Verdad palmaria
Los toros, pueden gustar o no gustar, claro, cada uno es cada uno. Pero ser¨ªa estimulante que los aficionados a esa expresi¨®n cultural hicieran una cr¨ªtica del gusto. En otros ¨¢mbitos admitimos sin problemas que disfrutamos con pasatiempos detestables y nos aburrimos con distracciones admirables. ?Qu¨¦ hay de malo en aceptar los aspectos oscuros o mal considerados de nuestras inclinaciones? El maltrato a los animales est¨¢ mal visto (ya era hora), incluso hay leyes que lo persiguen, aunque estableciendo salvedades. Nada que objetar a las salvedades, la vida es as¨ª, no lo he inventado yo, etc¨¦tera. Tambi¨¦n la tortura est¨¢ prohibida, a menos que la ejerzas en Guant¨¢namo, con gente cuya piel es m¨¢s oscura que la tuya. Y el terrorismo se persigue de manera implacable, excepto cuando se trata de bombardear Irak. Anomal¨ªas culturales, qu¨¦ le vamos a hacer, lo que no quita para darse cuenta de que el terrorismo es terrorismo incluso si lo practico yo.
Parece evidente que al toro de lidia se le maltrata. ?Que a usted le gusta? Nos parece muy bien, no lo vamos a censurar. Pero hombre, hombre, reconozca que las banderillas, las puyas, el estoque y dem¨¢s instrumentos quir¨²rgicos hacen da?o (adem¨¢s de humillar). En el acto de arrojar una cabra viva desde un campanario hay belleza, no vamos a negarlo. A m¨ª al menos me sobrecoge esa lucha tit¨¢nica entre el cuerpo del animal y la fuerza de la gravedad (de la que siempre sale vencedora, por cierto, la ¨²ltima), por no mencionar la precisi¨®n matem¨¢tica del movimiento uniformemente acelerado, que se cumple con todas y cada una de las cabras, no importa su condici¨®n. Todo eso est¨¢ muy bien y si a uno le gusta le gusta. Pero hay tortura, hay maltrato, hay vilipendio. ?Por qu¨¦ a los taurinos, muchos de ellos intelectuales de pro, les cuesta tanto admitir esta verdad palmaria?
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