Puro misterio
La ¨²ltima novela de Don DeLillo se lleva en el bolsillo como un libro de poemas y para ingresar de verdad en ella hace falta una actitud m¨¢s propia de la lectura de poes¨ªa que de la prosa. Pero me equivoco en la disyuntiva: la prosa no es lo contrario de la poes¨ªa, sino del verso. La poes¨ªa es un estado de m¨¢xima intensidad expresiva que muchas veces est¨¢ ausente de los libros de versos y sin embargo puede saltar como un chispazo en medio de una novela, o en una m¨²sica, o en las im¨¢genes de una pel¨ªcula. La poes¨ªa es aquello que s¨®lo puede percibirse con una forma peculiar de atenci¨®n, algo que est¨¢ materialmente en el sonido de las palabras pero tambi¨¦n en el silencio y el espacio en blanco que hay detr¨¢s de ellas y en la resonancia que provocan. La poes¨ªa es un primer impacto que ha de ser continuado por una larga revelaci¨®n, por la conciencia de un significado que es a la vez m¨¢s claro y m¨¢s misterioso en cada lectura y nunca se repite id¨¦ntico. La poes¨ªa es para ser le¨ªda en silencio unas veces y otras veces en voz alta, y su lectura no se acaba nunca, ni siquiera cuando nos sabemos los versos de memoria.
Los versos o las l¨ªneas de prosa. La poes¨ªa nos devuelve a un mundo anterior a la escritura en el que las palabras ten¨ªan una exclusiva presencia f¨ªsica en el sonido de la voz y en el recuerdo que las preservaba. Yo empec¨¦ a leer Point Omega, la ¨²ltima novela de Don DeLillo, y como no lo hice con el recogimiento que exig¨ªa al principio me sent¨ª aturdido y desconcertado por ella. Point Omega trata, entre otras cosas, de la necesidad de la atenci¨®n, y de lo raramente que se ejerce. Vuelvo ahora a sus p¨¢ginas y me doy cuenta de la conveniencia de leer en voz alta: hace falta mucha atenci¨®n para ver lo que est¨¢ sucediendo delante de ti. Se requiere un trabajo, un esfuerzo piadoso, para ver aquello que uno est¨¢ mirando. No es s¨®lo una observaci¨®n general: es una sugerencia sobre la ¨²nica manera posible de entender el libro que tenemos entre las manos, delante de los ojos demasiado acostumbrados a la distracci¨®n: la profundidad de las cosas que pasa por alto el h¨¢bito superficial de ver. Algunos cr¨ªticos ejercen su perspicacia reprochando al autor exactamente aquello que ¨¦l se propon¨ªa conseguir. Point Omega no lleva ni dos semanas en la calle, pero ya ha provocado bastante desconcierto y no poca frialdad: es muy corta, no pasa casi nada en ella, no se parece a las grandes novelas de DeLillo, es demasiado parecida en personajes y atm¨®sferas como si al autor no le quedara mucho que decir, como si estuviera demasiado ensimismado en su mundo, en sus mundos.
Claro que es una novela muy corta: tiene 117 p¨¢ginas, de letra generosa, de un formato que agradecen las manos, el de los libros que van a cualquier parte con nosotros, los que son una presencia y un h¨¢bito m¨¢s que un episodio. Leyendo una entrevista me he acordado de cuando habl¨¦ con ¨¦l sobre su libro anterior: un hombre enjuto, de cara seria y afable, con una presencia erguida sin rastros de vejez, con el aire de alguien que sin esforzarse se ha mantenido perdurablemente joven, gracias sobre todo a una disposici¨®n de curiosidad que se vuelve m¨¢s honda con la experiencia y sin embargo no se corrompe de amargura. Parec¨ªa un profesor, pero no de universidad, sino de instituto, vigorizado por la cercan¨ªa de gente m¨¢s joven, un profesor de high school de una ¨¦poca menos hostil a la ense?anza, cuando un buen bachillerato pod¨ªa mejorar para siempre la vida de alguien. Le¨ªa sus palabras en el peri¨®dico y me parec¨ªa estar escuch¨¢ndolo, su voz sin arrogancia, algo mon¨®tona, buscando la precisi¨®n y a la vez rehuyendo el exhibicionismo, el melodrama del escritor que diserta sobre su Obra. Quer¨ªa sugerir las cosas m¨¢s que explorarlas plenamente, dice. En mi primera lectura, sin haber entrado todav¨ªa en el estado de esp¨ªritu que requiere la novela, yo pens¨¦ que DeLillo hab¨ªa ido demasiado lejos en la sugerencia, que hab¨ªa contado y explorado demasiado poco, que su po¨¦tica de la austeridad lo hab¨ªa hecho caer en la trampa de lo meramente inexpresivo.
En una sala en penumbra del MOMA alguien mira apoyado en la pared una proyecci¨®n de Psicosis ralentizada para durar veinticuatro horas, una instalaci¨®n del artista Douglas Gordon que efectivamente se vio en el museo hace unos a?os. En el desierto de California, un director de cine visita a un profesor jubilado que trabaj¨® para el Gobierno en la preparaci¨®n de la guerra de Irak, y que ahora vive como un ermita?o retirado del mundo. El director de cine quiere hacer un documental sobre el profesor. Pasan los d¨ªas, conversan a ratos, el profesor no acaba de acceder a la entrevista, el director de cine tampoco insiste demasiado. En el desierto el paisaje es una amplitud abstracta paralizada bajo el calor y el tiempo, despojado de acontecimientos, parece adquirir una duraci¨®n geol¨®gica. No es tiempo pasajero, tiempo mortal, dice Elster, el profesor que ha renegado de su complicidad en el gran delirio destructivo de la guerra, Es diferente aqu¨ª, el tiempo es enorme, eso es lo que siento, palpablemente. Tiempo que nos precede y que nos sobrevive.
Una mujer joven llega a la casa, la hija del profesor. En el curso de los d¨ªas el director de cine que no avanza en su proyecto y que no se marcha la sigue con la mirada, la ve inclinarse sobre el lavabo en pantal¨®n corto y camiseta, por la puerta entornada del ba?o. Una noche, sentados en el porche de la casa, le toma una mano. Otra vez, la casa ya a oscuras, empuja la puerta de la habitaci¨®n en la que ella duerme y ve el brillo de sus ojos abiertos, y da un paso atr¨¢s. Un d¨ªa, igual que lleg¨®, la hija ha desaparecido, y su padre y el director de cine la buscan en vano. Queremos que las historias tengan un misterio, pero tambi¨¦n queremos que tengan un final. Llego a la ¨²ltima p¨¢gina del libro y me desconcierta que el enigma no se resuelva. De nuevo la sala en penumbra del museo, de nuevo la acci¨®n infinitamente lenta que revela los detalles y los recovecos nunca percibidos de una pel¨ªcula demasiado familiar.
Cierro el libro y poco a poco se va desplegando en la imaginaci¨®n lo que no est¨¢ dicho en las palabras: igual que un poema que se muestra muy gradualmente, oscura la historia/y clara la pena, como ped¨ªa Antonio Machado, la historia posible y tambi¨¦n atroz que el relato expl¨ªcito calla, con una actitud que me recuerda el gesto que hac¨ªa Don DeLillo cuando parec¨ªa que iba a seguir hablando y de pronto ya no dec¨ªa nada m¨¢s, y apretaba los labios. Cada libro me dice lo que quiere, o lo que es, le ha contado a un entrevistador. Point Omega dice lo que quiere y lo que es en el lenguaje misterioso de la poes¨ªa.
Point Omega. Don DeLillo. Scribner, 2010. 117 p¨¢ginas.
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