El escriba que habita en una p¨¢gina blanca
"Me encanta escuchar a los personajes", dice Eric-Emmanuel Schmitt, que publica El Libro m¨¢s bello del mundo y otras historias
Ser el escritor franc¨¦s vivo m¨¢s vendido en el mundo y residir en la pl¨¢cida Bruselas apartado de la vor¨¢gine parisina es inaudito. Eric-Emmanuel Schmitt (Lyon, 1960. eric-emmanuel-schmitt.com) lo explica sin m¨¢s: "Me he separado voluntariamente del mundo literario, teatral y cinematogr¨¢fico. Si hubiera estado en Par¨ªs escribir¨ªa menos o escribir¨ªa cosas parisinas, lo que ser¨ªa peor". ?Cosas parisinas? "Atender¨ªa m¨¢s a lo intelectual y menos a lo sensible, a lo carnal o a lo po¨¦tico". Y no es que Eric-Emmanuel Schmitt haga de menos a lo intelectual. Doctorado con una tesis sobre Diderot, personaje llevado por ¨¦l al teatro en El libertino, fue catedr¨¢tico de Filosof¨ªa hasta que de treinta?ero le estall¨® el universo de la creaci¨®n y dio con la tecla expresiva: "Escribir ficci¨®n que sea filos¨®fica". Su escritura ronda la novela de ideas, a la que da una larga cambiada con un lenguaje sencillo y personajes asequibles, tan horro de descripciones como lleno de alusiones. Schmitt es socr¨¢tico: "Obligo al lector a escribir conmigo". ?l escribe como una fuerza desatada de la naturaleza y llega ahora a Espa?a con El libro m¨¢s bello del mundo y otras historias (Destino. Traducci¨®n de Zahara Garc¨ªa Gonz¨¢lez. Barcelona, 2010. 232 p¨¢ginas. 19 euros).
Su despacho est¨¢ hecho una leonera. Sobre la mesa, entre libros y papeles en perfecto desorden, toda la discograf¨ªa de Beethoven porque est¨¢ ultimando una Kiki van Beethoven que subir¨¢ al escenario en Par¨ªs en oto?o. En las paredes, un par de mir¨®s litogr¨¢ficos. Y varias esculturas, entre ellas la concebida por G¨¹nter Grass para dar solidez (seis kilos) al Premio del P¨²blico que recibi¨® en Alemania. Un equipo de m¨²sica acompa?a al mel¨®mano y pianista autor de Ma vie avec Mozart. Si Flaubert probaba sus textos ley¨¦ndolos en voz alta, Eric-Emmanuel Schmitt dice que su despacho -con un ancho ventanal abierto al horizonte y al cielo, y un generoso tragaluz- es su oreja. "Me encanta escuchar a los personajes. S¨®lo escribo cuando me hablan. Tengo el cielo enfrente y encima, y como en Bruselas el cielo es casi siempre blanco tengo la impresi¨®n de habitar en una p¨¢gina". Su t¨¦cnica es b¨¢sica: dejarse llevar. "Empiezo a escribir a eso de las dos de la tarde. Y enseguida me entra el sue?o", lo que justifica la presencia del anch¨ªsimo div¨¢n frente al escritorio. "Me acuesto un rato y luego escribo toda la tarde. El sue?o es como el pasillo por el que llegan los personajes. Cuando estoy agotado, echo otra cabezadita y los personajes se van". As¨ª sin parar, de forma natural. "La verdad es que yo no soy un escritor. Soy un escriba. Los personajes me dicen lo que tengo que escribir".
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