La maldad
Fue el mismo papa Ratzinger quien denunci¨® nada m¨¢s ser elegido para la gloria eterna aquello de la dictadura del relativismo. Tambi¨¦n George Lucas lo hace en La guerra de las galaxias. Viene de perlas para plantear unas cuantas cosas. La lucha del bien contra el mal, sin ir m¨¢s lejos. Por ejemplo, este debate que se nos ha plantado ahora sobre la inmigraci¨®n, sin comerlo ni beberlo y por la espalda. Surge en dos pueblos. Vic y Torrej¨®n de Ardoz. Ambos con sus autoridades empe?adas en no cumplir la ley por negar el empadronamiento y con ello un pu?ado de derechos b¨¢sicos universales, como la educaci¨®n para sus hijos o la sanidad, al conjunto de seres humanos m¨¢s da?ado por el sistema: los inmigrantes en situaci¨®n irregular.
Aguirre, dispuesta a capitalizar y apuntarse a los bombardeos de la basura ideol¨®gica
Como esos buitres hambrientos que huelen la carro?a a kil¨®metros, algunos pol¨ªticos han querido entrar en el juego para rascar votos en los caladeros de la m¨¢s absoluta inmundicia moral. ?La primera? Esperanza Aguirre, dispuesta a capitalizar y apuntarse a los bombardeos de la basura ideol¨®gica que encuentre m¨¢s a mano. ?sta es otra prueba palpable. Cuando hasta varios cargos principales de su propio partido se han desmarcado de defender la ilegalidad, ella sigue y seguir¨¢ erre que erre.
Con ejemplos as¨ª no extra?a tampoco que en el orden de preocupaciones de los ciudadanos, seg¨²n las encuestas, los pol¨ªticos antecedan a la inmigraci¨®n entre sus desvelos. La sociedad va por delante de sus l¨ªderes. Menos mal. Estas pifias lo demuestran. And¨¢bamos nosotros tan tranquilos, sin tensiones en la calle con quienes se quedan en este pa¨ªs -quiz¨¢ no legalmente pero s¨ª leg¨ªtimamente- para ganarse la vida y nos vienen con ¨¦sas. Ni aun a costa de la crisis se han producido brotes serios de violencia o rechazo. Lejos queda la verg¨¹enza de El Ejido. Desde que hace m¨¢s de una d¨¦cada empezaran a entrar en avalancha seres humanos de otras tierras por nuestras fronteras, los espa?oles, los madrile?os, nos hemos empe?ado en dar un ejemplo memorable de integraci¨®n en todos los ¨¢mbitos y de la manera m¨¢s natural. Han tenido que llegar unos mendrugos con cargo a alentar los bajos instintos. Nadie les ha pedido ni su opini¨®n ni su acci¨®n para desequilibrar lo que los ciudadanos por s¨ª solos saben tratar cotidianamente. Calladitos y quietecitos en este sentido est¨¢n muy guapos a no ser que cambien de paso y traten el problema de manera constructiva.
Por eso, no se me ocurre otra raz¨®n para comprender las motivaciones que arrojan a algunos pol¨ªticos radicales a tomar ese camino que la siguiente: pura maldad. No encuentro otra explicaci¨®n. Aut¨¦ntica, despreciable, deplorable maldad. Podemos argumentar tambi¨¦n electoralismo, ventajismo, mendicidad del voto. Lo demostraba de manera clara y brillante el otro d¨ªa en este mismo peri¨®dico Pedro Castro, alcalde de Getafe, con un argumento definitivo: "Hace dos meses se aprob¨® la reforma de la Ley de Extranjer¨ªa, en la que el PP present¨® 60 enmiendas. Y ninguna ten¨ªa que ver con el asunto del empadronamiento de inmigrantes". Punto.
Hubiese sido ideal escuchar tan l¨²cido an¨¢lisis de boca del l¨ªder de su partido en la regi¨®n, Tom¨¢s G¨®mez. Pero es que en este asunto no se le ha o¨ªdo m¨¢s que la mera respuesta de rigor. Como siempre, ha delegado el debate en los l¨ªderes nacionales de su formaci¨®n, que s¨ª han entrado, empezando por Zapatero y de forma contundente. ?l, en cambio, ha dejado pasar otra oportunidad de oro para diferenciarse de sus adversarios. Es algo que denota, por parte de quienes alientan este rifirrafe viciado y tambi¨¦n de quienes se niegan a combatirlo, muy poca inteligencia y un escas¨ªsimo conocimiento de la calle. Porque este pa¨ªs, en su mayor¨ªa, parece despreciar el racismo y la xenofobia como argumentos electorales.
La sensibilidad dominante de la calle, salvo para quienes acaban en la delincuencia, tiende a ver como h¨¦roes de nuestro tiempo a aquellos que dejan familia, casa y ra¨ªces para buscarse la vida en otro pa¨ªs. Merecen un respeto y su oportunidad. Merecen un lugar en el mundo mucho m¨¢s confortable del que algunas autoridades parecen dispuestas a ofrecer. Esos alcaldes despreciables y esos l¨ªderes sibilinos a quienes no caben m¨¢s de 20 metros cuadrados habitables de decencia en sus propias cabezas deber¨ªan quedar a la altura de las circunstancias. Est¨¢n a tiempo de demostrar que rechazan como motor de su acci¨®n pol¨ªtica esa cosa que se conoce simple y llanamente como la maldad.
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