Aquel 22 de febrero
Han pasado 10 a?os de aquel fat¨ªdico 22 de febrero en el que fueron asesinados Fernando Buesa y su escolta Jorge D¨ªez. Un d¨ªa que tengo grabado en mi memoria como si fuera ayer. Era una temprana tarde, aparentemente cotidiana; yo estaba en casa, con la cabeza llena de planes electorales, pensando en la campa?a en la que est¨¢bamos inmersos y analizando el trabajo hecho esa ma?ana, hasta que un golpe seco, un ruido tremendo y diferente me llev¨® a imaginar lo peor. Necesit¨¦ coger el tel¨¦fono, llamar a Fernando y esperar una respuesta al otro lado; pero s¨®lo hubo silencio. Sal¨ª de casa con mi hija y comenz¨® a llover. Acuden im¨¢genes a mi cabeza: aquel cord¨®n de seguridad, lleno de periodistas, que nos atrevimos a cruzar; la mirada de ese ertzaina que sin palabras fue capaz de dec¨ªrnoslo todo.
El pr¨®ximo lunes se cumplen 10 a?os del asesinato de Fernando Buesa
En ese momento, l¨¢grimas y rencor, el mundo se cay¨® a mis pies. Era incapaz de comprender nada. C¨®mo pod¨ªa ser cierto que Fernando y Jorge acabaran de ser asesinados. Fernando, ese compa?ero y amigo al que apenas hac¨ªa tres horas hab¨ªa dejado en casa, ahora yac¨ªa en el suelo del parque de la universidad.
Con cari?o, con mucho cari?o, y quiz¨¢s con cierto atrevimiento, fuimos a su casa, y una lecci¨®n de dignidad, de entereza y de unidad fue lo que nos encontramos all¨ª. Sara abri¨® la puerta. Qu¨¦ tarde m¨¢s larga, m¨¢s dura. Cu¨¢ntos sentimientos encontrados que hoy con la distancia que da el tiempo soy capaz de dar forma y de matizar.
Pero hoy, 10 a?os despu¨¦s, lo que no hubiera imaginado Fernando es lo que estamos haciendo en Euskadi: el cambio pol¨ªtico, una realidad llena de dificultades pero cargada de futuro. Y todo lo de hoy tiene que ver con lo que hemos venido construyendo durante casi 30 a?os, y, en especial, con aquellos a los que les segaron la vida. Son ellos quienes m¨¢s han aportado al cambio y quienes tanto hubieran aportado en ¨¦l.
Fernando siempre se rebel¨® contra la barbarie y ante la falta de reacci¨®n de parte de la sociedad vasca. Su coherencia, su tes¨®n y decencia para combatir la intransigencia de los dogm¨¢ticos, han terminado calando en la sociedad vasca. Hoy esta sociedad est¨¢ comprometida con la consecuci¨®n de la paz y la libertad en el Pa¨ªs Vasco. Hoy nadie puede defender desde la responsabilidad lo que en otro tiempo se hac¨ªa desde la equidistancia. Hoy no hay terroristas en el Parlamento Vasco y quienes apoyan la intolerancia y el sufrimiento no tienen cabida en las instituciones democr¨¢ticas.
Lo que no imaginaba Fernando es que sus nietos iban a poder vivir en una sociedad donde lo que prima son los seres humanos por encima de patrias tuteladas por verdugos. Y los dem¨®cratas, hoy igual que cuando estaba ¨¦l, seguimos luchando y trabajando porque el futuro de nuestro pa¨ªs sea libre y en paz.
Lo que no sab¨ªa Fernando es que su muerte, como la de todas las v¨ªctimas del terrorismo, adem¨¢s de ser llorada, nos iba a hacer reflexionar sobre la falta de valores en una sociedad que presum¨ªa de todo cuando le faltaba lo fundamental: la defensa de la libertad de todos y para todos.
Lo que no intu¨ªa Fernando es que las cosas nunca iban a ser iguales. Que la rebeld¨ªa frente a la indignidad se ha instalado hoy en la mayor¨ªa de la sociedad vasca. La ciudadan¨ªa de este pa¨ªs hace mucho que decidi¨® que no pod¨ªa m¨¢s y su asesinato fue uno de los desgraciados puntos de inflexi¨®n.
Y lo que tampoco so?¨® es que un lehendakari defensor de la Constituci¨®n har¨ªa de Euskadi el referente del progreso en Espa?a y pondr¨ªa la ciudadan¨ªa por encima de mitos y banderas.
Fernando siempre dec¨ªa que Euskadi ten¨ªa que ser el motor de Espa?a, que ¨¦sa era la mejor medicina frente a nacionalismos trasnochados que solamente se miran al ombligo y que buscan enemigos como justificaci¨®n de su propia incapacidad.
Cu¨¢ntas mentiras sobre t¨®picos simplistas hemos venido padeciendo durante casi tres d¨¦cadas. Cu¨¢ntos debates identitarios y qu¨¦ poco trabajo sobre los verdaderos problemas y preocupaciones de los ciudadanos. Cu¨¢nta estupidez para defender una patria sin ciudadanos en libertad. Y cu¨¢nto de inhumano durante demasiado tiempo.
Hoy, cuando pienso en aquel 22 de febrero, me acuerdo de aquella ma?ana en San Sebasti¨¢n llena de luz, con el sol ba?ando La Concha y nosotros observ¨¢ndolo desde Miramar, so?ando un futuro cargado de ilusiones y proyectos. Esto era lo que trasladaba el Manifiesto de los socialistas vascos de cara a las elecciones que present¨¢bamos en Donosti. Fernando quer¨ªa quedarse a comer all¨ª, pero la tarde estaba cargada de reuniones. Al final, como siempre, prim¨® el trabajo y decidimos volver a casa, sin saber lo que le esperaba horas despu¨¦s.
Hoy, en el recuerdo, qu¨¦ pena, qu¨¦ dolor, qu¨¦ tristeza, qu¨¦ rabia y qu¨¦ frustraci¨®n ante tanto desatino. Porque lo ¨²nico que ha conseguido el terrorismo es hacer sufrir innecesariamente a demasiada gente. Por eso, diez a?os despu¨¦s, s¨®lo me queda decirte "Gracias, amigo". Gracias a ti y a todas las v¨ªctimas que hab¨¦is hecho posible esto, que no es otra cosa que podamos vivir con m¨¢s dignidad, m¨¢s respeto y m¨¢s felicidad.
Por todo esto es por lo que no podemos fracasar en conseguir el final del terrorismo. Por eso es por lo que seguimos trabajando cada d¨ªa. Os debemos tanto.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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