Sardanas y 'castells'
La suerte de las naciones -o de los pueblos- es cambiante y el relato de su identidad que construyen con sus ¨¦xitos y fracasos acostumbra a ser una sarta de mentiras mal engarzadas para reconstruir un pasado inexistente que adquiere la categor¨ªa de dogma indiscutible y sagrado.
Serbia, por ejemplo, ha edificado su identidad en torno a una fecha, 1389, y un lugar, Kosovo, cuando y donde el invasor otomano acab¨® con la naci¨®n emergente que se dispon¨ªa a protagonizar el Renacimiento antes de que las ciudades italianas se hubieran enterado de lo que vale un texto cl¨¢sico. Sin embargo, ni la Serbia del pr¨ªncipe Lazar Hrebeljanovic era depositaria de los restos de la biblioteca de Alejandr¨ªa ni la batalla de Kosovo fue el choque tit¨¢nico entre dos mundos, sino una escaramuza para las tropas del sult¨¢n Murad I, numerosas y procedentes de los lugares m¨¢s dispares del imperio, y una improbable coalici¨®n de serbios, h¨²ngaros, albaneses y sajones, entre otros. De ah¨ª su resultado.
Pero el relato nacionalista no gusta de luces y sombras, ni de matices o diversidad. Necesita claridad y homogeneidad. Por ejemplo, quienes nos visitan ahora pueden volver a su pueblo convencidos de que todos los catalanes comen cal?ots, construyen castells, bailan sardanas y son del Bar?a. Sabemos, sin embargo, que nada de esto es verdad. Hasta hace muy poco, los castells eran una peculiaridad de una zona muy concreta: el Pened¨¨s y el Baix Camp (Vilafranca, Valls, El Vendrell y Tarragona). Hoy los fabrican tambi¨¦n en Matar¨®, donde se hacen llamar Capgrossos, lo que hasta hace poco era un insulto inaceptable para los habitantes de la capital del Maresme.
Y no hablemos de la sardana, una danza de origen sardo que a mediados del siglo XIX se bailaba en algunas zonas del Empord¨¤ y la Garrotxa, pero que los ide¨®logos de la Renaixen?a impulsaron como la dansa m¨¦s bella de totes les dan?es que es fan i es desfan. Afortunadamente, cuando lleg¨® al Parlament una propuesta para convertirla en el baile "nacional" de Catalu?a, las voces airadas de las comarcas del Ebro consiguieron restablecer la verdad hist¨®rica reclamando la catalanidad de la jota.
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