Apor¨ªas de la nueva d¨¦cada (y 3)
La tercera apor¨ªa o problema sin "visible" soluci¨®n tiene lugar en el espacio de la educaci¨®n. Un campo tan principal como mal labrado y cultivado.
Unos y otros, intelectuales y pol¨ªticos en vigor, formados en la vieja cultura del "capitalismo de producci¨®n", se?alan dos males capitales en los alumnos que les condenan al fracaso y la lasitud.
Uno es el de "la falta de esp¨ªritu de sacrificio", de la ¨¦tica del esfuerzo y toda la retah¨ªla que denuncia la ausencia de abnegaci¨®n. El otro mal, tambi¨¦n muy subrayado, se refiere al caos del aula consecuencia del poco o nulo respeto que se presta a la autoridad del maestro.
Contra el primer d¨¦ficit -"falta de sacrificio"- no se ha emprendido acci¨®n concreta alguna, pero contra el segundo, la Comunidad de Madrid ha decidido considerar al profesor como "autoridad p¨²blica" y aumentar as¨ª la gravedad de las penas que recaigan sobre quien lo insulte o agreda.
A las asignaturas se las llama "disciplinas" como efecto de pertenecer al universo del dolor
Antes de esta ¨²ltima medida, el Gobierno de Esperanza Aguirre pens¨® incluso en reinstalar tarimas en las aulas como modo de escenificar la superioridad del docente y su figura sagrada.
Sobre los resultados de la llamada Ley de Autoridad del Profesor, todav¨ªa en fase de proyecto, podr¨ªa ya anticiparse que no resolver¨¢n nada esencial. La raz¨®n es que los dos factores demonizados (falta de esp¨ªritu de sacrificio en el alumnado, falta de respeto a la autoridad del profesor) se corresponden con dos pilares culturales del puro esp¨ªritu de nuestro tiempo y no son, como se piensa, lacras o virus a combatir.
Si los muchachos no muestran esp¨ªritu de sacrificio y s¨ª, por el contrario, reclamaci¨®n de recompensas antes de haberse esforzado, es porque reproducen el esp¨ªritu mismo de la prosperidad en la cultura de consumo donde primero se obtiene la cosa y luego llegan los pagos, donde primero se recibe el piso o el goce y luego aparecen los efectos secundarios.
Exigir penalidades antes de obtener el para¨ªso fue la ecuaci¨®n religiosa que inspir¨® el ¨¦xito del "capitalismo de producci¨®n": primero se ahorraba a trav¨¦s de privaciones y despu¨¦s se adquir¨ªa, al contado, la cosa.
La cultura de consumo invirti¨® esta ecuaci¨®n y las mismas leyes sobre educaci¨®n que permiten pasar de curso sin haber aprobado varias asignaturas son uno de sus correlatos. Primero el ascenso de grado y, m¨¢s tarde, los duros efectos secundarios.
A las asignaturas se las llama a¨²n "disciplinas" como efecto de pertenecer hist¨®ricamente al universo del dolor. Pero ese mundo en que el dolor, o el ahorro o la represi¨®n sexual, ten¨ªan sentido es ya un mundo acabado.
Tan acabado como el invocado respeto a la autoridad. Todas las instituciones y sus m¨¢ximos representantes, desde la pol¨ªtica a la Iglesia, desde los bancos a los medios de comunicaci¨®n, se hallan desacreditados. Respetar a la Autoridad se contradice con este desprestigio al que contribuye no s¨®lo la escandalosa corrupci¨®n de las autoridades sino el auge del poder en red.
La generaci¨®n Internet se ha formado en la participaci¨®n y la interacci¨®n, no en la obediencia a un jefe. Los l¨ªderes en la red lo son por su capacidad de emulaci¨®n y el grupo (tambi¨¦n en las empresas, tambi¨¦n en la ciencia) se constituye en fuente de intercambio de saber. No es un fara¨®n del conocimiento quien imparte doctrina sino que la doctrina o el conocimiento se realizan en cooperaci¨®n: en la propuesta y su cola de correcciones. Quien no entienda esto ser¨¢ presa del pasado. M¨¢s pegajoso que instructor, menos sabio que impertinente.
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