La estatua de Luis Vives
He estudiado en una universidad que tiene una gran estatua de Luis Vives en el centro de su claustro principal; que tiene un vetusto paraninfo con los retratos de los benefactores hist¨®ricos de la instituci¨®n distribuidos a uno y otro lado de un cuadro de la Virgen y que siempre ha inaugurado el curso acad¨¦mico bajo la presidencia de un rector. Los s¨ªmbolos de la autoridad universitaria son en ella indiscutiblemente masculinos, como manda la tradici¨®n. A partir de ellos he interiorizado representaciones que han cobrado peso en mi imaginario porque, adem¨¢s, me he sentido, en general, orgullosa de mi universidad, la he respetado y, sobre todo, la quiero y me importa lo que en ella ha sucedido, sucede y suceder¨¢.
Desde mi universidad tom¨¦ conciencia pol¨ªtica de la desigualdad entre hombres y mujeres, no en las aulas sino reuni¨¦ndome con un grupo de universitarias con las que descubr¨ª que era posible un modelo de mujer libre, generosa, eficiente, capaz de hacer valer su energ¨ªa y su creatividad, no s¨®lo en lo privado sino en lo p¨²blico, aunque de lo posible a lo real hubiera que sortear numerosas encrucijadas. Una de ellas reside en lo que se ha dado en llamar 'techos de cristal' con los que mucho tienen que ver tanto la reticencia de los varones a compartir sus parcelas de poder como lo arraigada que est¨¢, en aquellas mujeres que han crecido en un ambiente patriarcal, la inercia a sentirse confortable a las ¨®rdenes de los hombres siempre que la autoridad de ¨¦stos las contemple y les sea ben¨¦vola.
Las cosas han evolucionado mucho desde que una din¨¢mica social impulsada por las mujeres ha dado lugar a que la igualdad entre hombres y mujeres haya adquirido rango de ley. En la Universitat de Val¨¨ncia los feudos masculinos de anta?o han ido disminuyendo sensiblemente, aunque m¨¢s en lo que a perfiles profesionales se refiere que en lo que respecta a la responsabilidad en cargos institucionales, sin que esto ¨²ltimo pueda imputarse a la indecisi¨®n femenina a dar un paso hacia el poder. La sociedad moderna ha acortado la distancia entre la posibilidad y la realidad para las mujeres. Lo demuestra el hecho de que, por primera vez, haya una candidatura al rectorado encabezada por una mujer, a la vez que, en consonancia con la normativa vigente (ley org¨¢nica 4/2007 de 12 de abril, Plan de Igualdad 2010-2012 aprobado por la Universitat de Val¨¨ncia), todas las dem¨¢s incluyan a m¨¢s mujeres que nunca, de todos los campus y de entre cuarenta y cincuenta a?os, por lo general, que se muestran tan sonrientes como solventes al suscribir su apoyo a un determinado programa. Y eso que todas sabemos que estamos abocadas a mandar en tiempos dif¨ªciles.
Pero volvamos al paraninfo de La Nau e imaginemos la escenificaci¨®n en ¨¦l de algo realmente nuevo. Supongamos que estamos asistiendo a una transformaci¨®n comparable a la que, s¨®lo al final del siglo XIX, transfiri¨® la m¨¢xima representaci¨®n de aquel Estudi General a profesionales de la sociedad civil. Prelados, santos, sumos pont¨ªfices, doctores de la Iglesia, sin duda cargados de erudici¨®n, hab¨ªan monopolizado hasta entonces la c¨²pula de la instituci¨®n que, sin embargo, se reconoci¨® finalmente en la modernidad del imperio de la ciencia sobre la religi¨®n aproximadamente en el mismo momento (1880) en que se erigi¨® la estatua de bronce de Luis Vives (1492-1540), jud¨ªo converso, valenciano exiliado, cuya familia hab¨ªa sufrido los estragos de la Inquisici¨®n, que desde aquel instante mira sin complejo alguno hacia el Patriarca y otea, algo m¨¢s all¨¢, la sede catedralicia de la ciudad de Valencia.
No creo exagerar si afirmo que hombres y mujeres de la Universitat de Val¨¨ncia estamos decididos a participar en el proceso que ahora est¨¢ en marcha, ya que alrededor de cincuenta personas han colaborado en los programas electorales. Por mi parte, deseo cumplir con coherencia la labor de recordar a una generaci¨®n m¨¢s joven que la m¨ªa que las circunstancias que ahora se dan ni son fortuitas, ni son irreversibles. Espero poder contribuir al desarrollo de un contexto universitario que deje atr¨¢s el sexismo, no s¨®lo mediante el incremento de una investigaci¨®n y docencia que tengan presentes los componentes de g¨¦nero sino adem¨¢s mediante la formaci¨®n generalizada de universitarios y universitarias instruidos en actitudes y conductas no discriminatorias, como corresponde a personas destinadas a asumir las responsabilidades para las que capacita, por excelencia, la universidad p¨²blica.
Y si, como colof¨®n, llega el d¨ªa en que la puerta del paraninfo, que mira hacia el mar, es accesible con motivo de una apertura de curso dirigida por una magn¨ªfica rectora; si, por casualidad, Luis Vives tuerce el gesto porque no comprende que sus consejos morales para la educaci¨®n de las mujeres han quedado obsoletos; si, mientras tanto, muchos de nuestros colegas se felicitan de que aumente el censo de universidades gobernadas por una rectora, la satisfacci¨®n de un objetivo cumplido ser¨¢ para m¨ª una garant¨ªa de que la velocidad de crucero de La Nau va en vanguardia, siguiendo un rumbo, en cualquier caso, bien marcado.
Carmen Aranegui Gasc¨® es catedr¨¢tica de Arqueolog¨ªa de la Universitat de Val¨¨ncia.
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