Luces de la ciudad
He sabido por este peri¨®dico que vivo en un edificio sujeto a la ilegalidad. De momento, seg¨²n las mismas fuentes, no corremos peligro sus inquilinos de ser llevados ante la justicia, pero con el Consistorio uno nunca puede estar del todo seguro. Por ejemplo: a m¨ª mismo a¨²n no me ha pasado, pero he o¨ªdo de casos desgarradores de amenaza y multa de personas por introducir un desecho org¨¢nico en una cavidad indebida, la reservada exclusivamente para la basura del cristal.
Alarmado as¨ª pues por la noticia, me he asomado a la ventana de mi casa y he visto florecer, con la nueva informaci¨®n que el reportaje firmado por Daniel Verd¨² pon¨ªa en mi mano, una bonita cantidad de edificios cuyos moradores, si no son lectores de prensa o no siguen al d¨ªa las ordenanzas municipales, tal vez ignoren su condici¨®n. En un primer vistazo en rededor he contado cuatro posibles sujetos ilegales: un concesionario de autom¨®viles, una firma inmobiliaria, una producci¨®n cinematogr¨¢fica y la mism¨ªsima UGT. Todos presuntamente fuera de la ley.
Somos ilegales porque sostenemos en la cima de nuestro edificio un anuncio luminoso
Recapitulemos. La nueva Ordenanza de Publicidad Exterior. El nombre es sugestivo, hay que reconocerlo, sobre todo si se piensa en una alternativa de indudable enjundia, la Publicidad Interior, o, lo que es casi lo mismo, el alma de la publicidad (caso de tenerla). Estamos ahora en el cuerpo, en todo caso. El Ayuntamiento de Madrid dict¨® o promulg¨® o implement¨®, que es lo que m¨¢s se lleva ahora, esa Ordenanza hace un a?o, con el objetivo de acabar con neones, placas, cartelones a fachada entera y dem¨¢s artilugios de propaganda comercial, incluyendo, a escala humana, los hombres-s¨¢ndwich, que tanta pol¨¦mica despertaron hasta que, tras la oportuna queja de la mism¨ªsima Esperanza Aguirre (nadie le gana a ella en casticismo), se revoc¨® el ep¨ªgrafe que les prohib¨ªa pasearse, permiti¨¦ndoles ahora de nuevo circular por las calles anunciando un restaurante barato o un comprador de oro, del mismo modo que se dejan otros vestigios de la esencialidad madrile?a: los majos y las majas, los isidros, las mascotas, cerditos y h¨¢msters en la fiesta de San Ant¨®n.
Para no incurrir en acusaciones de totalitarismo, la corporaci¨®n que preside el alcalde Ruiz-Gallard¨®n dio un a?o de margen para examinar otros casos de anunciamiento ilegal no semoviente, y ahora parece estar llegando la hora de la verdad municipal. La Concejal¨ªa de Medio Ambiente ha dedicado "parte de su tiempo en el ¨²ltimo a?o" a inventariar todos los soportes publicitarios de nuestra capital, para intentar "poner orden en un paisaje feo, en el mejor de los casos, e ilegal en una cifra muy considerable" (cito a Daniel Verd¨²). Pues bien, de ese indiscutible trabajo de campo en la ciudad, se ha deducido que 431 de los 1.503 r¨®tulos existentes no cumplen con la susodicha ordenanza, habiendo procedido el Ayuntamiento, por v¨ªa ya ejecutiva y no meramente reflexiva como en el ¨²ltimo a?o, a retirar 223, en un desglose que el reportero de nuestro peri¨®dico enumera con un detalle que es de agradecer: 59 vallas, 51 monopostes, 50 lonas, 39 paredes medianeras y 24 r¨®tulos sobre edificios. Aqu¨ª entro yo.
He descubierto en la lectura del reportaje la palabra monoposte, que no por comprensible me resulta menos ex¨®tica: como nombre de servidor de un maestro mas¨®nico en una ¨®pera de Mozart. La ilegalidad en lo que yo y mis vecinos vivimos no es monoposte, sino de otro g¨¦nero, decididamente -dada la promiscuidad en ascensores y rellanos de los cientos de vecinos que aqu¨ª habitamos- poliposte. Pues de eso se trata: somos ilegales porque sostenemos en la cima de nuestro alto edificio un poste enorme, con un anuncio luminoso que se enciende en cinco fases anunciando una compa?¨ªa a¨¦rea que, pese a ser de bandera, ?de nuestra bandera adem¨¢s!, incurre en presunto delito. Sabemos que las farmacias seguir¨¢n infundiendo la esperanza de alivio con sus crucecitas verdes iluminadas, y que los cines y los hoteles tambi¨¦n podr¨¢n lucir sus servicios, aunque en horario restringido y con baja intensidad, que es lo que ya tienen ahora en cuanto a frecuentaci¨®n del personal. De los r¨®tulos de alta intensidad que destacan en las calles de Madrid s¨®lo cuatro han sido exonerados de la condena dictaminada por el ayuntamiento: el Schweppes del Capitol, en Gran V¨ªa, el T¨ªo Pepe en Sol, el BBVA en el hermoso edificio de S¨¢enz de Oiza en Castellana y uno de Firestone en O'Donnell poco recordable. El indulto es por su valor simb¨®lico y sentimental, lo que significa un duro golpe para aquellos de nosotros que llevamos en alg¨²n caso m¨¢s de 30 a?os bajo un cartel visible en toda la ciudad pero no por ello indultable.
Vivir en Madrid, tan ruidosa, inc¨®moda y de mobiliario urbano tan berroque?o (¨²ltimo ejemplo: los bancos y alcorques elevados de la plaza de Santa B¨¢rbara) ya era duro. Y ahora quieren quitar esa peque?a ascua de alegr¨ªa que, al levantar los ojos del rudo suelo, nos dan las luces de la ciudad.
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