El silencio de Salinger se hace eterno
Muere a los 91 a?os el autor de 'El guardi¨¢n entre el centeno' - De su gran obra se han vendido m¨¢s de 60 millones de libros - Vivi¨® recluido desde los a?os cincuenta
El antih¨¦roe Holden Caulfield, protagonista de El guardi¨¢n entre el centeno, qued¨® ayer hu¨¦rfano. J. D. Salinger fue celebrado por una novela que marc¨® la adolescencia de millones de j¨®venes y que le catapult¨® a un estrellato no deseado del que se pas¨® huyendo toda su vida. Falleci¨® el mi¨¦rcoles en Cornish (New Hampshire). Acababa de cumplir 91 a?os y su muerte se produjo por causas naturales, seg¨²n su agente.
Escritor "de talento infinito", como le defini¨® Ernest Heming-way tras conocerle en Par¨ªs durante la II Guerra Mundial -a?os antes de que publicara su obra magna- Salinger llevaba lejos de la vida p¨²blica pr¨¢cticamente cinco d¨¦cadas, cuando tras el inesperado ¨¦xito de El guardi¨¢n entre el centeno, convertido en best seller el mismo a?o de su publicaci¨®n, 1951, decidi¨® abandonar Nueva York e instalarse en el campo, en la misma casa en la que falleci¨®. Se acercaba as¨ª al deseo del mordaz y afilado protagonista de su novela, Holden, quien en un pasaje del libro afirma: "Me gustar¨ªa encontrar una caba?a en alg¨²n sitio y con el dinero que gane instalarme all¨ª el resto de mi vida, lejos de cualquier conversaci¨®n est¨²pida con la gente".
El escritor no hab¨ªa publicado ni una sola l¨ªnea desde 1965
De aquel libro se han vendido m¨¢s de 60 millones de ejemplares en todo el mundo. A¨²n se venden 250.000 cada a?o. Se convirti¨® tambi¨¦n en novela de culto, algo que fue llevado al extremo por uno de sus m¨¢ximos fans, Mark David Chapman, el hombre que asesin¨® a John Lennon en 1980. Chapman lleg¨® a citar el libro del escritor como el lugar en el que encontrar la explicaci¨®n a aquel acto.
Al igual que Holden, Salinger tambi¨¦n fue un ni?o problem¨¢tico. Nacido en Nueva York en 1919, comenz¨® a escribir en su adolescencia, a la luz de una linterna bajo las s¨¢banas, y durante los cuatro a?os que sirvi¨® en el Ej¨¦rcito durante la II Guerra Mundial, siempre llev¨® consigo una m¨¢quina de escribir. Pronto comenz¨® a buscar colaboraciones en diversas revistas y fue The New Yorker la que identific¨® su talento y con la que firm¨® un contrato de casi exclusividad. Fue ah¨ª donde pudieron leerse los primeros fragmentos de El guardi¨¢n entre el centeno, aunque Holden Caulfield hab¨ªa visto la luz a?os antes en una historia titulada Last day of the last furlough, fechada en 1944.
Despu¨¦s de aquella obra, Salinger public¨® muy poco: una recopilaci¨®n de relatos breves titulada Nueve historias, Franny y Zooey, donde aparec¨ªa por primera vez la disfuncional familia Glass y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducci¨®n, en 1963. En 1965 The New Yorker presentaba su ¨²ltimo relato conocido, Hapworth 19, 1928. En las pocas ocasiones que ha hablado en p¨²blico desde entonces, el autor siempre ha dicho que ha seguido escribiendo. "Pero para m¨ª".
Tras su retiro voluntario, encontrarle se convirti¨® casi en deporte nacional entre la prensa, que se ha pasado especulando sobre ¨¦l y su extra?a vida desde entonces. Eg¨®latra e impulsivo, casado dos veces, pero conocido por su adicci¨®n a las mujeres, padre de dos hijos, entregado primero al budismo, luego a la Cienciolog¨ªa y despu¨¦s a la Ciencia Cristiana, Salinger apenas ha salido de su retiro en 50 a?os. Lo hizo cuando su hija Margaret Salinger escribi¨® en sus memorias Dreamcatcher que su padre era un enfermo que beb¨ªa su propia orina y estaba obsesionado con la religi¨®n y tambi¨¦n para rebatir a su amante Joyce Maynard cuando public¨® un libro demoledor contra el autor. Durante los ¨²ltimos 10 a?os su voz s¨®lo se dej¨® escuchar una vez: cuando denunci¨® al escritor Frederik Coltrin por intento de plagio. El pasado verano un juez estadounidense le dio la raz¨®n y prohibi¨® la publicaci¨®n de 60 years later: coming through the rye, un libro que, seg¨²n su autor, es una parodia de El guardi¨¢n entre el centeno y seg¨²n el propio Salinger, un plagio absoluto.
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