La marea de ayuda satura los aeropuertos
Miles de cooperantes se amontonan en Santo Domingo a la espera de un vuelo
Los aeropuertos de Santo Domingo se han convertido en una marabunta de hombres y mujeres en mono llegados de las cuatro esquinas del planeta con la intenci¨®n de ayudar en el terremoto de Hait¨ª. Son los cientos o miles de especialistas en seguridad, m¨¦dicos, adiestradores de perros, expertos en cat¨¢strofes, enfermeros, ingenieros de telecomunicaciones o bomberos, entre otros, que deambulan por las terminales a la espera de un vuelo con el que llegar a Puerto Pr¨ªncipe y comenzar a trabajar.
No es f¨¢cil. El peque?o aeropuerto de la capital haitiana, de una pista, no da abasto para atender las peticiones de aterrizaje de tantos aviones que solicitan entrada provenientes de decenas de lugares diferentes. No es ¨¦se el ¨²nico problema: convertido en un gigantesco embudo, ni siquiera era capaz de desembarcar ni los equipos ni las toneladas de ayuda humanitaria que van llegando de todo el mundo.
Cerca de 5.000 presos, muchos peligrosos, se han fugado de la c¨¢rcel
La pista del aer¨®dromo haitiano era ayer, as¨ª, un enorme aparcamiento de decenas de aviones a la espera de regresar. Este tap¨®n provocaba, a su vez, que otros aviones volaran en redondo sobre el aeropuerto de Puerto Pr¨ªncipe durante horas a la espera de hueco para aterrizar, mientras que en otro aeropuerto dominicano, de peque?o tama?o, el Joaqu¨ªn Balaguer, las avionetas estuvieran paradas a la espera de despegar. La torre de control de Puerto Pr¨ªncipe, que result¨® da?ada por el terremoto, indicaba directamente a estas avionetas, situadas a una hora de viaje, si pod¨ªan o no salir hacia Hait¨ª.
A las ocho de la ma?ana, hora local, se suspendieron completamente los vuelos. Desde Santo Domingo, s¨®lo se pod¨ªa llegar a Puerto Pr¨ªncipe por tierra o en un helic¨®ptero cuyas plazas costaban a raz¨®n de 1.200 d¨®lares (830 euros) por persona. Los retrasos, cancelaciones, vuelos llenos o demoras indefinidas torturaban a personas decididas a entrar como fuera en el infierno de Hait¨ª.
Un convoy de bomberos franceses, acompa?ados de sus perros de rescate, opt¨® por la carretera. Unos periodistas suizos, por el helic¨®ptero. R¨ªo y Ded¨¦, dos hermanos haitianos de 40 y 45 a?os que viven desde hace 10 en Estados Unidos y que llegaron ayer a Santo Domingo, tambi¨¦n eligieron viajar a la desesperada por carretera, cruzando la frontera por la localidad dominicana de Jiman¨ª. Obsesionados por la suerte de sus familias, de sus casas, sin lograr hablar con ellos por tel¨¦fono, sin saber si viv¨ªan o no, decidieron horas despu¨¦s de enterarse de la tragedia acudir a Puerto Pr¨ªncipe para enterarse de la ¨²nica manera posible.
R¨ªo, que es fisioterapeuta, carg¨® en la maleta mascarillas faciales para conjurar el mal olor de los cad¨¢veres y las infecciones, guantes de pl¨¢stico y cuantas medicinas pudo meter a fin de regalarlas a sus compatriotas. Ded¨¦ aseguraba que, si su vieja casa familiar segu¨ªa en pie, contaban con un generador para procurarse al menos electricidad los d¨ªas siguientes. "Lo peor no era ver en televisi¨®n las calles de tu ciudad hechas migas, ni los cad¨¢veres tirados por el piso: lo peor era no saber nada de mis primos, de mi abuela o de mi hermana", dec¨ªa R¨ªo. "Lo ¨²nico bueno que tiene todo este horror es que peor no podremos estar, que de una vez por todas deberemos reconstruir el pa¨ªs entero", a?ad¨ªa.
Un experto espa?ol en seguridad de la ONU, que lleva cuatro a?os en Hait¨ª, esperaba tambi¨¦n en Santo Domingo el vuelo que le devolviera a su trabajo. Hab¨ªa estado dos semanas de vacaciones. "Si no hubiera sido porque perd¨ª un enlace y tuve que esperar en Madrid, yo habr¨ªa estado ese d¨ªa en el edificio de la ONU: y me habr¨ªa pillado dentro", contaba.
Colabor¨® con la polic¨ªa haitiana para detener a criminales que se ense?oreaban de los barrios m¨¢s pobres. "Y ahora se han escapado: 5.000 presos se han fugado de la c¨¢rcel. Volver¨¢n a hacer lo que hac¨ªan", vaticin¨®. Y explic¨® de qu¨¦ se trataba: "Son gente que mata porque s¨ª, yo he visto c¨®mo le han arrancado los dientes uno a uno en la calle a un tipo al que acusaban de ser un chivato; son gente que viola a quien quiere, bajo amenaza de matar a la hermana o a la madre o a la abuela, es gente que acaba con otro de un balazo, as¨ª, pum, por menos de nada, porque se les pone en medio: nos cost¨® mucho meterlos en la c¨¢rcel. Y ahora est¨¢n de nuevo afuera. Hait¨ª ha vuelto atr¨¢s cerca de 40 a?os en un solo d¨ªa".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.