Hait¨ª: un desaf¨ªo internacional
Miro una foto de una tristeza, dolor, crueldad y violencia inmensas: un hombre toma del pie el cad¨¢ver de un ni?o y lo arroja al aire. El cuerpo va a dar a la monta?a de cad¨¢veres -decenas de millares en una poblaci¨®n de 10 millones-. Saldo terrible del terremoto en Hait¨ª. Cuesta admitir que una cat¨¢strofe m¨¢s se a?ada a la suma catastr¨®fica de esta desdichada naci¨®n caribe?a. El 80% de sus habitantes sobrevive con menos de dos d¨®lares diarios. El pa¨ªs debe importar las cuatro quintas partes de lo que come. La mortalidad infantil es la m¨¢s alta del continente. El promedio de vida es de 52 a?os. M¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n tiene menos de 25 a?os. La tierra ha sido erosionada. S¨®lo un 1,7% de los bosques sobreviven. Tres cuartas partes de la poblaci¨®n carece de agua potable. El desempleo asciende al 70% de la fuerza de trabajo. El 80% de los haitianos vive en la pobreza absoluta.
En este pa¨ªs, si la naturaleza es imp¨ªa m¨¢s lo es la pol¨ªtica humana
Los huracanes son frecuentes. Pero si la naturaleza es imp¨ªa, m¨¢s lo es la pol¨ªtica humana. Primer pa¨ªs latinoamericano en obtener la independencia, en 1804, se sucedieron en Hait¨ª gobernantes pintorescos que han alimentado el imaginario literario. Toussaint L'Ouverture, fundador de la Rep¨²blica, depuesto por una expedici¨®n armada de Napole¨®n I. El emperador Jean-Jacques Dessalines extermina a la poblaci¨®n blanca y discrimina a los mulatos, pero es derrotado por ¨¦stos. Alexandre-P¨¦tion, junto con el dirigente negro Henry Christophe, convertido en brujo y p¨¢jaro por Alejo Carpentier en su gran novela El reino de este mundo, espl¨¦ndido resumen novelesco del mundo animista de brujos y maldiciones haitianas. Fueron los "jacobinos negros".
El verdadero maleficio de Hait¨ª, sin embargo, no est¨¢ en la imaginaci¨®n literaria, ni en el folclore, sino en la pol¨ªtica. S¨®lo despu¨¦s de la ocupaci¨®n norteamericana (1915-1934), Hait¨ª ha sufrido una sucesi¨®n de presidentes de escasa duraci¨®n y una manifiesta ausencia de leyes e instituciones, vac¨ªo llenado, entre 1957 y 1986, por Pap¨¢ Doc Duvalier y su hijo Baby Doc, cuyas fortunas personales ascendieron en proporci¨®n directa al descenso del ingreso de la poblaci¨®n, el desempleo y la pobreza. Patrimonialismo salvaje que intent¨® corregir, en 1990, el presidente Jean-Baptiste Aristide, exiliado en 1991, de regreso en 1994, y desplazado al cabo por el actual presidente Ren¨¦ Pr¨¦val.
Este carrusel pol¨ªtico no da cuenta de las persistentes dificultades provocadas por la guerra de pandillas criminales, herederas de los terribles tonton-macoutes de Duvalier, incontenibles para una polic¨ªa de apenas 4.000 hombres y avasallada por las realidades de la tortura, la brutalidad, el abuso y la corrupci¨®n como normas de la existencia.?Qu¨¦ puede hacer la comunidad internacional sin que los pr¨¦stamos del Banco Mundial o del Banco Interamericano desaparezcan en el v¨¦rtigo de la corrupci¨®n? La presencia de una fuerza multinacional de la ONU, la MINUSTAH o Misi¨®n Estabilizadora (con gran presencia brasile?a) ha contribuido sin duda a disminuir el pandillismo, los secuestros y la violencia. La inflaci¨®n disminuy¨® de 2008 ac¨¢ de un 40% a un 10% y el PIB aument¨® en un 4%. Prueba de que hay soluciones, por parciales que sean, a la problem¨¢tica se?alada. Pero hoy, el terremoto borra lo ganado y abre un nuevo cap¨ªtulo de retraso, desolaci¨®n y muerte.
La comunidad internacional est¨¢ respondiendo, a pesar de que Puerto Pr¨ªncipe ha perdido su capacidad portuaria, el aeropuerto tiene una sola pista y el hambre, la desesperaci¨®n y el ¨¢nimo de mot¨ªn aumentan. El presidente Barack Obama ha dispuesto (con una velocidad que contrasta con la desidia de su predecesor en el caso del Katrina en Nueva Orleans) medidas extraordinarias de auxilio.
Obama ha tenido cuidado en que el apoyo norteamericano sea visto como parte de la solidaridad global provocada por la tragedia haitiana, y ha hecho bien. Las intervenciones norteamericanas en Hait¨ª est¨¢n presentes en la memoria. Entre 1915 y 1934, la infanter¨ªa de marina de Estados Unidos ocup¨® la isla y s¨®lo la llegada de Franklin Roosevelt a la Casa Blanca le dio fin a la intervenci¨®n. No hay que ser pro-yanqui para notar que la ocupaci¨®n trajo orden, el fin de la violencia y un programa de obras p¨²blicas, aunque no trajo la libertad, ni acab¨® con la brutalidad subyacente de la vida haitiana.
La presencia actual de muchas naciones y muchas fuerzas, militares y humanitarias, en suelo haitiano, propone una interrogante. Terminada la crisis, pagado su alt¨ªsimo costo, ?regresar¨¢ Hait¨ª a su vida de violencia, corrupci¨®n y miseria?
Acaso el momento sea oportuno para que la comunidad internacional se proponga, en serio, pensar en el futuro de Hait¨ª y en las medidas que encarrilen al pa¨ªs a un futuro mejor que su terrible pasado. Que dejado a s¨ª mismo, Hait¨ª revertir¨¢ a la fatalidad que lo ha acompa?ado siempre, es probable. Que la comunidad internacional debe encontrar manera de asegurar, a un tiempo, que Hait¨ª no pierda su integridad pero cuente con apoyo, presencia y garant¨ªas internacionales que asistan a la creaci¨®n de instituciones, al imperio de la ley, a la erradicaci¨®n de la pobreza, el crimen, la tradici¨®n patrimonialista y la tentaci¨®n autoritaria, es un imperativo de la globalidad.
?sta, la globalizaci¨®n, encuentra en Hait¨ª un desaf¨ªo que compromete la confianza que el mundo pueda otorgarle a la desconfianza que todav¨ªa la acecha. La organizaci¨®n internacional prev¨¦ (o puede imaginar) maneras en que Hait¨ª y el mundo unan esfuerzos para que la situaci¨®n revelada y subrayada por el terremoto no se repita.
Hait¨ª no debe ser noticia hoy y olvido pasado ma?ana. Hait¨ª no cuenta con un Estado nacional ni un sector p¨²blico organizados. Los Estados Unidos de Am¨¦rica no pueden suplir esas ausencias. La inteligencia de Barack Obama consiste en asociar a Norteam¨¦rica con el esfuerzo de muchos otros pa¨ªses. Porque Hait¨ª pone a prueba la globalidad devolvi¨¦ndole el nombre propio: internacionalizaci¨®n, es decir, globalidad con leyes.
P.S. Una manera de entender a Hait¨ª m¨¢s all¨¢ de la noticia diaria consiste en leer a algunos autores de un pa¨ªs de cultura rica, econom¨ªa pobre y pol¨ªtica fr¨¢gil. Me refiero a Los gobernadores del Roc¨ªo de Jacques Roumain, un autor que parti¨® de una convicci¨®n: el orgullo de los haitianos en su cultura. Tanto en Los gobernadores como en La presa y la sombra y La monta?a encantada, Roumain resume en una frase el mal de Hait¨ª: "Todo mi cuerpo me duele". Junto con ¨¦l, los hermanos Pierre Marcelin y Philippe Thoby-Marcelin escribieron la gran novela del Hait¨ª del vud¨², las peleas de gallos y la superstici¨®n, Canap¨¦-Vert, as¨ª como El l¨¢piz de Dios y Todos los hombres est¨¢n locos. Esta ¨²ltima prologada en ingl¨¦s por Edmund Wilson, quien ve en ella, m¨¢s all¨¢ del drama de Hait¨ª, "la perspectiva de las miserias y fracasos de la raza humana, nuestros amargos conflictos ideol¨®gicos y nuestras ambiciones aparentemente in¨²tiles".
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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