Grecia, en la UVI
La dificultad para articular un rescate amenaza con comprometer la estabilidad del euro
La econom¨ªa griega entr¨® ayer oficialmente en la UVI. El sistema de rigurosa exigencia y detallado control establecido por el Ecofin (los ministros de Econom¨ªa de los Veintisiete), impulsado sobre todo por Alemania y por el Banco Central Europeo, constituye una suerte de protectorado econ¨®mico sobre el pa¨ªs heleno; su designio ¨²ltimo es salvar al euro de su primera crisis.
El Gobierno de Papandreu se compromete a pasar dentro de un mes un examen, no ya sobre los objetivos del plan de estabilidad y austeridad anunciados al Consejo Europeo el pasado d¨ªa 11, sino sobre el impacto real, la eficacia contable, los resultados de las primeras medidas de austeridad aplicadas. En la misma fecha, Grecia deber¨¢ informar al Ecofin sobre el calendario de aplicaci¨®n del paquete de medidas que deben reducir en cuatro puntos (del 12,7% al 8,7% del PIB), en tan s¨®lo 12 meses, su abultado d¨¦ficit p¨²blico. Y antes del 15 de mayo Atenas deber¨¢ poner en marcha otro paquete adicional de medidas de austeridad, si el primero se revela insuficiente.
El rigorismo aplicado al caso griego estrena un art¨ªculo del nuevo Tratado de Lisboa por el que se autoriza a la Uni¨®n a apretar las tuercas al Estado cuya actuaci¨®n ponga en peligro la estabilidad de la moneda ¨²nica. Puede parecer una injusticia que el sujeto pasivo sea el Gobierno de Papandreu, cuando fue ¨¦ste, y no ninguna instituci¨®n comunitaria, quien una quincena despu¨¦s de su proclamaci¨®n confes¨® a iniciativa propia las trampas estad¨ªsticas y financieras de su antecesor, a las que, como acaba de conocerse, contribuy¨® el banco norteamericano Goldman Sachs. Injusto pero inevitable, especialmente cuando el problema es de p¨¦rdida absoluta de confianza en la seriedad del pa¨ªs afectado. Toca al Gobierno socialista purgar la culpa de su antecesor conservador y demostrar con hechos que el Estado que representa merece credibilidad.
A cambio de los dolorosos sacrificios asumidos (sobre pensiones, salarios p¨²blicos y otros), los Veintisiete reiteran ¨²nicamente la promesa de que no dejar¨¢n caer a su socio, sin concretar los instrumentos que utilizar¨ªan para un eventual rescate. Si se produce, ser¨¢ un salto cualitativo para completar la uni¨®n monetaria con una verdadera uni¨®n econ¨®mica. Hay dificultades jur¨ªdicas para orquestarlo, sobre todo procedentes de Alemania, en virtud de la jurisprudencia restrictiva de su Tribunal Constitucional; y de un sector importante de la opini¨®n p¨²blica, reticente a transferir impuestos de los ciudadanos propios a ciudadanos de otro pa¨ªs con menores cargas fiscales y mayores ventajas sociales (por ejemplo para jubilarse); y la UE, a diferencia de otras instituciones como el FMI, carece de tecnolog¨ªa y experiencia para emprender determinados rescates.
Si estas explicaciones convencen a los ciudadanos, no es seguro que apacig¨¹en a los mercados y a sus brotes especulativos. Y entonces la tardanza en resolver el relativamente peque?o episodio griego se trocar¨ªa en un problema de mayor cuant¨ªa, la propia estabilidad del euro.
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