Perdonen las molestias
Si no herir la sensibilidad social fuera un principio de la cultura, el Ulises no se habr¨ªa publicado y Joyce hubiera descendido a los infiernos aferrado al mon¨®logo de Molly Bloom. Si alguien hubiera sido mejor guardi¨¢n de las esencias, el Arcipreste de Hita no nos hubiera regalado sus carnales serranas ni sus obispos amotinados contra la orden papal de no amancebarse. El Bosco, para no herir a nadie, no hubiese pintado sus delirios infernales donde los cerdos visten tocas de monja y los cocodrilos mitras obispales. Si la censura hubiese sido m¨¢s meticulosa, La Celestina no existir¨ªa y no conocer¨ªamos el mejor tratado sobre la sociedad moderna y el papel del placer. Si no herir sensibilidades fuera el l¨ªmite a la creaci¨®n, deber¨ªamos decir adi¨®s a las vanguardias literarias, a gran parte del mejor cine y de la creaci¨®n art¨ªstica.
Por eso, es una pedrada contra el cristal de la libertad de expresi¨®n clausurar una exposici¨®n "por motivos de seguridad" y, a¨²n m¨¢s, pedir disculpas por haber "herido los sentimientos y las convicciones de un elevado n¨²mero de personas". Sobre todo porque este comunicado rebosante de miedo lo emite la Universidad de Granada, nuestro id¨ªlico templo de la libertad, que adem¨¢s tranquiliza al respetable con una lapidaria frase final, digna de la disculpa de un hereje ante el tribunal de la Inquisici¨®n: "Mientras ha permanecido abierta (la exposici¨®n) s¨®lo ha recibido la visita de 38 personas".
Dec¨ªa Santa Teresa que el calor de Sevilla hac¨ªa que all¨ª el demonio tuviera m¨¢s libertad de movimiento. Debe ser el fr¨ªo de Granada el que produce que la ultraderecha tenga m¨¢s mano all¨ª que en ning¨²n otro lugar de Andaluc¨ªa y nos lluevan desde all¨ª malas noticias, viento agitado, contra la libertad.
Hace ya muchos a?os, la ultraderecha granadina protagoniz¨® uno de los espect¨¢culos m¨¢s miserables de la Transici¨®n cuando agredieron, armados de crucifijos y porras, a los espectadores de la obra Demonis, de Els Comedians, porque her¨ªa su sensibilidad cat¨®lica. Hubo una docena de pac¨ªficos demonios heridos y el incidente se enterr¨® en el olvido. Desde entonces no han dejado de movilizarse ante cualquier representaci¨®n ofensiva para su ideolog¨ªa ultraconservadora. Son los mismos que han amenazado al autor de esta exposici¨®n fotogr¨¢fica llamada Circus Christi s¨®lo que en esta ocasi¨®n han obtenido, no la reprobaci¨®n y la solidaridad con el autor amenazado, sino el ¨¦xito de la retirada de las fotos supuestamente ofensivas y la comprensi¨®n de las instituciones.
Si en vez de representar un Cristo gay, la figura parodiada hubiese sido Mahoma, estar¨ªamos hablando de integrismo religioso isl¨¢mico, de intransigencia y de persecuci¨®n. Sin embargo, el debate se ha desplazado a unos supuestos t¨¦rminos innocuos de buen gusto, respeto o calidad. Pero no es eso. No hace falta compartir el gusto ¨¦tico o est¨¦tico de una creaci¨®n para defender su derecho a la existencia. La obra de arte no necesita una explicaci¨®n, una justificaci¨®n en el gusto popular, en su aceptaci¨®n o no por el p¨²blico mayoritario. La libertad de expresi¨®n consiste en poder decir, escribir, pintar o fotografiar y exhibir realidades o pensamientos contrarios a los propios. La cr¨ªtica a la obra se debe ejercer no con la censura, sino con la palabra o con la no asistencia.
En mi opini¨®n, la transgresi¨®n a trav¨¦s del desnudo, la obscenidad o la homosexualidad ha dejado de tener virtualidad. A fin de cuentas, esta sociedad ha convertido en mercanc¨ªa la exhibici¨®n de la intimidad en todas sus facetas. Los escandalizados no son m¨¢s que ide¨®logos in extremis del integrismo religioso y pol¨ªtico. Por eso duele, especialmente, esta genuflexi¨®n que les brinda la Universidad de Granada, desde donde nos han llovido en los ¨²ltimos tiempos demasiadas malas noticias de c¨¢tedras abandonadas y de voces calladas.
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