El coraz¨®n convulso de Pablo Neruda
Era volc¨¢nico en los versos y en los amores. Tras la muerte de Vicente Huidobro, se acab¨® la rabia. Serenado ya el ¨¢nimo, fue atravesando cuerpos de mujer y recibiendo honores con gorra de marino y blazer azul con botones de ancla
Un d¨ªa de gran temporal Pablo Neruda desde una ventana de Isla Negra, su casa en la costa, cerca de Santiago de Chile, vio un tabl¨®n, resto de un naufragio, que era batido furiosamente por el oleaje. Con voz imperativa Neruda le dijo a su mujer: "Matilde, el oc¨¦ano le trae la mesa al poeta. Vete por ella". Matilde se ech¨® vestida al agua y luch¨® contra un oc¨¦ano encrespado para complacer a su marido con grave riesgo de morir ahogada. Esa madera de barco se halla montada en un rinc¨®n de Isla Negra y en esa mesa el poeta, sin duda, habr¨¢ escrito algunos versos insignes. Forma parte del mont¨®n de objetos que Neruda fue coleccionando en sus viajes por todo el mundo, caracolas, mascarones de proa, botellas de colores, mariposas, diablos, m¨¢scaras, espuelas, conchas marinas. Este acopio compulsivo, ejemplo de horror al vac¨ªo, produce cierto desasosiego al deambular por los espacios de esa casa. Uno no sabe d¨®nde poner los pies para no cargarte un cacharro.
Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que en sus juicios malvados siempre sol¨ªa acertar, dijo: "Neruda es un gran poeta... malo"
En la entrada hay otra mesa en cuyo centro confluyen las miradas de cuatro mascarones colgados en cada ¨¢ngulo de la sala. Cuando necesitaba inspiraci¨®n, Neruda sol¨ªa colocar el cuaderno abierto en ese punto donde se concentraba la energ¨ªa de las miradas de los cuatro mascarones, que hab¨ªan navegado por todos mares y comenzaba a escribir un poema. Un intelectual chileno muy elegante e ir¨®nico, despu¨¦s de mostrarme un d¨ªa aquel museo de Isla Negra, donde aflora imp¨²dicamente el enorme ego del poeta, convertido en una almoneda, en voz baja, coment¨®: "?Este Neruda, en realidad, no ser¨ªa argentino?".
Era volc¨¢nico en los versos y en los amores. Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que en sus juicios malvados siempre sol¨ªa acertar, dijo: "Neruda es un gran poeta... malo". Con versos de oro junto a otros de barro, Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada, publicado en 1924, enamor¨® a innumerables adolescentes y le llev¨® a la fama. A partir de ese momento Neftal¨ª Reyes, bajo el seud¨®nimo de Neruda robado a un poeta checo, comenz¨® a devorar amantes, a desbocarse en un r¨ªo caudaloso de lava po¨¦tica y a concentrar todo el odio contra su paisano el poeta Vicente Huidobro. Entre los dos hasta la muerte el rencor se convirti¨® en un espect¨¢culo carn¨ªvoro, casi en un oficio m¨¢s.
Vicente Huidobro, nacido en Santiago en 1893, v¨¢stago de una familia adinerada de prohombres de la pol¨ªtica y la banca, fue un vanguardista, fundador del creacionismo, viajero y esnob, inteligente, esteta, comunista, se?orito y ateo, que se movi¨® entre la ¨¦lite intelectual y art¨ªstica de Par¨ªs en 1917 con Apollinaire, Cocteau, Breton, Louis Aragon, Max Jacob y Paul Eluard. Picasso le hizo un retrato. Despu¨¦s en 1927 altern¨® en Hollywood con Charles Chaplin, con Douglas Fairbanks y Gloria Swanson. Particip¨® en la guerra mundial con los Aliados y fue herido en la cabeza. Bast¨® con que en una antolog¨ªa po¨¦tica Eduardo Anguita pusiera en primer lugar a Huidobro para que los celos desencadenaran en Neruda una tormenta interior que culmin¨® en el famoso poema Aqu¨ª estoy, una avalancha de insultos escatol¨®gicos, a la que s¨®lo le rest¨® al final tirar de la cadena del retrete. Cabrones, hijos de puta, hoy ni ma?ana ni jam¨¢s acabareis conmigo, comunista de culo dorado, y me cago en la puta que os mal pari¨®, vidrobos, aunque escrib¨¢is en franc¨¦s con el retrato de Picasso en las verijas. Y as¨ª sucesivamente, hasta el fondo de los intestinos. Huidobro tambi¨¦n era mujeriego. Rapt¨® a una adolescente de 16 a?os y se fug¨® con ella, luego se enamor¨® de la ni?a Juanita Fern¨¢ndez, que acab¨® siendo monja y lleg¨® a la santidad bajo el nombre de sor Teresa de los Andes. En 1947 este enemigo de Neruda tuvo un derrame cerebral, producto de las heridas de guerra y muri¨® poco despu¨¦s. Est¨¢ enterrado en Cartagena bajo este epitafio: "Aqu¨ª yace el poeta Vicente Huidobro. Abrid la tumba. Al fondo de esta tumba se ve el mar".
Muerto Huidobro se acab¨® la rabia. Serenado ya el ¨¢nimo, el coraz¨®n convulso de Neruda iba atravesando cuerpos sucesivos o simult¨¢neos de mujer y recibiendo honores con gorra de marino y blazer azul con botones de ancla. Teresa V¨¢zquez hab¨ªa sido su primer amor, a la que sucedieron Albertina Az¨®car, Laura Arru¨¦, Josie Bliss, llamada la pantera birmana, Maria Antonieta Hagenaar, su primera esposa legal, joven malaya de origen holand¨¦s, sustituida por Delia del Carril, intelectual argentina, 20 a?os mayor que el poeta, llamada la Hormiga. En 1946 Neruda hab¨ªa conocido a Matilde Urrutia, estudiante de canto, durante un concierto en un Parque Forestal y estableci¨® con ella un amor secreto, sumergido, lleno de aventuras que viv¨ªan mediante citas, cartas y viajes paralelos por Argentina, M¨¦xico y Europa. Matilde segu¨ªa desde la sombra a Pablo y Delia adonde quiera que fuera la pareja, de modo que en un mismo tren pod¨ªan ir ellos en primera clase y Matilde emboscada acompa?aba a su amante en el mismo convoy en un vag¨®n de tercera para inscribirse en otro hotel de la ciudad y concertar encuentros aparentemente fortuitos. Un verano que consiguieron estar solos en Capri simularon que los casaba la luna llena, un juego rom¨¢ntico que dur¨® hasta 1955 en que este amor fue descubierto mediante un chivatazo. A partir de ese momento Delia se esfum¨® y Matilde Urrutia ocup¨® por entero el coraz¨®n del poeta. Ella le procur¨® la inspiraci¨®n de Los versos del capit¨¢n, tal vez su mejor libro.
Aquellas cartas secretas de amor de Pablo a Matilde que fueron manuscritas con pulso febril y el coraz¨®n en llamas entre 1950 y 1955 desde distintas ciudades, hoteles, aviones y barcos pueden ser le¨ªdas ahora en el libro que acaba de publicar Seix Barral. Todos los adjetivos melosos que servir¨ªan para el peor de los boleros campean en estas p¨¢ginas, vida m¨ªa, amor m¨ªo, mi perra, mi tesoro, un manantial de confitura que no cesaba de brotar. "Amor m¨ªo recib¨ª tu carta, ya te creo en camino, t¨² sabes mejor qu¨¦ hacer. Apenas est¨¦s de fijo en alguna parte comunica oficialmente tu direcci¨®n, yo te escribir¨¦ enseguida. Pienso en ti cada noche, cada ma?ana, cada d¨ªa, en nosotros". "Hoy es s¨¢bado 28 y he amanecido sin tus pies. Fue as¨ª. Me despert¨¦ y toqu¨¦ al fin de la cama una cosa durita que result¨® ser la almohada, pero despu¨¦s de muchas ilusiones m¨ªas".
Cuando esta pasi¨®n sumergida sali¨® a la luz, lleg¨® para los amantes una felicidad estable. Pablo y Matilde se pasearon juntos por todos los premios oficiales, recepciones, medallas y homenajes. Pero no todo era tan suave. En medio de la gloria un d¨ªa Matilde sorprendi¨® a Pablo en la cama con su sobrina Alicia Urrutia, de 25 a?os, que la pareja ten¨ªa de criada. Matilde la ech¨® de casa y forz¨® a su marido a salir de Chile. Allende lo nombr¨® embajador en Par¨ªs. Al final de la vida, cuando Neruda cay¨® enfermo, era Matilde la que viajaba y ¨¦l esperaba sus cartas postrado en Isla Negra. Ahora los adjetivos rom¨¢nticos se cambian por otros m¨¢s dom¨¦sticos. El 7 de mayo de 1973 el poeta escribe a Matilde y le pide que no se le olvide traerle papel higi¨¦nico soportable.
Cuando Neruda obtuvo el 1971 el Premio Nobel recibi¨® otra carta. Era de la joven y abandonada Alicia desde Argentina: "Pablo amor quisiera que esta carta llegue el d¨ªa 12 de julio de tu cumplea?os. Pablo amor que seas feliz. Todas las horas del d¨ªa y de la noche est¨¦s donde est¨¦s y con quien sea, s¨¦ feliz, te recordar¨¦, pensar¨¦ en ti, alma m¨ªa, mi coraz¨®n est¨¢ tivio (sic) de amarte tanto y pensar en ti. Amor amado amor te beso y te acaricio todo tu cuerpo amado. Amor amado amor amor amor, mi amor. Tu Alicia te Ama.
El 23 de septiembre de 1973, diez d¨ªas despu¨¦s del golpe de Pinochet, el coraz¨®n convulso del poeta Neruda dej¨® de latir. Su casa de Isla Negra fue asaltada por los militares. Hoy en ella yacen juntos Pablo y Matilde frente al oleaje del oc¨¦ano que siempre trae para los poetas un madero de naufragio.
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