Open
A menudo, para los deportistas retirados escribir un libro de memorias es como para los escritores practicar alg¨²n deporte en los ratos libres. Una especie de pasatiempo beneficioso, una obligaci¨®n por prescripci¨®n facultativa. Los deportistas suelen dar cuenta de una vida sacrificada y llena de jugadas decisivas, pero que no transmiten al lector ninguna emoci¨®n similar a la que produjeron en la cancha. No es el caso de la autobiograf¨ªa de Andr¨¦ Agassi, titulada Open y que en su lanzamiento norteamericano desat¨® la pol¨¦mica. La pol¨¦mica, como recordar¨¢n, hac¨ªa referencia al pasaje en el que el tenista reconoc¨ªa haber consumido una droga recreativa en uno de sus periodos m¨¢s bajos y c¨®mo hab¨ªa eludido la sanci¨®n de las autoridades del tenis mundial gracias a su alegaci¨®n de haberla consumido accidentalmente en la bebida de un amigo. Lo de menos es lo que los restos del cristal methylene permanecieran en el cuerpo de Agassi durante la competici¨®n. Volvi¨® a surgir la alargada sombra de la trampa en el deporte de competici¨®n.
Lo bueno del libro de Agassi es que se lee con diversi¨®n y ganas de m¨¢s
Pero yo creo que, con tantos mitos derribados en nuestra vida, tantas certezas venidas abajo, a estas alturas podemos mirar la vida de los deportistas sin cog¨¦rnosla con papel de fumar. ?O no? Lo que tiene de bueno el libro de Agassi no es ese episodio m¨¢s o menos pol¨¦mico y de una incidencia rid¨ªcula en su carrera deportiva. Lo elogiable es que se lee con diversi¨®n y ganas de m¨¢s. Para empezar, es una autobiograf¨ªa escrita por un tipo que escribe muy bien. ?Escribe Andr¨¦ Agassi bien?, se preguntar¨¢n escandalizados los responsables del Babelia. No, la autobiograf¨ªa la ha escrito J. R. Moehringer, que, aunque es blanco y autor de ¨¦xito, en esta ocasi¨®n ha preferido hacer de negro o lo que los americanos llaman ghost writer, mucho m¨¢s sugerente nombre para quien alquila su teclado. La voz de Agassi se deja o¨ªr a lo largo de todo el libro con una falta de pretensiones que se agradece y ese descaro que le hicieron notable en la pista.
Resulta bien estimulante leer, a lo largo de toda la peripecia vital de un jugador de ¨¦xito, que odia el tenis. Lo odia con todas sus fuerzas y lo odia el d¨ªa que se levanta de la cama con dolores de espalda para jugar su ¨²ltimo partido de despedida en el Open de Estados Unidos y lo odia desde el d¨ªa en que su padre, iran¨ª empleado en un casino de Las Vegas, tunea una m¨¢quina lanzapelotas para que el ni?o tenga que devolver todo lo que le cae encima a tres veces m¨¢s velocidad de la habitual. Esa m¨¢quina m¨ªtica, que casi todo el mundo conoc¨ªa en el circuito y que es lo primero por lo que pregunta el padre de Steffi Graff cuando su hija se empareja con el tenista estadounidense, convierte a nuestro personaje en una especie de robot de devoluciones, una caracter¨ªstica que le va a acompa?ar en toda su carrera profesional, larga, llena de altibajos, pero con un nivel de superaci¨®n pocas veces igualable. Una carrera en la que el padrinazgo de Nike y su propia planta le convierten en ¨ªdolo medi¨¢tico, por m¨¢s que ¨¦l reniegue contra la frase publicitaria que le endosaron: "La imagen lo es todo". Pero la imagen lo es todo y, si un d¨ªa compite con gafas de sol por culpa de la resaca, acaba en la portada de Time y nadie se interesa nunca por saber que su libro favorito es Tierra de penumbra, demasiado ocupados en preguntarle cu¨¢l es su color favorito.
Luego est¨¢ el otro Agassi, ese rebelde que ni se peina ni se viste como mandan los c¨¢nones, que acaba jugando sin calzoncillos debajo del pantal¨®n, que se convierte en el alumno m¨¢s d¨ªscolo de la academia de tenis intensivo de Florida donde es recluido a las ¨®rdenes de Nick Bollettieri, quien, al verle con las pintas y el modo de actuar, lo lleva desesperado a su despacho y le hace la gran pregunta: "Oye, ?t¨² eres maric¨®n?" Y es una pregunta bien directa porque, como todos ustedes saben, el mundo del deporte, que vive de la publicidad y las falsas apariencias, a¨²n no ha dado el paso fuera del armario que el resto de la sociedad dio hace a?os.
Pero no, Agassi no es homosexual. Es m¨¢s bien un punk en el tenis. Pero, claro, en un mundo tan conservador y previsible, lleno de padres y madres entre desp¨®ticos o controladores, puede ser punk un tipo cuyos ¨ªdolos musicales est¨¢n en la onda de Michael Bolton, Kenny G. o la propia Barbra Streissand, con la que vive una corta historia de amor, donde los casi 30 a?os de diferencia no son nada que una voz aterciopelada no pueda hacer olvidar.
El libro de Agassi es capaz de transmitir la monoton¨ªa del competir, la rabia ante rivales mejores como Pete Sampras, que lo machaca en casi todas las finales, y del que se venga preguntando a un aparcacoches cu¨¢nto le deja de propina habitualmente ese tipo multimillonario: un d¨®lar. Hay tiempo para ara?ar a sus odios particulares, como Jimmy Connors o Boris Becker, con quien m¨¢s que partidos de tenis disputa combates de boxeo, e incluso para bendecir la llegada de dos tenistas que lo abruman, pero que le resultan admirables: Federer y Rafa Nadal, del que dice: "Es una bestia, una fuerza de la naturaleza. No he visto a nadie jam¨¢s moverse as¨ª por la pista". Pero donde el libro es imbatible es en las an¨¦cdotas esclarecedoras. C¨®mo, hundido por su alopecia galopante, decide ponerse peluca y jugar con ella pese a andar preocupado en puntos decisivos por si se le mueve demasiado bajo la cinta publicitaria. Y c¨®mo en su tercera cita con la futura esposa Brooke Shields se atreve a confesarle a ella el secreto y la bella actriz le pone la mano y le remueve el peluc¨®n y acaba por llevarlo a un peluquero del teatro para que saque del armario su calva estupenda. Y c¨®mo se aburre en las cenas con actores y famosos, con los viajes a para¨ªsos naturales cuando el tipo lo que quiere es estar viendo la tele. O c¨®mo consigue, gracias a un consejo de su hermano, que su padre ya no le meta m¨¢s Speed para que juegue los partidos infantiles. O c¨®mo se siente fascinado por Steffi Graff y anhela ganar Wimbledon el mismo a?o que ella para poder cumplir con la tradici¨®n de iniciar la fiesta con un baile entre el campe¨®n masculino y el femenino y el a?o en que se produce tal momento los organizadores han eliminado el baile por considerarlo una costumbre anticuada. Esta fatalidad le obliga a esperar a?os hasta lograr ligar con Steffi y a recrearnos en el libro las maniobras enternecedoras que usan dos famosos para llegar a acostarse juntos y finalmente montar una familia, una familia de dos enormes figuras del tenis, pero que no desean para sus hijos esa vida ni est¨¢n dispuestos a ser ni por asomo esos padres que ellos tuvieron. Y el libro te ha explicado el porqu¨¦ y t¨² te lo has pasado bastante bien ley¨¦ndolo y escuch¨¢ndole repetir: "Odio el tenis, aunque s¨¦ que lo voy a echar de menos".
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