ªmenes", explica. "Muchos han abusado de ni?os. Ellos decidieron qu¨¦ camino seguir en la vida". La gran duda pendiente debajo de este puente, en esta isla de miseria, es si Ron Book, Miami y Florida permitir¨¢n alguna vez a estos leprosos dejar para siempre ese camino de delincuencia y verse reinsertados.
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