Un ¨¦xito relativo de los republicanos
El verdadero triunfador es el radicalismo conservador que crece en la base
La explosi¨®n de alegr¨ªa con la que los conservadores recibieron ayer su victoria en la elecci¨®n de un esca?o para el Senado por el Estado de Massachusetts est¨¢ m¨¢s que justificada en una formaci¨®n que ha conseguido recuperar la iniciativa pol¨ªtica s¨®lo un a?o despu¨¦s de perder la presidencia, pero no es la prueba de la buena salud del Partido Republicano ni una garant¨ªa de sus ¨¦xitos futuros.
El vencedor en el Estado de Massachusetts, Scott Brown, es un populista sin identificaci¨®n ideol¨®gica que, durante la campa?a, tuvo mucho cuidado de no ser identificado como republicano y evit¨® rodearse de las figuras m¨¢s representativas de ese partido. Su victoria, adem¨¢s de la derrota de Barack Obama y de los dem¨®cratas, es la victoria de la persona que sirve como mensajero del malestar de los votantes, no necesariamente la victoria del Partido Republicano.
Scott Brown es un populista sin identificaci¨®n ideol¨®gica
El movimiento 'tea party' canaliza los temores de la clase media blanca
Una encuesta publicada ayer mismo por el peri¨®dico The Wall Street Journal y la cadena NBC otorgaba a los republicanos una preferencia de voto de cara a las elecciones legislativas de noviembre del 41%, exactamente igual que a los dem¨®cratas. A la pregunta de si aprueban la actuaci¨®n de la oposici¨®n durante el debate de la reforma sanitaria, el 64% de los entrevistados contesta que no, una cifra peor que la de Obama.
No es, por tanto, en este momento el Partido Republicano el canalizador del descontento popular. Sus ¨¦xitos y su visibilidad recientes se deben a la energ¨ªa cobrada por un movimiento de base conocido como los tea party, en alusi¨®n a uno de los acontecimientos decisivos de la Revoluci¨®n Am¨¦rica y uno de los que mejor explica el sentimiento de esta sociedad contra los impuestos y la autoridad gubernamental.
A finales del siglo XVIII, aquella fue una gesta contra el odiado imperio brit¨¢nico que elev¨® la reputaci¨®n de uno de los padres de la naci¨®n, Samuel Adams. Trasladado a los albores del siglo XXI, el tea party es un movimiento que sustancialmente representa el miedo del hombre blanco de clase media, exacerbado por la crisis econ¨®mica y la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca. Sus ideas y sus mensajes son una mezcla de anarquismo liberal, racismo y fanatismo religioso.
No tienen un l¨ªder ni un domicilio social. Pero han organizado las mayores movilizaciones populares del ¨²ltimo a?o, se han extendido por casi todo el pa¨ªs y han sacado al conservadurismo del estado de postraci¨®n en que lo dej¨® George Bush. A principios de febrero celebrar¨¢n su primera convenci¨®n, en Nashville (Tennessee), donde Sarah Palin -ex candidata a la vicepresidencia y ex gobernadora de Alaska- pronunciar¨¢ el discurso de clausura.
Las actividades de los tea party han recibido amplia cobertura de parte de la cadena de televisi¨®n Fox News, cuyo m¨¢s exaltado comentarista, Glenn Beck, es tambi¨¦n una de las estrellas y principales agitadores del movimiento.
De esa confabulaci¨®n de intereses se ha aprovechado el Partido Republicano, cuyos dirigentes actualmente oscilan entre el apoyo prudente a los tea party y el silencio complaciente. Figuras como John McCain y Newt Gingrich, por ejemplo, han alertado del peligro potencial de radicalizaci¨®n y exclusi¨®n que representa. El vencedor en Massachusetts exhibi¨®, sin embargo, en alta voz el respaldo que ese movimiento hab¨ªa dado a su candidatura.
Por mucha energ¨ªa que esa plataforma genere, no es dif¨ªcil augurarle tensiones internas y debilidades en cuanto se produzca el debate por la toma del poder. Puede ayudarle al Partido Republicano a reunir fuerzas para ganar en noviembre, pero es muy aventurado pensar que los tea party puedan representar una opci¨®n seria para recuperar la presidencia en 2012.
Incluso puede acentuar el fen¨®meno, que ya se observ¨® en 2008, de marginalizaci¨®n de los republicanos entre las minor¨ªas raciales y los electores mejor educados y de h¨¢bitat urbano, quiz¨¢ decepcionados con Obama pero tambi¨¦n asustados de la beligerancia con que se expresa la alternativa conservadora.
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