Resentidos, sociedad an¨®nima
Hace tiempo me contaron un chiste que dice as¨ª: "?Sabes cu¨¢l es la diferencia entre un esquizofr¨¦nico y un neur¨®tico? Pues que un esquizofr¨¦nico est¨¢ convencido de que dos y dos son cinco. Sin embargo, un neur¨®tico sabe que dos y dos son cuatro... pero le molesta". El valor cient¨ªfico de esta afirmaci¨®n es escaso, pero puede servirnos para entender algunas expresiones de malestar social.
La crisis econ¨®mica ha dado carta de naturaleza a la expresi¨®n de todo tipo de irritaciones. Vivimos en una especie de panmalestar colectivo en el que se mezclan los problemas reales con viejas rencillas o debates sin asimilar. As¨ª ha asomado con inusitada virulencia un malestar ante la igualdad de las mujeres que antes hab¨ªa permanecido convenientemente oculto. Al parecer, los vapores t¨®xicos contra los cambios igualitarios no se hab¨ªan disuelto en la atm¨®sfera sino que estaban contenidos en la olla expr¨¦s del inconsciente a la espera de una oportunidad para emerger en r¨¢pidas turbulencias que se expresan de forma airada y concitan el aplauso o la comprensi¨®n de los que han estado cobardemente agazapados. Hay todo un ej¨¦rcito de damnificados por la igualdad de las mujeres que r¨ªen bobaliconamente cuando un juez, un intelectual o un acad¨¦mico pone el marchamo de solvencia profesional a sus neurosis.
S¨®lo as¨ª se explica que hayan tardado 20 a?os en despotricar contra el intento de feminizar un poco el lenguaje, fundamentalmente en aquellos vocablos referidos a la dedicaci¨®n profesional. La peque?a rebeli¨®n de disputar un espacio de visibilidad en el inmenso oc¨¦ano de la lengua les ofende. No es que discrepen, ni que propongan otras soluciones gramaticales o sem¨¢nticas, sino que les saca de quicio este debate y expresan con ¨¦l otros malestares m¨¢s profundos. Dicen -y es verdad- que simplificaci¨®n y econom¨ªa son normas b¨¢sicas del uso de la lengua, que puede resultar reiterativo, pesado y contrario a la comunicaci¨®n el hecho de incluir el femenino y el masculino en cada frase, pero hacen una caricatura de todo ello y acaban por sacar la pancarta de que el masculino es el gen¨¦rico inmutable y absoluto de la lengua. Lo razonable es buscar t¨¦rminos neutros, crear y acostumbrarse al femenino en las distintas profesiones sin forzar excesivamente el lenguaje. Hasta hace apenas 15 a?os, centenares de palabras como "jueza", "diputada", "presidenta" o "arquitecta" eran anomal¨ªas gramaticales y hoy son t¨¦rminos habituales porque resultan ¨²tiles para designar nuevas realidades sociales. Un criterio, el de la utilidad, tan b¨¢sico en la lengua como la simplicidad que alegan sus detractores. Sin embargo, m¨¢s que los comentarios presuntamente acad¨¦micos, destaca esa carga de profundidad contra el feminismo repleta de soberbia y de superioridad hist¨®rica.
Est¨¢n hartos de algo que todav¨ªa no ha empezado. "Y somos muchos", advierten. Se adivinan sus caras de fastidio, la turbia irritaci¨®n que les recorre, en el silencio hostil con que reciben las noticias relacionadas con la igualdad de las mujeres y su alegr¨ªa ante cualquier contradicci¨®n, error o exceso. Llaman sexismo a la igualdad y ecuanimidad a su machismo. Se encogen de hombros ante la discriminaci¨®n laboral pero tildan de sexista cualquier propuesta para abordarla. Piensan, en suma, que cualquier mujer que aparece en la escena p¨²blica, es un patito sujeto al pim-pam-pum de sus frustraciones.
Es mejor responderles con humor y calma, como el que tiene la partida ganada porque, en realidad, no dejan de ser perdedores incluso entre su propio sexo. Son ya muchos los hombres que han hecho suya la causa de la igualdad, que disfrutan del aire m¨¢s limpio de los nuevos tiempos, que han sabido darle un nuevo sentido al amor, a las relaciones y que han ganado todo un mundo de afectos, de compromisos, de sinceridad que nunca conocer¨¢n los que permanecen con el ce?o fruncido, como ni?os que han perdido su juguete favorito.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.