Paul C¨¦zanne: retrato del artista fracasado
Su padre le consider¨® siempre un pintamonas; Zola, su amigo de infancia, un descarriado. Ambroise Vollard fue el primero en percibir el genio del pintor, terco, hura?o e indomable, que dio paso al cubismo de Picasso, al fauvismo de Matisse y al abstracto de Kandinski. A partir de ah¨ª la pintura del siglo XX rompi¨® todas las amarras
Ambroise Vollard, vendedor de cuadros, el descubridor de C¨¦zanne, era un tipo agn¨®stico. Un d¨ªa le preguntaron: en caso de que le forzaran a elegir religi¨®n, cu¨¢l escoger¨ªa. Vollard contest¨® que era muy friolero, de modo que no dudar¨ªa en hacerse primero jud¨ªo porque en las sinagogas era obligatorio llevar puesto el sombrero; en segundo lugar protestante porque en sus templos sol¨ªa haber calefacci¨®n y nunca cat¨®lico porque en las iglesias cat¨®licas hab¨ªa muchas corrientes de aire. Este hombre tan esc¨¦ptico y pragm¨¢tico con la religi¨®n fue, no obstante, un visionario para el arte. Hab¨ªa nacido en la isla de la Reuni¨®n, donde, de ni?o, comenz¨® a coleccionar guijarros y pedazos de vajillas rotas, sobre todo fragmentos de porcelana azul. Su t¨ªa No¨¦mie pintaba rosas de papel. El ni?o quiso saber por qu¨¦ no pintaba las flores del jard¨ªn que eran m¨¢s bonitas. "Pinto flores de papel porque no se marchitan nunca". Esta misma respuesta le dio C¨¦zanne, muchos a?os despu¨¦s, en su galer¨ªa de la Rue Lafitte.
Ambroise Vollard fue el primero en darse cuenta del genio de este pintor, que abri¨® la puerta a la vanguardia, cuando iba por Par¨ªs vestido como un mendigo, mal afeitado, con un chaleco rojo bajo una chaqueta ra¨ªda y sus cuadros eran objeto de escarnio, rechazados en todos los Salones de pintura. El padre de Paul C¨¦zanne, un sombrerero de Aix-en-Provence, conservador, con leontina de oro, de car¨¢cter tir¨¢nico, fundador de una banca de provincias, despreciaba el trabajo de su hijo como artista, aunque le ten¨ªa asignado un sueldo de subsistencia, ciento veinticuatro francos al mes, para evitarle tentaciones y tenerlo atado. Hasta el d¨ªa de su muerte pens¨® que su hijo era un pintamonas. El escritor ?mile Zola tambi¨¦n consideraba que su viejo amigo C¨¦zanne era un descarriado, sin habilidad para administrar su talento. Hab¨ªan sido compa?eros inseparables de juegos y de estudios en el colegio Bourbon de Aix. C¨¦zanne tocaba la corneta de llaves y Zola el clarinete en una banda creada entre v¨¢stagos adolescentes de la burgues¨ªa; hac¨ªan excursiones por las laderas de Sainte-Victoire o del Pil¨®n del Rey; se ba?aban desnudos en el r¨ªo Arc; recitaban versos de Victor Hugo y juntos viajaron a Par¨ªs so?ando con la gloria.
Zola se hizo escritor y no tard¨® en alcanzar la fama. Mientras sus novelas comenzaron muy pronto a tener un ¨¦xito extraordinario, C¨¦zanne s¨®lo era un artista inh¨®spito que se hab¨ªa quedado atr¨¢s. No consegu¨ªa encontrar lo que buscaba. Apenas comenzaba a pintar, crispaba los pu?os ante el lienzo, lo desgarraba con la esp¨¢tula y arrojaba los pinceles contra la pared. Por otra parte enrojec¨ªa hasta detr¨¢s de las orejas y hu¨ªa del estudio cuando una modelo comenzaba a desnudarse. Las mujeres le trastornaban, pero acab¨® junt¨¢ndose con una costurera bordadora, que a veces posaba para los pintores, Hortense Fiquet, con la que tuvo un hijo, una relaci¨®n que ocult¨® a su padre por miedo a su tiran¨ªa. Cada d¨ªa m¨¢s terco, m¨¢s indomable, m¨¢s hura?o, se negaba a aceptar las consignas del grupo de los impresionistas que se reun¨ªan en el caf¨¦ Guerbois en cuya puerta un d¨ªa le dijo a Manet, que vest¨ªa como un dandy: "No le doy la mano porque no me la he lavado en ocho d¨ªas".
Desde la cima de su ¨¦xito Zola contemplaba la ruina de su amigo con una compasi¨®n benevolente que acab¨® convirti¨¦ndose en un desprecio sangrante. Su ¨²ltima novela, Nana, la aventura de una cortesana, vendi¨® en el primer d¨ªa de lanzamiento cincuenta mil ejemplares, mientras C¨¦zanne ten¨ªa que aceptar unos pocos francos a cuenta o unos lienzos nuevos y tubos de colores a cambio de cuadros pintados en la tienda del famoso t¨ªo Tanguy, en Montmartre.
Zola viv¨ªa ya en una mansi¨®n fuera de Par¨ªs, con mayordomo y criados; recib¨ªa a las visitas sentado en un sill¨®n Luis XV enfrente de una chimenea de m¨¢rmol, rodeado de tapices, armaduras, estatuas, figuras de porcelanas en las vitrinas, marfiles, un jarr¨®n con un chino pintado bajo una sombrilla, con un ¨¢ngel de las alas desplegadas colgado del techo con una atadura invisible y cuadros oscuros, entre los que se mezclaban aut¨¦nticos y falsos, aleg¨®ricos y pompiers, pintados con bet¨²n de Judea, al que los impresionistas llamaban zumo de iglesia. Ten¨ªa tambi¨¦n algunos ¨®leos de C¨¦zanne guardados en un armario que no osaba ense?ar a nadie. Cuando Ambroise Vollard lleg¨® un d¨ªa a casa de Zola con una carta de recomendaci¨®n de Mirbeau, siguiendo el rastro de los cuadros de primera ¨¦poca de C¨¦zanne, que hab¨ªa decidido reunir, el escritor le recibi¨® llevando en brazos a su querido perrito Pinpin. Al preguntarle por los cuadros de su amigo de la infancia, el maestro golpe¨® con la mano un armario bret¨®n.
-Los tengo encerrados ah¨ª. Cuando recuerdo que les dec¨ªa a nuestros antiguos compa?eros que Paul ten¨ªa un genio de gran pintor, a¨²n siento verg¨¹enza.
Si les pusiera estos cuadros ante sus ojos... ?C¨¦zanne!... Aquella vida que llev¨¢bamos en Aix y en los primeros a?os de Par¨ªs. ?Todos nuestros entusiasmos! Ah, ?por qu¨¦ no produjo mi amigo toda la obra que yo esperaba de ¨¦l? Por m¨¢s que le dec¨ªa que pose¨ªa el genio de un gran pintor y que tuviera el valor de llegar a serlo, no escuchaba ning¨²n consejo. Intentar que entrara en raz¨®n era como tratar de convencer a las torres de Notre-Dame para que bailen.
Zola pose¨ªa diez obras de C¨¦zanne ocultas entre cacharros y una de ellas no se encontr¨® bajo el polvo hasta 25 a?os despu¨¦s de la muerte del escritor, ocurrida en 1927. El desencuentro con su amigo se produjo cuando C¨¦zanne se vio reflejado, bajo el nombre del protagonista Claude Lautier, en la novela de Zola L'Oeuvre, que trataba de un pintor fracasado, ejemplo de la impotencia art¨ªstica y de la quiebra de un genio, en la que al final el h¨¦roe se suicida. C¨¦zanne la consider¨® una traici¨®n.
Mientras tanto, Ambroise Vollard hab¨ªa comenzado a acaparar todos los cuadros de C¨¦zanne que encontraba; hab¨ªa adquirido los del t¨ªo Tanguy que se subastaron en el hotel Drouot a su muerte; viaj¨® a Aix-en-Provence donde ahora, ya viejo y rico heredado de banquero, pero todav¨ªa escarnecido, C¨¦zanne segu¨ªa pintando sin encontrar lo que buscaba, y arrojaba los cuadros por la ventana sobre los ¨¢rboles del jard¨ªn y as¨ª vio Vollard cerezos cuajados de bodegones con manzanas; el marchante compr¨® tambi¨¦n todos los cuadros que los vecinos ten¨ªan arrumbados en las carboneras y desvanes, que el pintor hab¨ªa regalado y que le ofrec¨ªan desde los balcones. En su galer¨ªa de arte de la Rue Lafitte entr¨® un d¨ªa la coleccionista Gertrude Stein.
-?Qu¨¦ vale este C¨¦zanne?
-Quinientos francos -contest¨® Vollard.
-?Si compro tres?
-Mil quinientos.
-?Y si le compro los diez que tiene?
-Entonces, cincuenta mil.
-?Por qu¨¦?
-Porque entonces me quedo sin C¨¦zanne.
Obsesionado por dar toda la profundidad y consistencia a la materia C¨¦zanne hab¨ªa comenzado a estructurarla en planos cada vez m¨¢s ¨ªntimos de luces entrecruzadas hasta descomponerla. As¨ª dio paso al cubismo de Picasso, al fauvismo de Matisse y al abstracto de Kandinski. A partir de ah¨ª la pintura del siglo XX rompi¨® todas las amarras. Pero la gloria no le llegar¨ªa a C¨¦zanne hasta la gran exposici¨®n que mont¨® Vollard en su galer¨ªa, la cual propici¨® despu¨¦s la retrospectiva que se realiz¨® en Par¨ªs, en 1904, en el Sal¨®n de Oto?o, dos a?os antes de la muerte del pintor. Hoy a Zola se le recuerda s¨®lo por un art¨ªculo, J'accuse, publicado en L'Aurore, sobre el caso Dreyfus, el 13 de enero de 1898. Mientras su amigo, el artista fracasado de su novela, es el pintor cuya cotizaci¨®n sigue siendo la m¨¢s alta de la pintura moderna.
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