La inteligencia y el silencio
1Como los dem¨¢s, el placer de sentirse inteligente no es un placer que se experimente a diario, pero yo lo experiment¨¦ no hace mucho cuando le¨ª una frase de Keats ("Soy un cobarde: no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz") y la entend¨ª a la primera, pero sobre todo cuando despu¨¦s le¨ª el comentario que de esa frase hace Cioran: "Para calar a alguien, para conocerlo realmente, me basta ver c¨®mo reacciona a esas palabras de Keats. Si no comprende inmediatamente, in¨²til continuar". A m¨ª Cioran me hubiese calado de inmediato. Pero discrepo en una cosa de ¨¦l: no creo que, si alguien no entiende a la primera la frase de Keats, sea in¨²til continuar; quiz¨¢ s¨®lo haya que esperar un tiempo: quiz¨¢ antes de los veinte a?os sea casi imposible comprender que la felicidad supone soportar con valent¨ªa cierta carga de sufrimiento, mientras que a partir de los cuarenta eso lo entiende hasta un tipo como yo. Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n es verdad que basta leer con atenci¨®n casi cualquier novela de casi cualquier gran novelista para entenderlo. En Indignaci¨®n, la pen¨²ltima novela de Philip Roth, Marcus Messner, un jud¨ªo virginal que estudia en una puritana universidad del Medio Oeste, invita una noche a cenar a una chica bell¨ªsima, distante y aristocr¨¢tica que al terminar la cena le transporta directamente al para¨ªso practic¨¢ndole una felaci¨®n. Incapaz de aceptar sin m¨¢s ese regalo maravilloso, Marcus no sabe qu¨¦ pensar de su benefactora y sobre todo no sabe qu¨¦ pensar de su no saber qu¨¦ pensar: "?C¨®mo era posible que semejante felicidad fuese tambi¨¦n una carga tan pesada? Yo, que deber¨ªa ser el hombre m¨¢s satisfecho de todo Winesburg, era en cambio el m¨¢s desconcertado". Ah¨ª est¨¢ la cobard¨ªa: ah¨ª est¨¢ el sufrimiento de ser feliz.
"Sin los talibanes es imposible gobernar el pa¨ªs y terminar con el terrorismo"
2 Sue?o que X, un amigo desdichado, me llama por tel¨¦fono. Le saludo alegremente; le pregunto c¨®mo est¨¢; en vez de contestarme dice: "Tengo que contarte una cosa." "?Qu¨¦ cosa?", pregunto. Hay un silencio. "He visto a la muerte", dice X. Espero que contin¨²e hablando, pero no contin¨²a. "?X?, pregunto, creyendo que se ha cortado la llamada. Silencio. "?X?", vuelvo a preguntar. Silencio. "?X?", grito con todas mis fuerzas. Gran silencio.
3 Para los militares en guerra la inteligencia no es s¨®lo un placer sino sus ojos y sus o¨ªdos y por tanto su principal instrumento de trabajo. Una de tantas noticias enterradas en el silencio inmenso del terremoto de Hait¨ª es quiz¨¢ la noticia m¨¢s elocuente desde que empez¨® la guerra de Afganist¨¢n: la muerte en un atentado de Al Qaeda de siete miembros de la inteligencia norteamericana en la base de Kohst, al este del pa¨ªs. Fue el peor ataque sufrido por la CIA en toda su historia, y en ¨¦l murieron la jefa de la base y un alto cargo llegado desde Washington para recibir informaci¨®n sobre el paradero del n¨²mero dos de Bin Laden, pero lo m¨¢s significativo es la forma en que el terrorista suicida llev¨® a cabo el atentado: durante una reuni¨®n en la que particip¨® como supuesto informador principal y agente doble. Aunque en los ¨²ltimos meses algunos errores de la CIA han desnudado del todo a una organizaci¨®n camastrona y chapucera, es asombroso que una cosa as¨ª pudiera ocurrir: ?c¨®mo es posible que el terrorista enga?ara a algunos de los mejores conocedores de Al Qaeda, empezando por la jefa de la base de Kohst? ?C¨®mo es posible que se ganara su confianza hasta el punto de que ni siquiera lo cachearon antes de entrar en la base y reunirse con ellos? La respuesta es obvia: la inteligencia de los islamistas es superior a la nuestra, porque ellos nos entienden a nosotros pero nosotros no los entendemos a ellos (por eso nosotros tenemos grandes dificultades para infiltrarnos entre ellos mientras que ellos se infiltran con mayor facilidad entre nosotros); tambi¨¦n es una respuesta elocuente, porque significa que, dado que la inteligencia es los ojos y los o¨ªdos y el principal instrumento de trabajo de un militar, planteada como una guerra convencional la guerra contra el terrorismo islamista no se puede ganar. As¨ª la plante¨® en todo el mundo Bush; as¨ª se plante¨® en Afganist¨¢n. No se puede ganar; los militares que han estado sobre el terreno no se cansan de repetirlo: se puede exaltar y recomendar la democracia, se pueden poner los medios para que otra gente la adopte, pero no se puede exportar por la fuerza, que es para lo que fuimos a Afganist¨¢n; igualmente fuimos para extirpar de all¨ª a los talibanes, que para nosotros eran lo mismo que Al Qaeda, pero ahora sabemos que eso es asimismo imposible: sabemos que los talibanes y Al Qaeda son cosas distintas, que hay que domesticar a los talibanes, que hay que desligarlos de Al Qaeda y que en cualquier caso hay que contar con ellos, porque sin los talibanes es imposible gobernar el pa¨ªs y sin gobernar el pa¨ªs es imposible terminar con el terrorismo y sobre todo porque los talibanes s¨ª entienden a los islamistas radicales y pueden infiltrarse entre ellos. En Afganist¨¢n los talibanes s¨ª tienen ojos y o¨ªdos y por tanto instrumentos con que derrotar a los terroristas. Si la guerra es cuesti¨®n de inteligencia, quiz¨¢ sean ellos los ¨²nicos que puedan hacerlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.