Baladas belgas de guante blanco
Milow enamora en la Joy Eslava con un cancionero trovadoresco
Qu¨¦ curioso lo de Jonathan Vanderbroeck. Este belga larguirucho de 28 a?os que responde al nombre art¨ªstico de Milow ha alcanzado celebridad internacional con una h¨¢bil recreaci¨®n de Ayo technology, un tema de letra escabrosa rubricado por 50 Cent. La cuesti¨®n esta vez radica en que el parecido entre el cantautor de cr¨¢neo rapado y el rapero neoyorquino es aproximadamente el mismo que emparienta al chocolate belga con las alcachofas de la huerta murciana. O al huevo con la casta?a. Uno podr¨ªa vaticinar que el jovenzuelo centroeuropeo se siente atra¨ªdo por la cultura urbana y callejera al otro lado del charco, pero nada m¨¢s lejos de la realidad. Lo de Milow es l¨¢nguida y pura canci¨®n pop que, por aquello de las segundas voces de la tr¨¦mula Mina, puede recordar a los a?os dorados de Ricky Ross y Lorraine McIntosh al frente de los escoceses Deacon Blue.
El de anoche en Joy Eslava era el concierto inaugural de Milow en suelo espa?ol, as¨ª que proced¨ªa destapar el tarro de las esencias. El guaperas emergi¨® envuelto entre la humareda al comp¨¢s de The kingdom, pero no tard¨® en mostrar sus credenciales como baladista con Out of my hands o la excelente The priest. Lo suyo son las guitarras ac¨²sticas y los motivos centrales por cuenta del piano, as¨ª que conviene procurarse una buena compa?¨ªa para disfrutar el espect¨¢culo entre arrumacos.
Viste moderno y elegante, todo de negro con zapatillas deportivas verdes, pero lo de Vanderbroeck es una permanente invitaci¨®n al enamoramiento m¨¢s cl¨¢sico. Insistimos: lo de Ayo technology constituye, por raro que parezca, un accidente. Tanto en los dos discos previos para el mercado belga como en su hom¨®nimo estreno internacional apuesta por los tiempos medios, los estribillos sedosos y las guitarras trovadorescas. Y aunque a¨²n le falta algo de personalidad en la voz, ese timbre entre c¨¢lido y compacto est¨¢ llamado a grandes conquistas.
Hace apenas tres temporadas recorr¨ªa los caf¨¦s de su pa¨ªs ante audiencias de poco m¨¢s de 20 personas. Hoy por hoy, las cinco letras de su denominaci¨®n art¨ªstica decoran el fondo del escenario con dimensiones de estrella emergente. A¨²n es pronto para saber hasta d¨®nde le alcanzar¨¢ el fuelle, pero el desparpajo no le falta: es capaz de encadenar una bonita pieza propia, Canada, con alusiones libres nada menos que a Brown eyed girl, de Van Morrison.
Ayo technology sirvi¨®, irremediablemente, para cerrar el n¨²cleo central del repertorio antes de los tres bises. Pero piezas m¨¢s intimistas, como Darkness ahead and behind, le definen mucho mejor.
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