El artista de la novela negra
James Ellroy se consagra como el narrador que ha roto con las etiquetas del g¨¦nero negro. Violencia, sexo, corrupci¨®n, poder ... "Yo soy todos los hombres de Sangre vagabunda", afirma el autor sobre la novela que cierra su trilog¨ªa de los bajos fondos de Estados Unidos.
Perro ladrador, poco mordedor dice el refr¨¢n. James Ellroy es un gran ejemplo. El perro diab¨®lico de la literatura estadounidense no se calla ni debajo del agua. El matrimonio es "sexo y paciencia", el ¨²ltimo consejo de su padre fue que se tire a cualquier camarera que le atienda y el rock & roll es m¨²sica "de idiotas para ni?atos". Eso adem¨¢s de declararse "de todo menos un liberal", verbalizar su oposici¨®n al matrimonio homosexual, sus reparos al aborto y apropiarse en su juventud de alguna consigna nazi. Sus novelas exudan racismo, misoginia y violencia. Hasta su apariencia va pidiendo guerra, pantalones blancos sucios, bragueta bajada y camisa hawaiana en pleno enero (un exceso incluso en California). No es de extra?ar que su segunda esposa, la escritora y feminista Helen Knode, le llamara "animal de zool¨®gico". Dicho todo esto e intentando escuchar con distancia su bombo y platillo es f¨¢cil ver que todo es fachada, autopromoci¨®n, un exhibicionista detr¨¢s del que se oculta sin mucho rascar un rom¨¢ntico lleno de demonios que lo ¨²nico que quiere es llamar la atenci¨®n. "La literatura no es m¨¢s que la historia de hombres aislados sobrepasados por lo que les rodea que intentan dar forma a lo que ocurre a su alrededor y que se ven forzados al cambio mientras interact¨²an con los acontecimientos y conocen a una mujer", resume en medio de sus fanfarronadas. Una descripci¨®n perfecta porque ¨¦se tambi¨¦n es James Ellroy.
"La literatura no es m¨¢s que la historia de hombres aislados sobrepasados por lo que les rodea"
"No tengo duda alguna de que 'Sangre vagabunda' es magistral, pero tambi¨¦n reconozco que toda la novela es un pasote"
"A muchos no les gusta que diga que me lo invento todo. Que este libro no tiene nada que ver con Bush, Obama o Irak"
"Tengo una moral demasiado grande y si eso significa menos libros y menos dinero, as¨ª sea"
Californiano, 61 a?os, "buena salud", dice; poco pelo, eso es obvio; casado en dos ocasiones y ahora compartiendo su vida con la escritora Erika Schickel, "la mujer con la que pienso pasar el resto de mi vida". Eso est¨¢ por ver. Tambi¨¦n es "el mejor escritor de novela policiaca", como se bautiz¨® ¨¦l mismo antes de dejar su apodo en algo m¨¢s corto como "el mejor novelista". Punto. Y aqu¨ª es donde Ellroy tiene los dientes bien afilados, porque su mordisco es innegable. La dalia negra, El gran desierto, L. A. confidential y Jazz blanco le encumbraron como autor de novela negra, el llamado LA Quartet, seguido de una trilog¨ªa a¨²n mejor que acaba de concluir, The Underworld USA Trilogy (Trilog¨ªa Americana), que componen Am¨¦rica, Seis de los grandes y la ¨²ltima entrega, Sangre vagabunda (Ediciones B). Es imposible que estos libros te dejen impasible. Puedes odiarlos, s¨ª. Su lectura no nace del placer, es el reflejo de una obsesi¨®n. Sexo, mujeres, crimen, pol¨ªtica, poder, corrupci¨®n. Las mismas obsesiones que dominar¨¢n al lector que se deje morder por sus p¨¢ginas. "Soy un autodidacta que nunca acab¨¦ mis estudios. Eso s¨ª, le¨ª de manera obsesiva y asimil¨¦ su forma, su contenido, el estilo", explica sobre su g¨¦nesis literaria alguien que no tiene ning¨²n reparo en asegurar que desconoce la literatura mundial pasada o presente y a la gran mayor¨ªa de los grandes autores estadounidenses. De nuevo, epatar es lo suyo. Lo que s¨ª es cierto es que en sus tiempos s¨®lo ley¨® novela negra. Ahora ni eso. Toda su energ¨ªa est¨¢ en escribir. "Lo m¨ªo son los grandes libros. Quiero dejar detr¨¢s una gran obra. Y entiendo que en ocasiones esto puede pesar a los lectores. Pero al final disfrutan. ?Soy un best seller! Es cierto que mis libros son un reto, pero no son dif¨ªciles. La historia te absorbe inmediatamente", a?ade sin evitar sus pinceladas de grandiosidad.
Para los que ya tienen pr¨¢ctica con Ellroy, un consuelo: Sangre vagabunda es m¨¢s sencillo que su predecesor, Seis de los grandes. "Mi segunda esposa me dijo que ten¨ªa que escribir desde el coraz¨®n as¨ª que su forma es m¨¢s sencilla", dice. Para aquellos que no tienen pr¨¢ctica, su prosa sigue siendo telegr¨¢fica, frases muy cortas, palabras todav¨ªa m¨¢s cortas y en muchas ocasiones sincopadas. Cada cap¨ªtulo, la visi¨®n de un nuevo personaje. Una nueva localizaci¨®n. Ellroy, que no tiene abuela, lo describe como "una obra maestra" aunque tambi¨¦n admite que es "una pasada". "No tengo duda alguna de que Sangre vagabunda es magistral pero tambi¨¦n reconozco que toda la novela policiaca es un pasote, demasiada construcci¨®n, demasiada trama, muchas conspiraciones, una continua investigaci¨®n policial", resume de su ¨²ltimo trabajo, ¨¦se en el que confluyen caras conocidas de libros anteriores como la de Wayne Tedrow Jr., un ex polic¨ªa y narcotraficante capaz de cargarse a su padre; Don Crutch Crutchfield, detective privado demasiado joven y un tanto mir¨®n, y Dwight Holly, agente del FBI. Los tres reaccionarios y violentos en un Estados Unidos sacudido por la corrupci¨®n, la mafia y el amor libre. Esos a?os entre 1968 y 1972 que poblaron tanto en la realidad como en la ficci¨®n de Ellroy figuras hist¨®ricas como J. Edgar Hoover, Richard Nixon y Howard Hughes. "Mi ¨²nica condici¨®n es que tienen que estar muertos", comenta de su plantel de personajes. Una m¨®rbida respuesta para un autor morboso. "Una vez muertos es legal hablar de ellos y los puedo utilizar sin problemas", se regodea de una mezcla entre ficci¨®n y realidad que en su opini¨®n le da "latitud" a sus novelas. "Mi ¨²nica limitaci¨®n es que mi representaci¨®n de los hechos no se contradiga abiertamente con lo que sucedi¨® en la realidad. Y no hay nada contradictorio en las conversaciones de Nixon borracho o en mi creencia de que Hoover era un homosexual c¨¦libe", remata buscando pelea.
Hay mucho m¨¢s que morbo en la obra de Ellroy. Est¨¢n sus demonios. Por ejemplo, el asesinato de su madre cuando ¨¦l s¨®lo ten¨ªa 10 a?os. No recuerda sus l¨¢grimas pero s¨ª su obsesi¨®n por la lectura policiaca despu¨¦s de leerse todos los informes de la polic¨ªa que cayeron en sus manos. Su madre muerta sigue siendo uno de sus fantasmas, presente en La dalia negra, pero sobre todo en su autobiograf¨ªa Mis rincones oscuros y en esa otra reflexi¨®n de su vida y de sus mujeres que hace ahora en The Hilliker Curse, que haciendo uso del apellido de soltera de su madre espera publicaci¨®n a finales de este a?o. Pero la trilog¨ªa de los bajos fondos americanos tiene otro origen. "La lectura de la novela Libra, de Don DeLillo, me abri¨® los ojos a la historia del asesinato de Kennedy. Esa ¨¦poca nunca me hab¨ªa interesado, pero el libro era tan bueno que quise hacer algo as¨ª. No lo quise copiar. Respeto mucho a DeLillo. Adem¨¢s pens¨¦ que pod¨ªa escribir algo m¨¢s grande. Que empezara en 1968 y donde el asesinato de Kennedy sucediera fuera de p¨¢gina", recuerda de una historia que ha contado muchas veces, pero que sigue narrando con fervor.
Tuvieron que pasar ocho a?os desde Seis de los grandes y trece desde la publicaci¨®n de Am¨¦rica hasta la llegada de Sangre vagabunda. ?Una larga espera? "La cabeza me explot¨®, mi matrimonio se fue a la mierda, me fui a San Francisco y am¨¦ a una mujer llamada Joan", dice mostr¨¢ndome una dedicatoria que reza "A J. M. Camarada, por todo lo que me diste". Con un suspiro, como si se tratara de alguien que se deja llevar por la nostalgia, contin¨²a su recuento. "Mi 'diosa pelirroja' me dej¨® y me volv¨ª a Los ?ngeles, donde conoc¨ª a otra mujer en la que bas¨¦ a Karen (el otro personaje femenino del libro). Estaba embarazada y me dej¨® por su marido. Mala suerte. As¨ª que escrib¨ª este libro". Hay que reconocer que no le faltan fuentes de inspiraci¨®n para regurgitar y condensar en su novela. "Me encanta lo que hago y doy gracias a Dios porque soy bueno. Nunca le estar¨¦ lo suficientemente agradecido", dice alguien a quien le gusta mencionar a Dios con tanta frecuencia como sus personajes juran en vano. "Pero tambi¨¦n debo de reconocer que la historia ha sido muy generosa conmigo", a?ade. "Este libro me lleg¨® en un momento muy turbulento de mi vida y acab¨® siendo el m¨¢s f¨¢cil de escribir".
Como hombre, Ellroy es m¨¢s sencillo que sus libros. S¨®lo hay cinco o seis cosas que le gustan: la historia, la m¨²sica cl¨¢sica, las mujeres, el boxeo, las novelas policiacas y los perros. "Y as¨ª ha sido durante m¨¢s de 40 a?os", a?ade, no s¨¦ si queri¨¦ndose quitar un par de d¨¦cadas o dejando fuera esa juventud acelerada de la que se vanagloria, aunque luego se arrepiente de que sea el centro de sus entrevistas. Los a?os en los que se iba de mir¨®n a hacerse pajas en las casas de los vecinos, cuando le daba a lo que pillaba y se met¨ªa en mucha mierda. Esa d¨¦cada de los sesenta que recuerda como "comprometida con el alcohol, las drogas y con los l¨ªos" mientras a otros les daba por el compromiso social y pol¨ªtico. "Mi foco de atenci¨®n es muy limitado de natural, aunque soy muy bueno manteniendo la concentraci¨®n", agrega. Quiz¨¢ por ello se le da mejor la monogamia que la cohabitaci¨®n, es incapaz de utilizar un ordenador o un tel¨¦fono m¨®vil -objetos que no posee-, pero es un hacha escribiendo a mano, como escribe todas sus novelas. La investigaci¨®n se la hace otro. Por ejemplo, para Sangre vagabunda mand¨® a una chica a Santo Domingo porque Hait¨ª era muy peligroso. "Yo pensaba que la Rep¨²blica Dominicana estaba junto a Honduras y Guatemala hasta que mi ex esposa me regal¨® un atlas", insiste en llamar la atenci¨®n con sus burradas. Pero en su trabajo no hay nada de burro excepto el volumen. M¨¢s de 400 p¨¢ginas de estructura y 150 de notas de las que sale la novela. "Desde el principio tengo un diagrama claro y una superestructura para todo el libro. S¨¦ d¨®nde est¨¢n todos sus personajes y cada una de las historias que confluyen en cada momento", describe. Un trabajo que hace principalmente de d¨ªa, aunque tambi¨¦n hay noches en vela y sobre todo en silencio. Ni tan siquiera su adorado Beethoven, ese m¨²sico al que tanto admira y a quien sin modestia alguna se compara, rompe su concentraci¨®n cuando escribe. "No me gusta el exceso de estimulaci¨®n. Me gusta estar solo en la oscuridad y ponerme a pensar. Me paso mucho tiempo pensando", agrega mientras la m¨²sica suena atronadora en el ruidoso caf¨¦ de Hancock Park en el que me ha citado. Le pillaba cerca de casa y, a juzgar por el trato, es un habitual.
Ellroy tambi¨¦n dice aislarse del mundo que le rodea a pesar de lo mucho que recurre a la historia en sus libros. "S¨®lo cito lo que me interesa. Son novelas policiacas que est¨¢n emplazadas en un momento de la historia", se pone a la defensiva. "Hay muchos a los que no les gusta que les diga que me lo invento todo, que vivo en una burbuja. Que este libro no tiene nada que ver con Bush, con Obama o con la guerra de Irak", insiste cada vez m¨¢s iracundo. Nos echa la bronca a los europeos, especialmente a los franceses, de atribuirle a su obra una lectura que seg¨²n dice no existe, de querer que sus libros tengan un doble sentido contempor¨¢neo. "Ni se lo veo ni me lo plante¨¦", dice alguien que confiesa su desinter¨¦s en la pol¨ªtica actual. Se acaba el triple expreso que se pidi¨® y su efecto parece calmarle. Una sonrisa maliciosa aparece en sus labios. "Claro que si t¨² ves esa conexi¨®n, genial. Si los lectores la ven, mil gracias. Todo con tal de que lean el libro y lo compren", se regodea.
Volvemos al principio. Ellroy nunca pierde una oportunidad de autopromoci¨®n y est¨¢ claro que nada le pone tanto como llamar la atenci¨®n. Escribir, escribe bien, muy bien, pocos dudan de ello. Pero venderse lo hace a¨²n mejor. ?O si no para qu¨¦ quiere una cuenta en Facebook un ermita?o como ¨¦l, alguien que dice aislarse del mundo mundial, que no tiene ni tel¨¦fono m¨®vil ni ordenador y que desde?a las ya no tan nuevas plataformas como generadoras de una generaci¨®n incapaz de hablar con frases enteras y orgullosa de su estupidez? ?Acaso el James Ellroy de Facebook no es el verdadero James Ellroy? "A m¨ª me gusta vender libros y Knopf, mi editorial en Estados Unidos, me dijo que ¨¦sa era la mejor forma, aunque ¨¦se no es mi estilo a la hora de socializar", deja bien claro a sabiendas de que es su asistente personal, Lisa, quien se encarga de poner sus respuestas en l¨ªnea. Vender libros es tambi¨¦n la raz¨®n detr¨¢s de su camisa hawaiana. A punto de iniciar su periplo por una Europa congelada, cualquier otra prenda de abrigo est¨¢ ya guardada. "Yo siempre estoy listo. Nac¨ª listo", comenta inquieto mirando el reloj sin ning¨²n disimulo. No es que le guste viajar. Lo considera trabajo y encima es incapaz de escribir una l¨ªnea durante la gira. "Pero la vida no es barata, dos ex mujeres, una asistente, pago mis impuestos. Alquilo, no poseo. Tengo que ganar dinero", dice un autor que hace un momento recordaba que era un best seller. Su ¨²nico placer en estas giras promocionales son las lecturas a viva voz con las que suele presentar su obra, especialmente en Francia. "Me encanta leer mis libros en voz alta. Soy bueno haciendo lecturas dram¨¢ticas. Conozco bien su ritmo", asegura alguien que nunca dir¨ªa lo contrario. De hecho, no es de los que aguanta bien las cr¨ªticas y antes de publicar su manuscrito tan s¨®lo le deja leer su obra a Lisa y a su investigadora. Y en el caso de Sangre vagabunda tambi¨¦n se lo dej¨® a su segunda esposa. "Sab¨ªa que ¨¦ste le gustar¨ªa. Es su favorito. En esto soy muy privado y sab¨ªa que ninguna de ellas ser¨ªa muy cr¨ªtica", confiesa.
Es ir¨®nico este momento de pudor en un autor que no parece tener verg¨¹enza. Alguien que con la publicaci¨®n prevista para finales de a?o de The Hilliker Curse vender¨¢ por segunda vez su vida al mejor lector y que acostumbra a dejar retazos de s¨ª mismo en las p¨¢ginas de todas sus novelas, siempre con algo del verdadero Ellroy en medio de la de ficci¨®n. "Es cierto que yo soy todos los hombres de Sangre vagabunda. Crec¨ª no muy lejos de aqu¨ª, en este barrio por donde Crutchfield merodea. Y tengo en m¨ª muchas de las tormentas que Dwight lleva en su interior, un tipo de derechas que se enamora de una mujer de izquierdas. Eso por no hablar de ese sentido del humor m¨¢s bien crudo que tienen", sopesa en voz alta aunque con la mente en su libro. De cabeza encuentra la p¨¢gina que busca. "Creo que es la 325 o as¨ª, cuando Joan le pregunta a Dwight: '?qu¨¦ es lo que quieres?'. Y ¨¦l responde: 'quiero caer y que est¨¦s ah¨ª para recogerme. Es lo que siempre he querido". El silencio se hace espeso a pesar de la incesante m¨²sica que ba?a el caf¨¦. Tras una pausa dram¨¢tica Ellroy me explica que nada m¨¢s publicar Sangre vagabunda le envi¨® una copia dedicada a su musa, a esa "diosa pelirroja" que fue el motor del libro. No le contest¨®. "No quiere volver a verme. Me port¨¦ mal y quer¨ªa rendirle un ¨²ltimo homenaje. Quise escribir una historia rom¨¢ntica. Hist¨®rica, con sexo, revoluci¨®n, pol¨ªtica y de gran alcance y eso es lo que hice. Un trabajo al que le siguen mis memorias, en las que explico c¨®mo escrib¨ª este libro. Y de esta forma quiero dejar atr¨¢s este cap¨ªtulo de mi vida", resume.
?Y ahora, qu¨¦? "Algo completamente diferente de lo que ya tengo las bases pero que no te voy a contar", dice con mirada de s¨¢dico. Con lo que le gusta hablar es incapaz de callarse. Al menos a la hora de enumerar lo que no ser¨¢ su nueva obra. "Tengo muchos lectores y ser¨ªan todav¨ªa m¨¢s numerosos si escribiera otro tipo de libros que no pienso. Empec¨¦ escribiendo novelas policiacas m¨¢s modestas a las que con los a?os a?ad¨ª esa latitud hist¨®rica que tanto me gusta. ?picos hist¨®ricos que tambi¨¦n fueron policiacos. Me gustan los grandes libros y eso es lo que quiero escribir, obras bien pensadas de las que me sienta orgulloso. No quiero ser de los que escriben libros cada vez m¨¢s finos y cada vez m¨¢s r¨¢pidos. ?No tienes la sensaci¨®n de que Philip Roth saca un libro cada a?o? No quiero hacer eso. Tengo que responder ante Dios, ante la gente que amo y ante mis lectores. Tengo una moral demasiado grande y si eso significa menos libros y menos dinero, as¨ª sea. Y al que no le guste, ?qu¨¦ se joda!", remata. Sangre vagabunda no s¨®lo pone fin a la Trilog¨ªa Americana. Tambi¨¦n pondr¨¢ fin a su bibliograf¨ªa si la ordenas de forma cronol¨®gica. Ellroy se sincera sobre sus proyectos y asegura que en sus pr¨®ximos libros no piensa pasar de 1972. Al contrario, lo que quiere escribir es un libro "que preceda el LA Quartet". ?Tal es su amor por esta ciudad de ¨¢ngeles que quiere volver a ella? "Es mi hogar. Es mi casa. Me gusta. Es la ciudad a la que pertenezco. Por ahora al menos porque estoy pensando mudarme a la costa este estadounidense", dice una vez m¨¢s lleno de contradicciones.
Como si se fuera a mudar en ese mismo momento se pone en pie. Est¨¢ listo para marcharse. A Europa a vender su nuevo libro, a la otra costa de Estados Unidos para comenzar una nueva vida junto a Erika Schickel y las dos hijas de la escritora. O a trabajar en su pr¨®xima novela. Le han dado cuerda y sale espantado deteni¨¦ndose un segundo para hablar de esa otra carrera suya como guionista. Se nota que no le gusta el tema lo mismo que no le gusta el cine. "Lo hago porque me pagan. Y bueno, me divierte el trabajo", dice sin disimular una sonrisa al hablar de esos guiones que prepara para Hollywood cuando se tome un respiro de sus novelas. ?Y las adaptaciones de su trabajo? ?Est¨¢ satisfecho? Al fin y al cabo, la adaptaci¨®n a la pantalla de L. A. confidential le dio un nuevo n¨²mero de lectores de esos que ans¨ªa tanto. "Fue una pel¨ªcula maravillosa, pero me proporcion¨® una d¨¦cima parte del n¨²mero de nuevos lectores que me conocieron con La dalia negra. En cualquier caso, ambas pel¨ªculas fueron maravillosas porque me dieron dinero por nada", remata con una ¨²ltima sonrisa de gato de Chesire. Sale disparado hacia la camarera. ?Piensa seguir el ¨²ltimo consejo de su padre? No, s¨®lo quiere estar seguro de que me pase la cuenta.
Sangre vagabunda. James Ellroy. Traducci¨®n de Montserrat Gurgu¨ª y Hern¨¢n Sabat¨¦. Ediciones B. Barcelona, 2010. 944 p¨¢ginas. 25 euros. www.facebook.com/pages/James-Ellroy/.
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