Los due?os de las estrellas

"Anda, chica, si pareces una astronauta". La joven que ha detenido el autob¨²s a una decena de kil¨®metros de Robledo de Chavela no sonr¨ªe ante la broma del conductor. Sube y se sienta. Lleva el pelo con mechas rosas, la cara cubierta de pendientes y unos auriculares enormes. Los viajeros y el ch¨®fer siguen con su charleta. Cuando llegan al pueblo, la supuesta viajera de las estrellas se baja.

"?Sabes lo que esconde la NASA en Robledo?", se pregunta la revista municipal, aunque a estas alturas a nadie en el pueblo se le pase que alberga el Complejo de Comunicaci¨®n con el Espacio Profundo, desde el que se siguen algunas misiones siderales. El ¨²ltimo gran acontecimiento que protagonizaron las antenas espaciales de Robledo fue radiar Across the universe, de los Beatles, hacia la estrella polar.

Los avistamientos de ovnis en los setenta hoy causan risa en los bares

Es el municipio con m¨¢s autom¨®viles por habitante: 13 por vecino

La construcci¨®n de la estaci¨®n espacial en los sesenta, acompa?ando a la de Fresnedillas y Navalagamella -desde la que se supervis¨® el primer alunizaje humano en 1969-, supuso el salto al vac¨ªo del pueblo. Hoy tiene censados 3.812 habitantes, pero los fines de semana se cuadriplican, especialmente gracias a las urbanizaciones, muchas de ellas de alto standing. En el camino hacia la modernidad quedaron algunas cosas, como los robles que dieron nombre al pueblo y que son pinos desde que hace 200 a?os comenz¨® a dar dinero el carb¨®n vegetal. Hoy los servicios en torno a los ¨¢rboles y el turismo rural aparecen como la actividad con m¨¢s porvenir. La inmensa mayor¨ªa del t¨¦rmino municipal lo ocupan frondosos pinares, una parte muy importante de ellos cotos de caza menor gestionados por una sociedad cineg¨¦tica local.

Volviendo al espacio. "Tampoco nos relacionamos nunca demasiado con los de la estaci¨®n", explica Jes¨²s, hasta hace 11 a?os el alguacil del pueblo. Eso no es ¨®bice para que a partir de los setenta se viviera una fiebre gal¨¢ctica en la zona y se multiplicaran los avistamientos de platillos volantes, un asunto que hoy causa risa en los bares. Haya o no haya ovnis, lo que no falta en Robledo son los coches. Es el municipio en el que, oficialmente, hay m¨¢s autom¨®viles por habitantes; en 2007, 13 por vecino. La raz¨®n es que aplica el impuesto de circulaci¨®n m¨ªnimo que permite la ley. Los veraneantes no se lo piensan.

En Robledo hoy conviven trayectorias como las de Jes¨²s, que durante 36 a?os se dedic¨® a pregonar los bandos del alcalde, con las innovaciones de los nuevos tiempos. "Preparamos un sistema de alquiler de bicicletas el¨¦ctricas que ayudan al pedaleo en un terreno tan empinado como ¨¦ste", explica henchido de orgullo un responsable municipal. Que el pueblo est¨¦ orientado al turismo explica la abundancia de pubs y restaurantes, el picadero para equitaci¨®n, los cursos de cetrer¨ªa, el alquiler de quads... En el Ayuntamiento tambi¨¦n quieren inaugurar pronto un centro de mountain bike. Todo, por supuesto, se recoge en una p¨¢gina web (www.espaciorobledo.com).

Internet, veh¨ªculos el¨¦ctricos, wi-fi en la calle, chal¨¦s de lujo... La sierra de Madrid es otro planeta, un universo que pilla a parte de los habitantes de Robledo tan lejos como los acordes de los Beatles camino de las estrellas. Es lo que dan a entender algunos de los ancianos que trepan por las cuestas del municipio con las verduras que compran en la calle. Saludan al extra?o con simpat¨ªa. Eugenio, de 80 a?os, se acerca a ver si puede echar una mano. Est¨¢ cargando le?a para calentar su casa. Es hijo de un mundo distinto. La guerra estall¨® cuando ten¨ªa siete a?os y no prob¨® el pan hasta los 21. "As¨¢bamos culebras. Las chup¨¢bamos, pero no ten¨ªan nada. Qu¨¦ hambre atroz", recuerda. El pasado le produce angustia ("¨¦ramos esclavos"), pero tampoco le convencen los nuevos aires: "Eso de que un banco te d¨¦ dinero para una casa... No pod¨ªa salir bien. Yo cort¨¦ piedra dos a?os para levantar la m¨ªa, ?pero ahora te hacen trabajar 40 a?os para pagarla!".

El Robledo que conocieron en su infancia Jes¨²s o Eugenio queda lejos. En el de ahora una chica espera al autob¨²s hacia Madrid. Los auriculares son m¨¢s peque?os que los de la primera astronauta, y s¨®lo lleva un piercing, en el labio. El autob¨²s la recoge y gira unos metros despu¨¦s frente al bar Caruso, que en la fachada tiene pintada una palmera. El ¨¢rbol tropical brilla entre la nieve que comienza a caer como una flor alien¨ªgena.