El aire del 'New Yorker'
En una medida que tal vez no pueda calibrarse fuera de los Estados Unidos, el estilo y el tono narrativos de J. D. Salinger tienen mucho que ver con el aire editorial de The New Yorker, la revista semanal en la que se publicaban sus relatos antes de ordenarse en libros. La preferencia por el laconismo sobre la abundancia, por la iron¨ªa sobre la gravedad, por situar sus historias en los ambientes de una clase media cultivada, que en realidad se parec¨ªa mucho al p¨²blico lector de la revista, son marcas de estilo que est¨¢n en los cuentos de Salinger igual que en los de John Updike y John Cheever, aunque cada uno las adapt¨® a su propio car¨¢cter y se vio afectado de manera diversa por sus ventajas y sus limitaciones. En la narrativa americana hay una tradici¨®n de desmesura, no siempre ajena a los aspavientos de la arrogancia masculina: Hemingway, Faulkner, Thomas Wolfe, Mailer, Roth, Bellow. Frente a semejante torbellino de imaginaciones desatadas, dispuestas a contarlo y a nombrarlo todo incurriendo si hac¨ªa falta en el desgarro, en el exhibicionismo y la obscenidad, los escritores del New Yorker se ci?eron m¨¢s o menos voluntariamente a una po¨¦tica de la contenci¨®n y la sugerencia, que en el caso de Updike equival¨ªa a su manera natural de escribir, pero que Salinger y Cheever sometieron con frecuencia al m¨¢ximo de tensi¨®n posible y permitida. Less is more pod¨ªa ser el principio editorial del New Yorker, igual que el de Mies van der Rohe, pero tambi¨¦n puede suceder que menos sea, simplemente, menos, al someter el talento narrativo a presiones tan fuertes que lo malogren o lo vuelvan est¨¦ril. Detr¨¢s de la superficie limpia de cada historia de Salinger hay esa negrura que lleva a su h¨¦roe Seymour Glass al suicidio en un d¨ªa perfecto de playa o al Holden Caulfield al psiqui¨¢trico: una negrura no muy alejada de la que nos sobrecoge en los cuentos de joviales matrimonios de John Cheever devorados por dentro por un resentimiento del fracaso alimentado de alcohol y exasperaci¨®n. Pero Cheever acab¨® transgrediendo las normas de decoro del estilo New Yorker y escribi¨® con una verdad y una desverg¨¹enza que hicieron posibles sus mejores obras tard¨ªas, el largo cuento El nadador, la novela Falconer, en la que se atrevi¨® a contar con magn¨ªfica libertad la pasi¨®n homosexual que hab¨ªa escondido durante toda una vida. Salinger eligi¨® otro camino. Menos fue m¨¢s durante algunos a?os, pero luego fue m¨¢s y m¨¢s siendo menos, hasta acabar en el silencio. Pero est¨¢ bien callarse cuando uno no tiene nada m¨¢s que decir.
Menos fue m¨¢s durante un tiempo, hasta acabar en el silencio
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.