Esa puta mierda
En la transcripci¨®n de la c¨¦lebre y grosera frase de Esperanza Aguirre que ha trascendido gracias a un micr¨®fono abierto que ella cre¨ªa cerrado, ha habido, a mi parecer, un peque?o error. Ya saben: "Nosotros hemos tenido la inmensa suerte de poderle dar un puesto a Izquierda Unida quit¨¢ndoselo al hijoputa". Si uno oye la frase, para m¨ª es evidente que la ¨²ltima palabra tendr¨ªa que ir con may¨²scula, es decir, "al Hijoputa", pues sin duda se trata de un mote, de un apelativo habitual. Se est¨¢ refiriendo a alguien a quien suele llamar as¨ª, y su interlocutor -su Vicepresidente- sabe perfectamente de qui¨¦n le habla, est¨¢ acostumbrad¨ªsimo a o¨ªrle ese apodo. Si la Presidenta de Madrid se hubiera referido, como ha querido hacer creer, a alguien "circunstancial" -un tal Serrano, ex-representante del Ayuntamiento en Caja Madrid, y con quien ella no tiene trato personal-, habr¨ªa dicho "a ese hijoputa" o "al hijoputa ese"; no "al Hijoputa", que es lo que solt¨® verdaderamente. Por otra parte, me trae sin cuidado de qui¨¦n estuviera hablando esa mujer despreciativa y soez que provoca verg¨¹enza ajena. All¨¢ ella con sus fobias, sus rencillas, sus traiciones y sus bestias negras.
Lo que no me trae tan sin cuidado es que la representante de mi regi¨®n sea zafia y malhablada"
Lo que ya no me trae tan sin cuidado es que la m¨¢xima representante de mi regi¨®n sea zafia y malhablada, y m¨¢s grave que la c¨¦lebre frase me pareci¨® otra, que solt¨® el mismo d¨ªa, y que ha sido objeto de muchos menos comentarios. Se la ve¨ªa paseando por las cercan¨ªas de un pueblo, Becerril de la Sierra, con un nutrido cortejo de individuos untuosos y temerosos, literalmente un s¨¦quito, como si fuera la due?a de un cortijo con sus capataces y peones. De pronto se soliviantaba y, se?alando algo que quedaba fuera de plano -tal vez una construcci¨®n-, se volv¨ªa hacia el alcalde de Becerril, que iba escolt¨¢ndola, y le dec¨ªa en tono desp¨®tico y col¨¦rico: "?Pero c¨®mo has podido autorizar esa puta mierda?" Se alcanzaba a ver el azoramiento del culpable, helado por la brutalidad del reproche, y la escena terminaba. Aguirre pod¨ªa haber dicho "ese adefesio" o "esa porquer¨ªa", pero no: lo que le sali¨® de su chabacana alma fue "esa puta mierda". Lo peor fue el tono, sin embargo: delataba a una persona irascible y propensa al trato tir¨¢nico. La escena entera parec¨ªa sacada de La escopeta nacional, de Berlanga, y no est¨¢ de m¨¢s recordar que en ella la acci¨®n se situaba a¨²n en tiempos de Franco, y que esa divertid¨ªsima pel¨ªcula retrataba con precisi¨®n un tipo de arist¨®crata abundant¨ªsimo en Espa?a a lo largo de su historia: terrateniente, adinerado y engre¨ªdo; bruto, ignorante y tosco hasta la n¨¢usea. En manos de esa clase de individuos ha estado este pa¨ªs durante siglos. Por eso resultaba tan deprimente ver algo parecido en 2010, con la agravante de que la "se?orita" actual fue votada por los ciudadanos (bien es cierto que tras perder unas elecciones y forzar su repetici¨®n gracias a una turbiedad nunca aclarada).
Claro que todos, o la mayor¨ªa, soltamos tacos de vez en cuando. Claro que nos hemos referido a alguien como "hijoputa" o hemos calificado algo de "puta mierda". Pero casi todos somos particulares y no nos representamos m¨¢s que a nosotros mismos. Aguirre se ha negado a hablar de su desliz, aduciendo que se trataba de "una conversaci¨®n privada" y que, por lo tanto, "no contaba". Se equivoca, como se han equivocado todos los dem¨¢s dirigentes a los que ha traicionado un micr¨®fono, desde la lumbrera Jos¨¦ Bono tildando a Blair de "gilipollas" hasta el actual jefe de la patronal, D¨ªaz Ferr¨¢n, llamando a la propia Aguirre "cojonuda". Los pol¨ªticos fingen y mienten de manera tan abusiva y permanente en p¨²blico, que precisamente lo que ya no cuenta es lo que dicen para la galer¨ªa, cuando se saben vistos, escuchados, filmados y grabados. Todo eso es falso, una patra?a, una representaci¨®n en el mejor de los casos. Para saber c¨®mo son y lo que piensan de veras no nos sirven sus declaraciones ni sus intervenciones en el Parlamento. De modo que, cada vez m¨¢s, lo ¨²nico que cuenta es lo que dicen en privado y cuando creen estar "en confianza". Hay m¨¢s verdad acerca de la personalidad de Aguirre en esas dos frases captadas por azar que en todas sus manifestaciones ante la prensa a lo largo de los a?os. ?stas son, por principio, pura fachada y puro teatro, y por consiguiente falaces, un enga?o, como todas las de los dem¨¢s pol¨ªticos una vez que ese gremio ha optado por el fingimiento perpetuo. Son esas las que no cuentan. Aqu¨¦llas, en cambio, nos revelan qui¨¦n nos representa: una mujer autoritaria, irritable, desde?osa, deslenguada y de natural ordinaria. Ya s¨¦ que hoy suelta tacos todo el mundo (bueno, s¨®lo en Espa?a), pero, curiosa y significativamente, apenas conozco a mujeres de mi edad o mayores (y Aguirre es de mi edad) que, si han sido bien educadas y adem¨¢s son consideradas, recurran a ellos, sean cuales sean su clase social y sus conocimientos. Tambi¨¦n eso indica algo.
[PS para los interesados. As¨ª ocurre a menudo: a los cuatro d¨ªas de escribir mi anterior columna, dando por perdida a la bailarina de Cecil Court, ¨¦sta me lleg¨® por mensajero. Ya no s¨¦ si es para bien o para mal, pero vuelve a estar al lado del se?or¨ªn del que la hab¨ªa separado.]
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